Michael ‘Mick’ Meaney era el típico irlandés de los años 60, devoto y preocupado por su familia, estaba dispuesto a hacer lo que sea por el bienestar de su esposa e hijos.
Hasta que un día, este obrero de la construcción, oriundo del condado de Tipperary, recibió una propuesta imposible de rechazar. Después de quedar atrapado durante una excavación, en el corazón de Londres, al irlandés le ofrecieron repetir la experiencia de manera voluntaria.
Así pues, junto a Michael ‘Butty’ Sugrue, un astuto empresario circense, Mick decidió aceptar la idea y ser enterrado en un ataúd acondicionado para recibir alimentos e ir al baño, con el objetivo de romper el récord mundial de resistencia.
A lo largo de 61 días, Mick comió a través de un tubo, mientras estuvo enterrado en un ataúd de madera en Kilburn, al norte de Londres, donde cientos de personas lo acompañaron y fueron testigo de su “entierro” en vida.
Michael Meaney: el hombre que fue enterrado vivo
Antes de TikTok o Instagram, la principal entretención de las personas era ser enterrado vivo, así lo era en 1968, cuando este desafío era realizado en varios lugares de Estados Unidos e Inglaterra.
Para Meaney, un obrero curtido, este representaba una oportunidad, ya que como padre de familia, estaba preocupado de poder llevar la comida a la mesa. “Solo pensé en el dinero. Cualquier cosa con tal de sacarnos de la miseria”, confesaría el irlandés, consignó Infobae.
Mary, que es la hija de Mick, era una niña cuando su padre se propuso inscribir su nombre en el Libro Guinness de los Récords. En conversación con The Irish Post, la mujer confesó que su papá nunca le contó lo que planeaba hacer a su madre. “¡Sabía que la respuesta habría sido NO!”, expresó entre risas. Así que su madre se enteró por un reportaje de radio.
Igualmente, Mary recordó que Mick era un hombre especial, que anhelaba convertirse en boxeador, pero un accidente en una mano truncó sus sueños. Por lo mismo, el ser enterrado; Michael Meany buscaría quedar para siempre en el libro de los récords. Según su hija, Michael era un irlandés diferente, de esos que se “llaman los irlandeses olvidados; trabajaba con pico y pala y enviaba el dinero a sus familias. Eran tiempos difíciles por aquel entonces”.
Con respecto a la hazaña, Butty Sugrue organizó el “velatorio” en el pub Admiral Nelson, el 21 de febrero de 1968, donde estaba el ataúd que tenía un pequeño baño y un tubo en que le pasaban líquidos y comida. “Nunca olvidaré el momento en que la tapa del ataúd se cerró. Fue entonces cuando sentí que cruzaba un umbral, y no estaba seguro de si querría volver”, relataría Meaney.
“Anoche dormí de maravilla”, le dijo Meaney a un presentador de televisión el segundo día, estableciendo una rutina diaria de ejercicio, lectura y comunicación desde su “tumba”, consignó The Daily Mail.
Según recogió The Irish Post, Michael despertaba a las 7 de la mañana, justo a tiempo para que Butty le indicara una serie de ejercicios. Los diarios y el desayuno le llegaban por una tubería.
La decepción de Michael Meaney
Después de 61 días, Michael fue exhumado entre aplausos por una multitud que lo apoyaba. Así pues, Meaney con una barba larga y una actitud rebosante de alegría, afirmó que “me gustaría seguir cien días más. Estoy encantado de ser el campeón del mundo”.
No obstante, las promesas de riqueza y contratos millonarios se esfumaron, puesto que Michael ‘Butty’ Sugrue, se había quedado con todas las ganancias. “En todos los ámbitos de la vida hay gente que te usa como a un vampiro”, remarcó Mary.
Mary Meaney recuerda a su padre regresando a casa desde Londres. Lo vio caminar hacia la casa familiar y él la levantó en brazos, detalló The Daily Mail. “Regresó sin apenas dinero para comprar una botella de leche”, indicó.
Con bastante resignación, Mick diría tiempo después que la hazaña no resultó como esperaba. “Me dijeron que mi nombre estaría para siempre en los libros, pero nadie se interesó en registrarlo”, comentó. “Hay cosas peores que el encierro: la promesa rota de un mundo que se olvida de ti apenas sales a la luz”, dijo un entristecido Meaney.
De manera obvia, Michael amaba a su familia y al final, pudo trabajar como funcionario municipal, pero nunca pudo superar la tremenda decepción que vivió. “Una vez que probó la fama mundial, no pudo dejarla ir”, reflexionó Mary.
“Podría haber vivido una vida normal, de clase trabajadora, una vida común y corriente, pero anhelaba esta vida extraordinaria”, dijo Mary. ‘Batir el récord mundial le hizo sentir: ‘Soy alguien’, recalcó a The Guardian.