“La felicidad no va a venir de la cuenta bancaria. Simplemente no va a venir”, esa es la conclusión a la que llegó el psicoterapeuta estadounidense, Clay Cockrell, luego de especializarse en el tratamiento de pacientes millonarios en Nueva York. Por esto, aseguró que renunció a tratar de hacerse rico.
“Dejé de jugar a la lotería. Me di cuenta de los peligros de tener demasiado de todo”, sostiene Cockrell en una entrevista a la BBC.
Actualmente dirige una clínica de terapia en la Gran Manzana y dice que se dedica a ayudar a sus clientes con lo que describe como el “efecto tóxico de la abundancia”. Es decir, la mentalidad de nunca tener suficiente.
Las terapias, entre sus objetivos, apuntan a que los pacientes puedan identificar sus propósitos ‘más allá’ de simplemente acumular dinero.
“Esa idea de que ‘cuando tenga US$10 millones, estaré a salvo’. Y luego llegas a los US$10 millones y te das cuenta de que realmente necesitas US$50 millones. La conclusión es que la felicidad no va a venir de la cuenta bancaria“, resalta.
“Si la felicidad no está en un número, ¿dónde está? Y a partir de ahí, empezamos a experimentar. ¿Está en la filantropía? ¿está en las relaciones? ¿está en construir algo nuevo, desde cero? La ambición es genial, pero solo si se analiza y se alinea con un propósito”, asevera.
“Problemas del primer mundo”
Según cuenta a la cadena británica, el terapeuta se especializó en esta materia básicamente por casualidad. Fue luego que un paciente con altos ingresos quedara a gusto con su manera de atender, empleando en su metodología de trabajo los paseos por el parque, cambiando así las consultas comunes. Esto hizo que lo recomendara a personas de su círculo.
De esta forma Cockrell se vio sorprendido con los problemas que trae consigo la riqueza. Esto incluye a algunos que suelen descartarse como “problemas del primer mundo”.
“Como mucha gente, creía que el dinero solucionaba los problemas. Resuelve algunos, pero no todos. Muchos de mis clientes dicen que terapeutas anteriores escuchaban sus quejas y respondían: ‘No deberías tratar cosas como dónde aparcar tu yate o cómo repartir la herencia de tus hijos como problemas’. Pero siempre he creído en un enfoque de comprensión y aceptación, de reconocer sus problemas como legítimos”, afirma.
Asimismo, advierte: “Puede que no sean los mismos problemas que los míos, pero ahora sé que el dinero es un factor que complica la vida de las personas”.
Esa es la experiencia de un pequeño porcentaje de la población mundial (1%), subraya el profesional.
“La gente no busca un terapeuta cuando es feliz”, afirma Cockrell, quien -asegura- identifica que quienes acuden a él son infelices porque su muestra, debido a su propia naturaleza, está sesgada.
“Las personas que veo son aquellas cuyo dinero les ha complicado la vida y les ha traído cierta negatividad, (…) falta de empatía, falta de comprensión hacia quienes no han alcanzado el mismo nivel de éxito”, detalla.
Y en ese sentido, se suman otras complicaciones para los superricos: dificultades en las relaciones familiares, desconexión del mundo real y desconfianza hacia quienes que se les acercan.
“Tienden a interactuar solo con quienes los comprenden. Esto es muy común. Y lo que sucede es que se aíslan muchísimo y desconfían de la gente nueva”, esgrime.
“El miedo es: ‘¿Entras en mi vida solo por lo que puedo hacer por ti? ¿Por mi fama o por mi riqueza?’ Quizás paranoia sea una palabra fuerte, pero hay mucha sospecha y eso impide que se formen nuevas relaciones”, concluye.
La infancia durante la riqueza
Pero también hay otro problema: la ceguera que causa a los hijos la exposición de la riqueza durante la infancia y adolescencia.
“Los padres a menudo quieren ahorrarles a sus hijos las dificultades que ellos mismos enfrentaron y darles una vida más fácil. Es normal. Pero hay que entender que superar las dificultades es lo que te ha hecho quien eres”, destaca Clay Cockrell.
En esa línea, alerta que “cuando expones a tu hijo a este mundo de jets privados, restaurantes maravillosos y vacaciones en lugares increíbles, para cuando cumpla 21 años, tendrá la sensación de ‘lo he visto todo, lo he probado todo’ y se aburrirá”.
Aquello gatillará que ponga “a prueba sus límites, ya sea mediante el consumo de drogas o conductas de riesgo, para sentir la adrenalina. Simplemente para sentir que están haciendo algo nuevo”.
También se suma a esto que los hijos de millonarias suelen enfrentar una “enorme presión para superar a sus padres”. Y esto se agudiza para quienes siguen la misma carrera o trayectoria de sus progenitores, como celebridades del mundo del espectáculo.
Eso contradice la idea básica de forjar tu camino propio, descubrir lo que te apasiona y el derecho a poder equivocarte, así como fallar o fracasar. También está la falta de ambición. “¿Por qué debería ir a la universidad o emprender?”. Esto puede resultar como deprimente, debido a la pérdida de propósito, o por el estrés y exceso de presión.
“Efecto tóxico del exceso” y Succession
El éxito del terapeuta Clay Cockrell ha tomado mayor importancia en los últimos años, especialmente desde que comenzó a escribir acerca de los ‘paralelismos’ entre su metodología y la serie Succession (2018-2023).
El film refleja los conflictos y luchas de una familia multimillonaria para conseguir el control del conglomerado mediático forjado por el líder.
“La serie es bastante precisa” al mostrar el “efecto tóxico del exceso” en los superricos, pese a sus licencias dramáticas, afirma el terapeuta.
“Es algo que va y viene en ciclos: hay momentos en los que la sociedad admira a los más ricos por su esfuerzo, y otros en los que eso cambia y se convierte en sentimientos negativos, como si lo hubieran logrado todo por medios nefastos”, asegura.
“Muchas de estas personas son increíblemente inteligentes, trabajadoras y han logrado cosas admirables en sus vidas. A veces son admiradas y a veces vilipendiadas. Y se sienten muy confundidos al respecto”, agrega.
“Para el resto de nosotros que creemos que ‘con solo ese aumento, si trabajo aún más duro, seré feliz’, debemos mirar a quienes ya lo tienen todo y no son felices. Eso nos reta a pensar: ¿qué me traerá felicidad y alegría? Ahí reside el valor. En las relaciones, en la familia, en la contribución que hacemos a la comunidad. De ahí proviene la felicidad”, concluye Cockrell.