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Los peligros de la "Cultura de Cancelación": cuando las críticas llegan muy lejos

06 octubre 2020 | 14:59

Durante años la escritora J.K. Rowling era admirada en el mundo entero no sólo por haber creado una de las sagas literarias más exitosas de la historia, sino por cómo había conseguido surgir en un complejo momento de su vida.

De su historia se escribió mucho, se hicieron documentales e incluso una película para la televisión. Recibió decenas de premios y distinciones honoríficas, incluyendo el título de Dama Oficial de la Orden del Imperio Británico, en el 2000, sin mencionar que amasó una enorme fortuna.

Esa imagen cambió completamente en junio de este año, cuando publicó en Twitter un enlace a un artículo denominado “Opinión: Creando un mundo post-Covid-19 más igualitario para la gente que menstrúa”.

Todo bien hasta ahí, el problema fue el irónico mensaje que acompañó el artículo. “‘Personas que menstrua’. Estoy segura que había una palabra para esas personas. Ayúdenme. Wumben? Wimpund? Woomud?”, escribió haciendo referencia a Woman, es decir, mujer.

Aquel comentario fue considerado por usuarios y organizaciones LGBT+ como discriminatorio hacia aquellas personas que no se consideran hombres y que no pueden menstruar, tales como personas trans o de género “no binario”. Asimismo, indicaron, también se trataría de un juicio discriminatorio hacia las mujeres que no tienen la menstruación, por algún motivo biológico.

La escritora se defendió con otro tuit. “Si el sexo no es real, no hay atracción hacia el mismo sexo. Si el sexo no es real, la realidad vivida por las mujeres a nivel mundial se borra. Conozco y amo a las personas trans, pero borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas de discutir sus vidas de manera significativa. No es odio decir la verdad. La idea de que las mujeres como yo, que hemos sido empáticas con las personas trans durante décadas, sintiendo afinidad porque son vulnerables de la misma manera que las mujeres (a la violencia masculina), ‘odian’ a las personas trans porque creen que el sexo es real y han vivido consecuencias, es una tontería”, escribió.

A partir de ese momento comenzó una gran polémica que terminó con Rowling desatando aún más indignación en diferentes sectores de la sociedad, incluyendo a algunos de los protagonistas de las películas basadas en sus libros, y siendo “cancelada” en redes sociales.

JK Rowling es un ejemplo de las cientos de personas que alguna vez fueron admiradas y que hoy están siendo “canceladas” en el mundo entero.

Pero ¿qué significa ser “cancelado” exactamente y de dónde salió ese concepto?

En términos prácticos es una forma de decir “Hasta aquí llego contigo”.

Para ser más específicos, el portal web del diccionario Merriam-Webster define el concepto como “dejar de respaldar a esa persona”. “El acto de cancelar podría implicar boicotear las películas de un actor o dejar de leer o promover las obras de un escritor (…) Usualmente se debe a que la persona ha expresado una opinión objetable o ha actuado de una forma que resulta inaceptable”, añade.

Por su parte, BBC, añade que “la ‘cultura de la cancelación’ también se puede utilizar para pedir a otros que rechacen a una persona o empresa cuando su comportamiento va en contra de la norma social, por ejemplo, al hacer comentarios sexistas”.

Una de las primeras oportunidades en la que se registra el uso de este concepto fue en la película New Jack City en 1991, cuando uno de sus personajes dice: “Cancela a esta puta. Ya me compraré otra”, consignó VOX.

El termino volvió a aparecer en 2014 en el reality show Love and Hip-Hop: New York, donde se escucha a una participante decirle a otra que estaba “cancelada”.

Sin embargo, según Rommel Piña, director de la Escuela de Periodismo de la U. Finis Terrae, la ‘cancelación’ existe desde hace muchos años, pero con otros nombres. “Cada generación tuvo su “cancelación”: algunos le llamaban ‘la ley del hielo’, otros ‘funar’. Sin embargo, el término se empieza a usar en el 2015 en Twitter y se hace masivo en el 2017, con el surgimiento y popularidad del movimiento #MeToo, y los casos de Harvey Weinstein y Kevin Spacey -ambos denunciados por acoso y abuso sexual-“, afirma a BioBioChile.


Según Piña, si bien es un concepto vinculado a las redes sociales y que fue popularizado por algunos movimientos feministas, la “cancelación” es la forma más reciente de protesta de los usuarios digitales frente a hechos, comentarios o acciones, de personas u organizaciones, que considera inaceptables por transgredir sus valores, opiniones o expectativas.

“Así, el o la destinataria genera una reacción pública (digital) que busca dañar su reputación y activar una serie de sucesos que pueden, incluso, ser amenazantes contra su profesión e integridad”, añade.

Por su parte, el sociólogo y académico de Trabajo Social de Universidad San Sebastián, David Martínez, afirma que la aparición de esta cultura también tiene relación con factores tecnológicos y valóricos. “-En el caso del primero- la revolución de la tecnología de la información permite que cualquier contenido sea reproducido de forma instantánea en todo el mundo. El impacto de un contenido en una persona o marca es proporcional al reconocimiento que puede tener dicha persona o marca”, explica a BioBioChile.

“Y en términos valóricos, vivimos en un contexto social, donde cualquier conducta antiética es repudiada socialmente. Hoy las personas exigen que tanto sus ídolos como las marcas que prefieren actúen de acuerdo a ciertos valores fundamentales como respetar el medio ambiente, proteger a los animales y respetar a sus semejantes”.


Todos los expertos, sin embargo, coinciden en lo delicado de la masificación de este fenómeno, que tiene a sus defensores y detractores. “Ciertamente, esta cultura ha ayudado a visibilizar la violencia de género, pero también llevó a una frontera muy delicada a la inclusión y tolerancia“, asegura Piña.

“Nunca antes se había tenido la posibilidad de decir tanto, de tantas formas y en tantos formatos. Pero la idea de un pensamiento único se ha instalado tan fuertemente en las redes sociales, que pareciera que las diferencias y esa ansiada democracia de las opiniones es una idea demasiada revolucionaria para ser popular”, explica.

El sociólogo, en tanto, añade que uno de los peligros evidentes tiene que ver con aquellos casos donde las críticas son infundadas. “También puede pasar que no se explique bien una situación o se saca de contexto una afirmación, y esto redunda en la reprobación que da pie a la cancelación”, asegura.

“Recordemos hace algunos años el caso de una señora que decía que las empleadas en su condominio no tenían que caminar por la calle. Ciertamente esto fue sacado de contexto y entendido como pura discriminación, pero lo que ella quería decir es que debían ser trasladadas desde las casas al paradero de micro porque el condominio era muy grande y no era correcto que caminaran tantos kilómetros”, dice el experto.


¿Por qué ‘cancelamos’ a quienes antes admirábamos?

Son muchas las celebridades han sido canceladas tanto en Chile como en el mundo. Existen casos emblemáticos y con denuncias legales como Harvey Weinstein y Bill Cosby, mientras que otros como el de la aplaudida actriz Jodie Comer, de Killing Eve, quien enfrentó el rechazo de las redes sociales por el rumor de que estaba saliendo con un hombre que apoyaba a Trump.

“Esto tiene que ver con el repudio que produce desarrollar conductas que vayan en contra de valores fundamentales. Generalmente las personas admiradas lo son porque son ejemplo que permiten orientar nuestras vidas. En definitivas las observamos como ejemplos de cómo vale la pena vivir. Por eso cuando un artista o deportista ‘nos falla’, tendemos a sentirnos desilusionados y los cancelamos”, explica Martínez.

En junio de este año, 150 intelectuales de distintas nacionalidades, criticaron duramente esta nueva “cultura”. “La manera de derrotar malas ideas es la exposición, el argumento y la persuasión, no tratar de silenciarlas o desear expulsarlas. Como escritores necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la asunción de riesgos e incluso los errores. Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas”, asegura la misiva firmada entre otros por Margaret Atwood, Noam Chomsky y Salman Rushdie.

“El libre intercambio de información e ideas, savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado. Era esperable de la derecha radical, pero la actitud censora está expandiéndose en nuestra cultura (…) Los responsables de instituciones, en una actitud de pánico y control de riesgos, están aplicando castigos raudos y desproporcionados en lugar de aplicar reformas razonadas. Hay editores despedidos por publicar piezas controvertidas; libros retirados por supuesta poca autenticidad; periodistas vetados para escribir sobre ciertos asuntos; profesores investigados por citar determinados trabajos”, reflexionan los escritores.


¿Dónde está el límite en estas ‘cancelaciones’?

Para Christian Schnake, psicólogo y director del Centro de Psicología Integral de la Persona (CPIP) de la Universidad Finis Terrae, la situación pasa por una falta de autocrítica y conocimiento de nuestras propias flaquezas.

“Extrañamente las personas se sienten referentes morales y basta que otro cometa una falla, para que cualquiera se sienta con autoridad para ‘cancelar a otro’, a la base de esto hay una falta de conciencia sobre la propia debilidad, que se suma a un aumento importante de la intolerancia, en un momento histórico en que paradójicamente se enarbola la bandera de la tolerancia”, afirma BBCL.

“¿Quién podría juzgar y condenar a otro -ya que dichas cancelaciones son una condena sin juicio previo- si fuese consciente que él mismo ha cometido errores, que en muchas situaciones y contextos su propia opinión podría ser rechazada por otros, incluso considerada censurable?”, cuestiona Schnake.

Asimismo, el psicólogo también habla de un aumento del narcisismo e inmadurez. “Creemos que la vara adecuada para medir a los demás es la nuestra, aún desconociendo la historia particular de cada sujeto. Nos dejamos llevar por las emociones del momento, sin que medie en ello nuestra razón, y actuamos sin considerar las consecuencias de lo que hacemos para el otro, en el fondo dejamos de ver a un otro”, sentenció.

De hecho, en ocasiones “funas” injustificadas terminan con personas perdiendo sus trabajos o incluso con problemas legales. En 2015, por ejemplo, comenzó a circular en redes sociales la foto de un hombre al que se le acusaba de ser un secuestrador de niños en Lonco Ray (Chiguayante). La imagen se viralizó e incluso fue replicada por dos programas de televisión.

El problema es que el protagonista de la foto era un hombre de 60 años de edad de San Pedro de la Paz, que simplemente pasaba puerta a puerta entregando mensajes cristianos de evangelización, y que no tenía nada que ver dicho delito. La reputación del hombre se vio arruinada por esta situación e incluso él y su familia recibieron amenazas.

“Se condena lo que dice uno por el título de una columna, aún sin leer el artículo y se es capaz de poner una variada gama de adjetivos contra él, sin hacer esfuerzo alguno en intentar entender lo que el otro quería comunicarnos, ni desde donde quiere decirlo”, sentencia el psicólogo.

“Todo lo anterior es fruto de una sociedad de la primacía de la subjetividad personal, por sobre la verdad, de una pseudo justicia, por sobre el bien, de una falta de profundidad en nuestros juicios y reflexiones. Hemos dejado de mirar al otro en su profundidad, a pesar de hablar mucho de la empatía, del amor y la tolerancia”, cerró.