Gran reacción despertó la columna “Cómo evitar otra década de estancamiento”, publicada por el Proyecto País del Colegio de Ingenieros (PPCI), que plantea aprovechar la energía verde más barata del mundo mediante Power Shoring, acelerado mediante la creación de Ecoparques Industriales.

Estos parques, donde los permisos se gestionan de forma conjunta y rápida, vía fast track, permitirían atraer industrias intensivas en energía y abrir una oportunidad inédita: triplicar el PIB hacia el año 2040 y cuadruplicar las exportaciones, para luego volver a triplicarlas al 2050 gracias a este mismo modelo.

Pero alcanzar esa meta no depende solo de la energía o infraestructura. Para lograrlo, debemos ajustar nuestras organizaciones –públicas, privadas y sociales— para adaptarlas a las nuevas industrias que emergen: combustibles verdes, tecnologías digitales y blockchain, minería no metálica, desalación, agroindustrias, acuicultura RAS y manufacturas limpias, entre otros. Se trata de convertir la ventaja energética en empleo, inversión y diversificación productiva.

También deberán adaptarse los sectores tradicionales y las Pymes, esenciales para evitar pérdida de empleo que podrían provocar la inteligencia artificial y la automatización, estimada por la OCDE (PIAAC).

Hoy, sin embargo, persisten modelos de negocio obsoletos, fracasos en la transformación digital y grandes brechas de productividad internacional.

El PPCI ha documentado sobrecostos promedio de 16% en los servicios internos de empresas chilenas, en comparación con las que externalizan procesos en compañías líderes del país (outsourcing). McKinsey lo advierte con claridad: “Los modelos de optimización no funcionan en entornos inciertos; lo que se requiere son modelos de adaptabilidad. Es un cambio mayor”.

El cambio que enfrentamos es tan profundo que incluso exige un nuevo lenguaje organizacional. El PPCI propone la “Critical Adjustment Matrix (CAM)”, una matriz que clasifica a las organizaciones en cuatro tipos:

– Las Viables, que deben reforzar ventajas competitivas (Excel).

– Las que requieren flexibilidad y capacidad de adaptación (Adhoc).

– Las que deben renacer, eliminando lastres y rediseñando su propuesta (Reborn).

– Y aquellas que no tienen competencias para sobrevivir (RIP).

Este marco conceptual no es ajeno a nuestra historia. Las civilizaciones jerárquicas prehispánicas no lograron sobrevivir, pero la organización adhocrática mapuche resistió durante siglos al imperio español. De modo similar, la resiliencia de los chilenos frente a desastres naturales demuestra que las Comunidades Fraternas y Resilientes (CFR) logran adaptarse.

Cuatro dimensiones clave

Rediseñar nuestras organizaciones implica trabajar en cuatro dimensiones clave:

Flexibilidad organizacional: estructuras en red que compartan riesgos y oportunidades con clientes y proveedores. Basadas en BPO (Business Process Outsourcing) y digitalización, con costos variables y mínimos fijos, y modelos ágiles y MVP (Producto Mínimo Viable) que reduzcan costos de lanzamientos y de fracasos.

Cultura adhocrática: adaptativa, innovadora, orientada a las relaciones y al cliente y grupos de interés. Con apoyo en la gestión del cambio.

Sistemas de gestión de brechas: centrados en la calidad del servicio y el relacionamiento, con apoyo de herramientas como ABM (Activity-Based Management), ABC (Costeo Basado en Actividades), benchmarking, diseño de organizaciones modelo y EVA (Valor Económico Agregado).

Tecnología: transformación digital y de IA profunda, con presupuestos base cero.

Chile puede liderar este nuevo ciclo de desarrollo si sus organizaciones se atreven a transformarse con visión, flexibilidad y coraje. La oportunidad está abierta; depende de nosotros convertirla en futuro.

Gastón L´Huillier
Ingeniero Civil Industrial U. de Chile
Director Ejecutivo PPCI