Cuando se habla de migración es difícil no mencionar a Venezuela, principalmente en la mayoría de los países de América. Pero también existe una ciudad en Medio Oriente donde una buena parte de su población es venezolana, lo que la ha llevado a recibir el apodo de la “pequeña Venezuela”, o Venesweida.
Se trata de Sweida, una ciudad de Siria donde es habitual escuchar a personas hablando español en las calles, aunque con un acento dividido entre el árabe y caribeño. Incluso, existe una Avenida Bolívar, y para muchos es parte del menú comer arepa.
Así lo señala a la BBC Enrique Alhamad, presidente de la Federación de Entidades Árabes de Venezuela (FEARAB): “Este es el único lugar de Siria donde se come arepa y caraota negra” y no es necesario hablar árabe “porque todo el mundo habla español”.
De acuerdo con los datos que maneja la FEARAB y la embajada de Venezuela en Siria, alrededor del 20% de la población de Sweida es venezolana.
Según explica Alhamad, todo se remonta a mediados del siglo XIX, con la migración árabe hacia Venezuela. “Aunque hay un período en que se les registra como “turcos” porque viajaban desde el Imperio Otomano”.
“La situación geográfica, política y económica de Venezuela hizo que la gente llegara en busca de un mejor futuro. En 1954, mi padre emigró. Iba a Brasil, pero se bajó del barco en La Guaira (en la costa centro-norte de Venezuela)”, detalló el dirigente nacido en Boconó, estado andino de Trujillo.
La FEARAB tiene registrados aproximadamente a dos millones de árabes en Venezuela, entre los que se encuentran palestinos, libaneses y sirios. Pero de estos, entre 500.000 y 600.000 corresponden a drusos, una comunidad étnica y religiosa que habla árabe, y si bien se originó como derivado del islam chiita, posee prácticas y creencias propias.
Actualmente mantienen zonas repartidas entre el Líbano, Israel, el Golán ocupado y Siria. Precisamente, en Sweida es donde los drusos tienen su capital.
Desde Siria a Venezuela y de Venezuela a Sweida
Esta migración árabe desde Medio Oriente, principalmente de Siria, hacia Venezuela, continuó a lo largo de los años, alcanzando a la quinta generación, a la cual pertenece Alhamad.
Pero también se dio a la inversa, es decir, desde el Caribe hacia Medio Oriente. Poco a poco, Sweida se fue convirtiendo en una “pequeña Venezuela”.
“Es muy común ver ventas de arepas, de empanadas o que se beba malta”, recalca Basem Tajeldine, analista venezolano y druso, hijo de Afif Tajeldine, exembajador de Venezuela en Libia y Túnez que -según Basem- recomendó al fallecido expresidente venezolano Hugo Chávez visitar la ciudad.
Fue durante el gobierno de Chávez Frías que se fortalecieron las relaciones de Venezuela y Siria, afirma Héctor Quintero, exembajador venezolano en Israel y hoy jubilado.
Así se estableció una “unión ideológica-política” entre el otrora mandatario caribeño y Bashar al Assad, líder sirio derrocado en diciembre del año pasado.
Chávez viajó a Siria en al menos tres oportunidades. En 2009, justamente visitó Sweida, acompañado por su entonces canciller, Nicolás Maduro (hoy líder del régimen chavista que gobierna el país caribeño).
“Siento a Sweida como mi casa. Sweida es como Venezuela, Siria es como Venezuela. Y ustedes saben que Venezuela es casa para todo el pueblo sirio“, dijo Hugo Chávez en un discurso de más de una hora. Allí inauguró la calle Venezuela, además de plantar un manzano y la primera piedra de lo que se convertiría en un centro sirio-venezolano.
“Hay una calle de moda, Tarikanawuet, muy bonita, con tiendas de ropa de marca. Y toda la calle, la estructura, todo es precioso y sientes que estás en un pedacito de Venezuela, sobre todo cuando estás acostumbrada a ver las partes del país donde hay gente árabe haciendo vida”, cuenta desde el país caribeño Neisser Banout Radwan a la BBC.
En Sweida es posible encontrar una “calle del hambre”, que es como se le dice popularmente en Venezuela a las zonas de las ciudades que están repletas de carritos de comida callejera. “Igualitica’ a las de Venezuela pero con shawarma y pura comida árabe”, dice Neisser.
“Vas para el mercado y consigues harina pan”, agrega, aludiendo al polvo de molienda de maíz precocido que se utiliza para preparar arepas.
En tanto, Tajeldine destaca que la cultura venezolana ha sabido sobreponerse a la siria en Sweida.
“Por ejemplo, en Siria no hay día del padre ni día del niño” pero “en Sweida se celebra. O el día de la madre, que en Siria es el 21 de marzo, en Sweida se celebra como en Venezuela, el segundo domingo de mayo”, precisa.
Y Neisser también ironiza con las infraestructuras, diciendo que son iguales a las del país caribeño. Específicamente se refiere al centro sirio-venezolano anunciado por Chávez en 2009. “Eso es puro peladero, ni frisado está el piso. En eso es igualito también que Venezuela, que las obras no se terminaron nunca”.
Ella, que nació en Macaray, estado de Aragua, cuenta que sus abuelos llegaron desde Siria luego de la Segunda Guerra Mundial. Fueron parte de los tantos drusos que hallaron en Venezuela un refugio y sitio próspero. Pero más de 30 años después, su abuela tomó la decisión de volver a Sweida a raíz de la crisis venezolana.
A nivel global, de acuerdo con la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), desde 2014 hasta mayo de este año cerca de 7.9 millones de personas han salido de Venezuela en busca de protección y, principalmente, una vida mejor.
Se estima que más de 6.8 millones de venezolanos escogieron países de Latinoamérica y el Caribe para comenzar una nueva vida, de acuerdo a la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes (R4V).
El conflicto armado que enfrentan drusos en Siria
Neisser visitó a su abuela en 2016 última vez, en plena guerra interna en Siria. En paralelo, a Venezuela ya la azotaba el desabastecimiento, con colas que duraban horas para poder obtener productos básicos en los supermercados.
“En ese viaje vi cosas que me volvían loca. Tuvimos que llegar a Sweida desde Líbano por tierra porque el aeropuerto de Damasco estaba cerrado por la guerra. Pero, por otro lado, íbamos al mercado y encontrábamos harina pan. En Venezuela estábamos críticos con la comida y ahí (en Siria) se conseguía igual”, relata.
Y en las últimas semanas los drusos en Sweida se han visto en peligro tras las masacares ocurridas por enfrentamientos con grupos armados beduinos. El actual gobierno sirio, cuyo presidente interino es Ahmed al Sharaa (ex líder de Al Qaeda), envió fuerzas gubernamentales para controlar la situación y proteger a las minorías. Israel también decidió atacar la ciudad argumentando proteger a la comunidad drusa, hasta que se acordó alto al fuego a mediados de julio.
No obstante, la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH), con sede en Reino Unido, ha cifrado en más de 1.600 las víctimas fatales a causa de estos enfrentamientos, la mayoría combatientes drusos y civiles.
“Mi madre me llamó llorando y me cuenta que mataron a nuestra familia, que se metieron en el salón de reuniones de la familia. Fue horrible. Vi los videos y reconocí a tíos, tíos de mi mamá, todos los cadáveres en el suelo y en las paredes las fotos mi abuelo, mi bisabuelo. Es una imagen fea y dolorosa”, cuenta Neisser.
“Estamos buscando la forma de sacarla de Siria. Lo último que pude hablar con ella es que estaba bajo resguardo, con más mujeres y niños. Pero es doloroso sentir que no tiene espacio donde pueda estar segura, que se vea obligada otra vez a dejar su país“, agrega.
“Recuerdo voces, muchas balas, sonidos como de tirando cohetes. Entraron en mi casa y empezaron a robarnos todo: dólares, tres carros, otro lo quemaron, abrieron la caja fuerte. Le pusieron un cuchillo en el cuello a mi suegro, a mi cuñado”, relata con temor Randa Dowiar a la BBC.
Randa, drusa nacida en Portuguesa, Venezuela, está casada con un sirio y reside en Sweida desde 2018.
“Cuando entraron, las mujeres nos pusimos un mantel en la cabeza para que no nos vieran el pelo, porque si no, nos matan. A mi hijo, que tiene autismo, le di un remedio para que se quedara callaíto y no molestara”, detalla.
“Estuvimos cuatro días encerrados en la casa, mientras ellos entraban y salían. Nos decían que querían sacar todo lo que fuera druso, nos dijeron que éramos malos, que no sabemos lo que es Dios, que solo ellos entienden de Dios; que nos iban a maltratar, acuchillar, a matar. Pero Dios nos cuidó”, añade.
“Esto era una ciudad limpia, hermosa. La vida era muy bonita. Ahora tocará de nuevo regresar a Portuguesa”, lamenta.
Y es que en los últimos días el régimen de Nicolás Maduro -según recoge el citado medio- ha gestionado vuelos para sacar a los venezolanos de Siria. Randa mencionó que se anotó junto a sus dos hijos. Sin embargo, su esposo tendrá que esperar más debido a que su pasaporte sirio expiró.