Mané Garrincha fue elegido el mejor jugador de Chile 1962, y sus frases cargadas de despiste e inocencia sacaron carcajadas a lo largo del Mundial.

La suerte quiso que la gran figura del Mundial de Chile 1962 fuese un muchacho de piernas chuecas, espalda torcida y cuya inteligencia parecía la de un niño: Mané Garrincha.

Manuel dos Santos, nombre del puntero por la derecha, era el escudero de Pelé en la Selección de Brasil que llegó a Chile a defender el título de Suecia 1958.

Sin embargo, en el segundo partido de la fase de grupos, ante Checoslovaquia, el astro de la Verdeamarela acabó lesionado y no pudo jugar ningún otro partido del certamen.

Ahí fue donde la figura de Garrincha emprendió vuelo, tal cual el poco agraciado pájaro con el que fue comparado por uno de sus 15 hermanos y derivó en su apodo.

En Suecia, el referente de Botafago ya había dado luces de su inexplicable talento, pero no fue hasta Chile 1962 donde deslumbró vistiendo la camiseta de la ‘Canarinha’. Cuatro tantos durante el Mundial, dos de ellos a La Roja en semifinales, catapultaron al nacido en Magé, Río de Janeiro.

¿Hoy es la final?

Pero en el duelo ante Chile, Mané Garrincha fue expulsado. El delantero cayó en depresión y creyó que se perdería el duelo decisivo. Brasil acudió a la FIFA para pedir absolver a su crack aludiendo a su buena conducta, lo que consiguieron por 5 votos contra 2.

El talentoso ariete, cuya pierna derecha era seis centímetros más corta que la izquierda, se reincorporó al plantel y, a su estilo, quiso averiguar qué necesitaba la Verdeamarela para ser campeón.

“¿Con qué equipo es que vamos a jugar la final?”, preguntó la figura de Brasil. “Con Checoslovaquia”, le respondió uno de sus compañeros. “¿Cuál es Checoslovaquia?”, consultó de vuelta Garrincha.

“Es aquella selección que empató con nosotros en el segundo partido, aquel en el que se lesionó Pelé”, le indicó otro colega. “Ahh, aquellos que son grandes y fuertes pero no juegan nada”, resumió el jugador de las piernas chuecas.

La mañana del 17 de junio de 1962, Dos Santos amaneció resfriado. Hilton Gosling, doctor de la ‘Canarinha’, le suministró un golpe de analgésicos para bajarle los 39 grados de fiebre.

Medio aturdido, Garrincha ingresó al camarín del Estadio Nacional y le preguntó al técnico Aymoré Moreira: “Maestro, ¿hoy es la final?”.

Con una cara de espanto, y a coro con el resto de jugadores, le respondió que sí. “Ah, con razón hay tanta gente”, contestó, con una inocente sonrisa, el crack brasileño.