Presionado por las circunstancias, España respondió con una determinación formidable ante una situación límite contra Eslovaquia (0-5), a la que doblegó con la misma rotundidad que no tuvo ni contra Suecia ni contra Polonia, tan beneficiado por los errores de su adversario, con el ridículo gol del portero Dubravka como expresión máxima.

Como segunda de grupo, el cuadro hispana ahora deberá enfrentar, el lunes 28 de junio, a Croacia, tan irregular e imprevisible como España en la primera fase, pero aún subcampeona del mundo y con una estrella: el ingenioso Luka Modric.

Es la diferencia más reconocible del 0-0 de la primera jornada ante Suecia o al 1-1 de la segunda frente a Polonia en comparación con el triunfo ante Eslovaquia, sentenciado al borde del descanso por un cabezazo de Laporte, agrandado en el minuto 55 por Pablo Sarabia -promotor de tres de los cuatro primeros tantos-, aun más por Ferrán Torres en el 66, todavía más por Pau Torres en el 71 y de una contundencia evidente de principio a fin.

Sarabia fue uno de los cuatro cambios del once. También Eric García, Azpilicueta y Busquets. A tales variaciones sigue ajeno Morata, un delantero bajo la duda permanente en este torneo, en la que su ineficacia sobre la portería fue de nuevo visible y frustrante, por más defensa que haga Luis Enrique.

El delantero madrileño falló alguna oportunidad ante Suecia, erró unas cuantas más frente a Polonia y desaprovechó un penal contra Eslovaquia a los 10 minutos. Esta vez, no fue Gerard Moreno, el ejecutor fallido el pasado sábado, sino que Morata asumió el lanzamiento desde los once metros, tan seguro de sí mismo.

Su tiro a media altura lo adivinó Dubravka, que se lanzó a su derecha, que estiró las manos y que repelió el disparo para sostener el 0-0, por mucho dominio ejercido hasta entonces y después por España, que aún así resolvió el encuentro sin echar de menos la pena máxima. El ‘7’ fue cambiado en el minuto 65. Hubo pitos y aplausos.

Porque el fútbol no entiende de méritos, sino de goles. Es el único factor concluyente, irrebatible. Sin ellos, hubiera dado igual la posesión, la destreza con la que se movió en la presión la selección española, cuando la ejecutó o cuando debió superar la de su rival, o la velocidad con la que circuló la pelota. Incluso, las ocasiones que tuvo hasta entonces, hasta que desató la goleada.

Porque España, inaccesible hoy atrás, tuvo más para lamentarse antes de abrir el marcador. No fue sólo el penal de Morata, rehecho con un derechazo después desde fuera del área que despejó el guardameta, sino los milímetros que le faltaron a Azpilicueta y a Pedri para conectar centros que aparentaban ser ya medio gol.

Pero entre el síntoma prometedor que despiertan las ocasiones o entre la reiterada decepción que supone tal falta de efectividad, España se encontró de repente con un regalo impropio de este nivel: primero porque el central Satka entregó un balón a Sarabia; después porque el portero Dubravka se hizo un lío cuando sintió la presión de despejar una pelota llovida que había dado antes en el larguero.

Todo lo que no había sido capaz España de hacer antes, lo hizo el guardameta en un instante increíble, propio de otras categorías, quizá inducido por el sol en su visión; el único atenuante de un error mayúsculo, que recorrerá los resúmenes y quedará en las pifias para siempre de la actual edición del torneo. Era el minuto 30.

Aún antes del descanso, España sentenció. De nuevo su gol no se habría entendido desde ninguna perspectiva sin el demérito de su adversario, primero por cómo despejó un saque de esquina y después por cómo el portero fue a por un balón lateral que controló Gerard Moreno, cuyo giro y centro propuso la redención a Laporte. Señalado el otro día en el 1-1 de Lewandowski, esta vez fue él quien marcó. Su cabezazo lo alojó en la red con la sutileza que exigía la acción.

Al borde del intermedio, en tan solo 47 minutos, el asunto del resultado y la clasificación estaba zanjado. Ni Eslovaquia dio para más ni España lo permitió. Menos aún con el 0-3 de Pablo Sarabia, tan solo en el área como certero en su remate al envío de Jordi Alba. Luego llego el 0-4 de Ferrán Torres, de tacón nada más salir, y el 0-5 de Pau Torres, también recién ingresado al campo de cabeza.

Sólo quedaba mirar hacia el otro partido, hacia la capacidad de Polonia para empatar a Suecia, que ganó en el minuto 94. No lo logró. España es segunda de grupo. Ya está en octavos de final, ya se reconoce a sí misma y ya tiene gol, tan fundamental para sentirse de nuevo aspirante. Si es o no de nuevo favorita lo determinará cada partido. El lunes toca Croacia. Ya espera Luka Modric.