“Vamos a dejar la vida en la cancha”, dicen futbolistas y entrenadores antes de un partido bravo, dotando al juego de ese lenguaje bélico y de muerte que tanto enciende a los fanáticos recalcitrantes y que tantos titulares saca en los medios. Sin embargo, algunos trascienden las fronteras del lenguaje y literalmente dejan de existir por un partido de fútbol. Uno de ellos fue el escocés John ‘Jock’ Stein, el mentor de Sir Alex Ferguson y una leyenda del Celtic.

El 10 de septiembre de 1985, Stein usaba la última bala que tenía en el cartucho para ir al Mundial de México. Su selección viajó a Gales con la obligación de sacar al menos un punto si quería ir al repechaje con Australia. El estratega había jugado muchos partidos bravos en su carrera, pero los nervios lo estaban triturando antes de salir a jugar en el Ninian Park de Cardiff.

Para ese entonces, Stein tenía 62 años y un palmarés atiborrado de títulos. Su viaje por el fútbol arrancó cuando era un adolescente. Decidido a escapar de las minas de Lanarkshire, prácticamente el único destino laboral de los hombres de Burbank durante la posguerra, vio en el fútbol una manera de ganarse la vida. Era un mediocampista aceptable, sin el brillo incandescente de los cracks. Se paseó por el Albion Rovers, Llaneli Town y el Celtic FC, donde acabó su carrera profesional en 1956 por una lesión en su tobillo.

Se alejó del fútbol un tiempo y volvió en el ’60 para hacerse cargo de la reserva del Celtic, con la que le ganó una final al Rangers, el odiado rival de toda la vida. Pero el banquillo del primer equipo estaba vedado para Stein por su religión: nunca un protestante había dirigido a la institución católica más grande de Escocia.

Desembarcó en el Dunfermline Athletic, un equipo deprimido y acechado por la sombra del descenso tras cuatro meses sin ganar. Stein fue un bálsamo para el club. No necesitó de ningún tiempo de adaptación y recién asumido encadenó seis victorias consecutivas. En cuatro años construyó un equipo granítico, de pelear por mantener la categoría pasó a ganar una Copa de Escocia, su primer título oficial, y a luchar por entrar en competiciones europeas.

Tras un breve paso por el Hibernian, volvió a su amado Celtic en 1965. Los directivos de ‘The Bhoys’ decidieron que valía la pena romper la tradición para darle cabida a un hombre con la capacidad de Stein, al que le gustaba el fútbol ofensivo y complacer a la grada. “No serían nada sin esos tipos en las gradas. El éxito no es solamente ganar trofeos. El fútbol existe por el público y para el público. Un empate a cero puede, por razones técnicas, satisfacer a muchos entrenadores, pero, si no hay goles, las cosas no han ido bien para los aficionados y no podemos olvidarlos”, les decía a sus dirigidos.

Lo que vino después fue la mejor época en la historia del Celtic y los momentos más felices en la vida de Stein. Ganó nueves ligas consecutivas, seis copas y en 1967 dio el zarpazo continental al vencer al casi indestructible Inter de Milán de Helenio Herrera, la escuadra del ‘Catenaccio’. Europa y el mundo estaban a sus pies. Estuvo catorce años como amo y señor del Celtic, al irse dejó una frase que ponía a la luz lo que significaba su trabajo: “A diferencia de muchos otros, no puedo decir que Celtic es mi primer amor… pero sí puedo decir que es el último”.

Nunca lo sedujo mucho la idea de dirigir en Inglaterra, pero no podía negarse a los encantos de un grande con ansías de recuperar la gloria perdida. Firmó con el Leeds United. Su estancia en Ellan Road solo fue de 44 días. La selección escocesa tocó a su puerta y él no resistió la oferta. Dirigió a ‘The Tartan Army’ en el Mundial de España y ambicionaba un boleto para México ’86.

El último partido de su vida


El de Gales y Escocia
fue un encuentro bravo, con las tribunas enardecidas, sin florituras y muy trabado, propio de una final. Mark Hughes anotó muy rápido para los locales y disparó la angustia de Stein en la banca. Nadie le prestó mucha atención, estaban acostumbrados a verlo así.
Escocia no encontraba los caminos. Su superioridad técnica era mantenida a raya por el juego práctico de Gales. Por si eso no fuera poco, el legendario arquero Jim Leighton perdió un lente de contacto y tuvo que ingresar el suplente, Alan Rough. El partido se iba tiñendo de negro para los visitantes.

A los ’10 del segundo tiempo, Stein decidió mover las fichas del tablero. Sentía que necesitaba chispa y explosión en ataque, así que hizo ingresar a Davie Cooper por Gordon Strachan. Cuando el reloj marcaba ’81 del segundo tiempo, David Speedie sacó la viveza del barrio para hacer rebotar la pelota en la mano de Philips. El holandés Keizer no dudó en señalar el punto penal. Cooper tomó la responsabilidad y pateó a la izquierda del arquero Southall. Siguiendo la línea de lo que había sido el partido, el penal fue un suplicio de segundos interminables para Stein. El arquero alcanzó a arañar la pelota antes de que se metiera en su arco.

La alegría efervescente que impregnaba el banco visitante contrastaba con el rostro de ‘Jock’, que ya se sentía muy mal. Escocia tuvo dos ocasiones para asegurar el triunfo, pero las dilapidó. El sufrimiento del entrenador iba en aumento hasta detonar un ataque al corazón ante los ojos del técnico rival. “Vi como sufría el ataque. El árbitro pitó una falta y creo que él pensó que había señalado el final del partido“, expresó Mike England.

Se lo llevaron al camarín antes de que el partido acabara. Fue trasladado a un hospital pero murió. Unos meses antes de su fallecimiento, Stein había contratado a un joven Alex Ferguson como su ayudante. El futuro señor de Manchester contó años después que aguantó las lágrimas en Gales, pero que en Escocia no pudo contenerse.

“No derramé ni una lágrima hasta que regresé a Aberdeen. En el camino desde Glasgow, paré en un área de descanso y directamente me derrumbé… Para gente como yo, Jock fue el precursor de todos los logros y retos a los que teníamos que aspirar. Él nunca se quedaba con los elogios, siempre se trataba de los jugadores y del equipo. Esa generosidad lo dice todo de él. Para cualquier persona que busque mejorar su formación futbolística, Jock Stein era una universidad por sí solo“, dijo Ferguson.

La pasión desbordada le quitó la vida a Stein. Ya había tenido un ataque antes y no tomó nota. El entrenador de España, Miguel Muñoz, al enterarse de la noticia reflexionó y declaró: “vaya precio el del fútbol”.

Dieciocho años antes, luego de tumbar al Inter en la final de la Copa de Europa, el mítico Bill Shankly se acercó y le dijo “Eres inmortal”. Su muerte solo hizo más grande su leyenda.