Debeah y Victoria recorrieron muchos kilómetros para huir de Liberia. Querían escapar de las cruentas guerras civiles que destrozaron el país en los noventa y a principios de los dos mil, querían dejar atrás el olor a sangre y los recuerdos espinosos que los atormentaban. Avanzaron por el oeste de África hasta que lograron llegar a Ghana y fueron ubicados en Buduburam, un campo de refugiados. Allí entendieron que la lucha por la sobrevivencia puede convertir a los seres humanos en lo que más temieron ser. Allí, también, tuvieron a su hijo Alphonso.

“Teníamos que cruzar sobre cuerpos para ir a buscar comida. Fue muy difícil y peligroso. A veces la única manera para sobrevivir era llevando un arma encima y nosotros no teníamos ningún interés en disparar ningún arma”, declararon Victoria y Debeah al periódico británico The Sun.

Alphonso Davies vivió en el campo de refugiados hasta los cinco años. Sus padres, a través de un programa de viviendas, consiguieron una casa en Edmonton, Canadá. Cruzó el Atlántico sin entender mucho. Para que tuviera algo que hacer después del colegio, sus padres lo matricularon en “Free Footie”, una liga para niños que no pueden costear una mensualidad ni transporte. Allí lo descubrieron los Vancouver Whitecaps.

Escaló rápido en las inferiores y estalló con la incandescencia de una supernova. Se exhibió como un extremo que saca chispas, dueño de una gambeta endiablada, con desborde y con pegada. Fue el segundo jugador más joven en debutar en la historia de la MLS y ya acumula más de cincuenta partidos en la competición norteamericana. Obtuvo la ciudadanía y fue convocado al equipo nacional con solo 16 años.

Europa posó sus ojos en la joya que había salido de un lugar inesperado. El Real Madrid lo tuvo en carpeta, el Manchester United también, pero finalmente fue el Bayern Münich el que lo fichó por 11,2 millones de euros.

Sus mejores jugadas en Vancouver.

“Estoy muy feliz de fichar por el Bayern. De niño, siempre soñé con un momento como este. El sueño se hizo realidad. Ahora hay que seguir con el trabajo, tengo que darlo todo para aprovechar esta oportunidad”, declaró Davies posando con la camiseta del súper gigante alemán, levantando el pulgar y el meñique de ambas manos con una sonrisa infantil que le surcaba el rostro.

Carl Robinson salió de Canadá para iniciar su andar por las canchas de Inglaterra. Nunca llegó a convertirse en figura, pero en la Premier pudo palpar el tonelaje de alguno de los mejores jugadores del mundo. El hoy técnico de los Whitecaps cree que su pupilo tiene fútbol y físico para labrarse un nombre en la elite europea. Lo conoció con 15 años y quedó encandilado con su fútbol.

“Quería meterlo en el ambiente del primer equipo porque lo veía como un jugador enérgico y hambriento, que podía hacer frente a los hombres grandes, pero que tenía que ser enseñado más pronto que tarde”, explica Robinson. Para el ex mediocampista, Davies es capaz de hacer fácil lo difícil y complicarse en acciones de resolución simple. Ese es su gran problema, le falta entender mejor el juego. “Es falta de concentración”, asegura Robinson.

Cuando el próximo dos de noviembre cumpla 18 años, el contrato de Davies con el elenco bávaro se hará efectivo. En Alemania, a 6700 kilómetros del campo de refugiados de Ghana en que nació, y con la historia de sus padres como acicate para seguir, Davies buscará demostrar lo que puede hacer un refugiado con una pelota en los pies.