Una tiro cruzado, que trazó una parábola perfecta desde el borde del área para acabar en el ángulo y un violento zurdazo pegado al palo. Así firmó Richarlison sus primeros dos goles con la selección brasileña, algo que al propio delantero le hubiese parecido un disparate hace tres años. Ya le costaba creer que había salido de la segunda división brasilera para saltar a los pastos de la Premier League. Toda ha ido demasiado rápido. El chico de 21 años se labra un nombre en la intensa Premier League con goles y se atreve a soñar con ganarse un puesto en aquilatada delantero brasileña. Nada mal para un joven que pensó dejar el fútbol tras no parar de acumular frustraciones.

“No me alcanzan los dedos de las dos manos para contar el número de clubes que me han rechazado. Estuve a punto de dejar el fútbol, pero levanté la cabeza y me fui a Belo Horizonte sólo con el dinero del boleto de ida, para la última prueba que tenía en el América Mineiro. Si no pasaba, no tenía dinero para volver a casa, en Espíritu Santo, a 600 kilómetros de ahí. Di la vida aquella mañana y aprobé. Si hubiera desistido después del primer no, no hubiera llegado donde estoy“, relató el jugador en una entrevista concedida al Diario As.

Richarlison era otro niño pobre en Brasil que pateaba la pelota soñando con un futuro mejor para él y para los suyos. El fútbol le venía en los genes. Su padre tenía el mapa de la cancha en su cabeza y sabía dónde tenía que poner la pelota. Su tío, en cambio, era un goleador de sangre. Ellos fueron sus primeros ídolos, por lo que hacían en la cancha y por lo que hacían por él fuera de ella.

“Tuve que vivir en la casa de mi tío, porque quedaba más cerca de donde entrenaba y no tenía dinero para el autobús. Vendía golosinas y helados en la calle y trabajaba en el campo para ayudar a mis padres. No podía hacerlo de otra forma, porque todos estaban haciendo de todo para que yo pudiera realizar mi sueño de ser futbolista. He aprendido que uno necesita tener paciencia, persistencia y fe en las personas para alcanzar sus objetivos” agregó.

Alcanzó a jugar once partidos en las inferiores del América antes de subir al primer equipo. En sus dos primeros partidos como profesional metió dos goles y pegó al salto al Fluminense. Ahí consiguió los primeros llamados a las selecciones juveniles de Brasil. El Watford posó el ojo en Rio de Janeiro y se lo llevó a Inglaterra. Al principio el Reino Unido le parecía demasiado gris y frío, además, no entendía lo que hablaban los compañeros y le bajaba la nostalgia al recordar a su familia. Pese a todo, partió con tranco demoledor con las ‘Avispas’. Su rendimiento fue decayendo con el andar de la temporada, pero no fue impedimento para que el Everton lo fichase por 39,2 millones de euros.

“Mi año en el Watford fue de mucho aprendizaje. Pesó mucho el físico. Llevaba un año y medio sin vacaciones cuando llegué a Inglaterra, el verano de 2017 no pasé por la pretemporada porque estaba con la Brasil Sub-20. Fueron dos años y medio sin parar y en algún momento el cuerpo pasa factura. Este año he descansado, he hecho toda la pretemporada y con eso creo que puedo estar al mismo nivel durante todo el año”, contó.

No acusó recibo del cambio de Watford a Liverpool. Es el hombre en que los azules depositan sus esperanzas de volver a un torneo europeo. En tres partidos con los ‘Toffees’ lleva tres goles y mira su nombre en la tabla de goleadores de la Premier League. El habilidoso ariete del Liverpool, Sadio Mané, y el granítico atacante serbio del Fulham, Aleksandar Mitrovic, lo superan.

Dice que todo le parece un poco surrealista, que de niño soñaba con jugar en la Premier, pero que es raro ver su nombre en lo más alto de la tabla de goleadores. Tan raro como cuando conoció a Ronaldo, con el que se inspira antes de los partidos viendo videos en la tablet camino al estadio, o como cuando recibió una llamada de Edu Gaspar, director de selecciones brasileño. “Estaba en mi casa jugando videojuegos. Fue una sensación maravillosa, que espero vuelva a repetirse muchas veces”.

La noche del pasado martes en Maryland, Estados Unidos, exhibió su pólvora ante un rival menor como El Salvador. Para Brasil fue otra anodina goleada de oficina, para Richarlison no. Él cree que es el comienzo de algo más grande.