Puede que sea muy pronto para conocer los reales alcances, pero es indudable que la participación de Chile en el Mundial femenino marcará un antes y un después en el país.
En la primera vez que se llega a esta instancia, la Roja se fue de Francia con una histórica victoria y con la experiencia de haber enfrentado a las actuales campeonas del mundo, entre otras cosas.
El contexto no pudo ser mejor. Como nunca antes, el Mundial femenino ha estado cargado de reivindicaciones del género y a esto hay que sumarle un alto interés mediático, explicado en parte por los grandes cambios que está produciendo el movimiento feminista a nivel mundial.
La cancha se está equiparando y es algo que va más allá de lo monetario. Se trata de buscar igualdad de condiciones, de que las niñas más pequeñas se permitan soñar con algún día gritar un gol a estadio lleno o vestir los colores de la selección nacional.
El mensaje entregado por la brasileña Marta a las jóvenes de su país tras consumarse la eliminación del Mundial lo resume a la perfección: “el fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir. Lloren al principio para sonreír al final”.
Y eso ha sido hasta el día de hoy. Sangre, sudor y lágrimas. Mientras que el Mundial masculino se disputa desde 1930, las mujeres debieron esperar 61 años más para vivir esta fiesta deportiva. Es verdad que las sociedades van cambiando, pero ¿vale eso como una excusa válida para explicar la desigualdad?
El éxito no sabe de contextos. La culminación de un largo y difícil proceso que a ratos fue invisible en el país nos demuestra, una vez más, que talento hay de sobra y sólo falta apoyarlo.
Varias de las seleccionadas volverán a la competencia local con la sensación de estar despertando de un sueño. Pasarán de codearse con las mejores del mundo a una preocupante realidad que hoy tiene la opción de reivindicar años de abandono.
Gracias al esfuerzo anónimo y desinteresado de varias mujeres, la Asociación Nacional de Jugadoras de Futbol Femenino ha logrado importantes avances, como el seguro médico universal para todas las participantes de la competencia de primera y segunda división, dejando atrás años de autogestión, donde muchas debieron hacer rifas y beneficios para seguir luchando por sus sueños.
Hoy, la meta principal es clara: acelerar la profesionalización del campeonato nacional, incrementar la competitividad y fomentar en las escuelas la práctica de este deporte en las mujeres, porque el fútbol no tiene género y tampoco sabe de condición social.
Para las jugadoras ¿Qué se les puede decir que no se haya dicho en los últimos días? Que en sus cabezas resuene más fuerte el himno nacional que sobrecogió a todo el Parque de los Príncipes que el palo de Francisca Lara, injustamente criticada por un grupo de mal llamados hinchas.
Se vienen tiempos cruciales para el fútbol femenino en el país. Hay una oportunidad inmejorable para seguir haciendo las cosas bien, con mayor convicción y seriedad.
En el horizonte aparecen los Juegos Olimpicos de Tokio 2020 y este grupo de jugadoras ya demostró que todo es posible si se trabaja con pasión y convencimiento. Que la pelota siga rodando.