Durante los días previos al debut de Colo Colo en la Copa Libertadores, Pablo Guede se cansó de repetir una y otra vez que a este grupo de jugadores no le tenía que caer el peso de los malos resultados anteriores del Cacique. Lo que no se dio cuenta era que alguien se lo tenía que decir a él.

El entrenador argentino sucumbe a nivel internacional. Da vueltas y vueltas para encontrar un equipo y al final termina decepcionando. Sus números lo grafican: nueve caídas en su historial en la Copa y tres victorias, las tres con Palestino en 2015.

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En el partido con Delfín Guede se equivocó en el equipo que paró. Pecó en confiar en uno de sus futbolistas más destacados y desarmó su idea inicial, que era jugar con dos especialistas abiertos por las bandas.

Su afán de incluir a Jaime Valdés, de un mal momento en lo físico, fue el primer gran error del transandino. En un partido contra un equipo que se sabía que se iba a replegar atrás era importante la apertura de cancha por las bandas. Colo Colo sólo tenía esa posibilidad por la derecha con Óscar Opazo, ya que por la izquierda estaba Claudio Baeza quien no maneja el puesto.

La disposición de los jugadores en la cancha estuvo mal desde el arranque. De hecho, era primera vez que el Cacique jugaba de esa manera (con Baeza de lateral volante por la izquierda). En rigor, por más que sean los mismos nombres, Guede se arriesgó con un equipo “nuevo” en el tercer partido de Copa, lo que termina confundiendo a sus pupilos. Eso es inentendible.

Lo planificado era circular el balón hasta encontrar los espacios. De ahí su petición de paciencia -por tercera vez lo hace en su etapa en Colo Colo-, Guede no tenía visto salir a atacar con intensidad como el público albo hubiese querido. El partido lo pierde desde antes de jugarlo.

Y los espacios nunca lo encontraron. Hubo un cabezazo en el palo de Esteban Paredes y un zurdazo de Jorge Valdivia que pudieron cambiar la historia. Los jugadores de Colo Colo se dieron cuenta que lo planificado no estaba resultando y el nerviosismo se apoderó de ellos. El ordenado Delfín aprovechó eso y a la media hora comenzó a agarrar confianza.

El entretiempo era clave para revertir la mala imagen que había dejado el equipo en el Monumental, pero Guede no le apuntó con el cambio. Pasó a línea de cuatro al sacar a Julio Barroso por César Pinares y el sacrificado Baeza pasó a ser el lateral por izquierda.

Si venía de jugar con cuatro defensores contra Católica y arrancó con tres ante Delfín era porque no estaba seguro de esa forma de juego. Nunca quiso iniciar con una línea de a cuatro ante los ecuatorianos, por lo que el cambio táctico en el segundo tiempo pareció que no estaba dentro de lo planeado.

Para más remate, el gol vino de un frustrado despeje de Claudio Baeza. Recién el minuto 67 con el ingreso de Gabriel Suazo Colo Colo tuvo un equipo como para “competir”.

Suazo abrió la cancha y tuvo un remate que fue desviado al córner por el portero y un suave cabezazo donde la mejor opción era pasársela a Paredes. De esa manera el Cacique pudo llegar con algo de peligro al área del conjunto ‘cetáceo’, pero todo estaba cocinado desde antes.

El argentino vio a Delfín como un rival más de lo que era e ideó un partido pensando en frenar las virtudes de los ecuatorianos (por ejemplo los contragolpes) y olvidó que la mejor forma de ganar es sacando provecho de las potencialidades de los suyos. Al parecer, Guede tenía en mente un partido para ganarlo por la mínima. Muy poco.

Quizás no tiene a los jugadores para proponer un ritmo intenso, pero suponemos que con un juego similar a la última etapa del Cacique en el Transición a lo menos no lo perdía, a lo menos.

Lo de Guede ayer en el Monumental fue una aberración a la historia del club. Su temor a la Copa Libertadores le hizo cambiar su alineación y dejó al descubierto la poca respuesta que tenían los jugadores con su esquema. Lo de ayer fue una ‘Guedeberración’.