No se trata de exculparlo, ya que el fútbol es un deporte colectivo donde las responsabilidades se reparten. Tampoco un ejercicio chovinista, porque no creo que todo lo chileno sea bueno, como reza el dicho. Pero cada vez es más evidente para quienes siguen a menudo la campaña de Arsenal que las diferencias entre las actuaciones de Alexis Sánchez y la gran mayoría de sus compañeros de equipo.

Es que lo ocurrido ayer en el duelo ante Bayern München por Champions League fue el último de los ejemplos de la falta de competitividad de los ‘Gunners’ en cada torneo. Un 1-5 que, salvo un partido ‘loco’ en la vuelta, parece haber sentenciado su suerte en la máxima cita continental otra vez, sin que demuestre algún grado de avance que logre entusiasmar a sus hinchas y prensa.

En cada partido decisivo va quedando más en evidencia que Alexis se queda solo al momento de competir. Un destello de Özil por acá, algún gol salvador de Giroud o Walcott por acá. Todo a cuentagotas, sin consistencia. Quizás se pueda rescatar la regularidad de Cech, el potencial de Bellerín o las buenas respuestas la mayoría de las veces de Mustafi, pero es poco. Muy poco para un equipo que es poderoso económicamente.

Eso último es un dato importante. En algún momento, los resultados mediocres se justificaron en que los ingresos del club estaban destinados a la construcción del Emirates Stadium. Eso ya pasó y el dinero está, pero no se invierte, demostrando que desde dirigencia y cuerpo técnico no hay ambición de romper la inercia y apostar por algo más.

Arsenal se ha transformado en una parodia de si mismo. Un club que celebra estar en puestos de clasificación a Champions al final de cada Premier League. Y si es arriba de su clásico rival Tottenham, mejor. Pero competir en serio por el título local, hace años que no pasa y no parece haber incomodidad, salvo en los hinchas que ven como las celebraciones pasan por su lado. Algunos apuntan a Arsene Wenger, un entrenador que le cambió la cara al juego de los londinenses y los llevó a pelear en serio con un sello reconocible a principios de los 2000, pero que en cada temporada va perdiendo el crédito.

En ese contexto, Alexis enfrenta quizás si la última gran decisión para su carrera. En 2018 termina su contrato y aún no logra un acuerdo con Arsenal para renovarlo, en un conflicto donde el club no se decide a darle un aumento considerable de sueldo para igualarlo con las otras grandes estrellas de la Premier League. Una determinación que están en su derecho de no tomar, pero que muestra la escasa ambición de la institución, que no apuesta por asegurar a su máxima figura, el que ha tirado del carro mientras otros flaquean.

El tocopillano puede partir de Londres en junio próximo, si decide no extender su vínculo. A los 28 años, firmará probablemente su último contrato grande en el fútbol europeo y debe elegir qué hacer: seguir como figura excluyente de un club que no parece apostar en grande o intentar sumar éxitos en otra escuadra, donde quizás no tenga el rótulo de estrella central pero si le permita celebrar al final de cada ciclo.

Es cierto, ningún club asegura el título. Pero algunos permiten estar más cerca del éxito que otros y Arsenal no parece ser de ellos. Por eso, para que no desperdicie el nivel más alto de su carrera, donde está mostrando su madurez como futbolista en cada juego, Alexis debe partir. Ya está, lo intentó, entregó todo y no le podrán reprochar nada, pero su aventura en Londres no dio para más.