Luis Resto y Billy Collins Jr. Esos dos nombres y su pelea de 1983 tienen un lugar reservado en lo peor de la historia del boxeo y el deporte en general.

El Madison Square de Nueva York fue el escenario para el combate al que llegaban a un entonces promisorio Collins quien, para los entendidos de la disciplina, se perfilaba como el campeón del momento; y un Resto que poco tenía ya para ofrecer.

La carrera del puertorriqueño había tenido un meteórico ascenso luego de superar a Anthony Daniels en el mismo escenario de Manhattan un tiempo atrás pero, con la misma velocidad de subida, cayó en una seguidilla de derrotas que casi sepultaron su carrera.

En él solo confió Carlos ‘Panamá’ Lewis, un exitoso agente que vio en Resto a un campeón que nadie más encontró y del cual todos, incluso el propio boxeador, dudaban de sus golpes.

Pero luego de un par de victorias con su nuevo manager en la esquina, el chico que se crió entre pandillas del Bronx volvió a creer en sí mismo y volvía al Madison Square para enfrentarse al ‘chico dorado’.

Collins Jr. y Resto (Mundo Deportivo)
Collins Jr. y Resto (Mundo Deportivo)

El favorito

Collins Jr. era el principal aspirante al título superwelter. Había disputado 14 combates y los ganó todos, 11 de ellos por nocaut. El boxeo corría por sus venas, ya que su padre también probó suerte en los cuadriláteros aunque no con tanto éxito como su hijo.

Pero, para ir por el cinturón, le faltaba un empujón. Así es como se agendó la pelea contra el puertorriqueño, quien serviría como sparring para darle al luchador de sangre irlandesa la confianza necesaria para un combate por el título.

El 16 de junio de 1983 el Square estaba abarrotado de fanáticos del boxeo quienes, además de la pelea entre Collins y Resto como preliminar, querían ver el combate por el título superwelter entre Davey Moore y Roberto ‘Mano de piedra’ Durán.

Todos en el recinto, salvo tres personas, creían que Billy no tendría problemas para quedarse con la victoria. Pero su rival, ‘Panamá’ Lewis y un narcotraficante de cocaína con una millonaria apuesta sabían lo contrario.

Mundo Deportivo
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¡”Revisen sus malditos guantes”!

Con la campana inicial empezó el escándalo. El reparto de golpes entre ambos fue parejo pero, antes del final del primer round, el rostro de Collins ya estaba irreconocible por la hinchazón.

“Es mucho más fuerte de lo que esperaba, mucho más fuerte”, aseguraba el favorito a su incrédula esquina, quienes veían a Resto intacto. Claramente, algo no iba bien.

El puertorriqueño siguió golpeando en el rostro y cuerpo, provocando un daño nunca antes visto de parte de un púgil reconocido por sus golpes.

El irlandés soportó los 10 asaltos pese al evidente daño físico y la victoria de Resto se conoció con los puntajes. El peleador por el que nadie daba un peso había derrotado al ‘chico dorado’.

Consumada la victoria del puertorriqueño, éste se acercó a Billy para felicitarlo y darle el beso de Judas. En ese momento, el padre del derrotado se dio cuenta que algo no estaba bien con los guantes de Resto: no tenían relleno.

“¡Sus guantes, sus guantes, todo el relleno está fuera de sus malditos guantes!”, comenzó a gritar Collins padre, lo que llevó al árbitro de la pelea a acompañar al equipo de Luis a su camarín.

Allí, según explicó en el documental “Asalto en el ring”, recién se percataron que estaban manipulados. Lo peor, sin embargo, recién se conoció 25 años después de la confesión del propio Resto: tenía las manos enyesadas con escayola.

ARCHIVO | Mundo Deportivo
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Consecuencias fatales

Las consecuencias ya eran irreparables. Collins Jr. sufrió un desgarro del iris y vería borroso de por vida. Nunca más volvió a pelear, ya que arriesgaba perder el ojo, y su carrera llegó a su fin.

El irlandés se lanzó a la bebida, perdió a su esposa e hija recién nacida y su padre comenzó una seguidilla de juicios que no llegaron a buen puerto. No consiguió ninguna compensación económica, pero mandó a Resto y ‘Panamá’ Lewis a la cárcel por 30 meses a cada uno.

Billy, en tanto, no logró escapar de sus vicios y falleció el 7 de marzo de 1984, nueves meses después de la pelea, cuando estrelló su coche contra un barranco luego de una noche de bebida.

Luis, por su parte, perdió de por vida su licencia para boxear. Con los años se supo que la triquiñuela se llevó a cabo por la millonaria apuesta de un traficante de cocaína que se reunió con Lewis.

“No te preocupes, yo arreglo esto con los guantes”, dijo entonces el agente, quien no encontró contraposición de parte de su peleador más influenciable y menos talentoso.

Resto puso fin a la peor pelea de la historia con un simbólico gesto cuando, a los 61 años, visitó la tumba de su rival y pidió perdón a su familia: “Lo siento por lo que le hice”.

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