El pasado 24 de marzo, se confirmaba el último secreto a voces en el deporte: los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se postergaron un año a causa de la pandemia del coronavirus.

Algunos atletas festejaron la decisión, ya que les abre una puerta para decir presente en la cita de los cinco anillos al tener tiempo para dejar atrás sanciones o lesiones. A otros no les gustó tanto ya que, por edad, les complica aguardar un año más.

Donde permanecen impávidos es en Rusia. En el país europeo siguen abogando para revertir la sanción de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), que los castigó sin poder participar en citas olímpicas y eventos mundiales por cuatro años (hasta 2024).

Lo anterior en respuesta a la falsificación de miles de datos y pruebas de casos sospechosos de doping positivo, enmarcados en el escándalo de dopaje que estalló en 2015 y reveló un sofisticado plan para que deportistas rusos consumieran sustancias prohibidas sin ser descubiertos.

Esta enorme trama, que involucra a agentes de estado, servicios secretos y al mismísimo presidente Vladimir Putin, tiene a un hombre como principal responsable: Grigory Rodchenkov.

La vida de Rodchenkov parece la de un personaje de ficción y, por lo mismo, se asemeja un poco a la de Walter White y su alter ego ‘Heisenberg’, protagonista de la aclamada serie Breaking Bad.

En ella, el personaje interpretado por Bryan Cranston utiliza sus conocimientos como profesor de Química para incurrir en el mundo de las drogas y dejar dinero a su familia, mientras un cáncer terminal provoca estragos en él.

Rodchenkov nació el 24 de octubre de 1958 en Moscú y destacó como atleta pero, según él, consumió todas las sustancias ilícitas posibles. Fascinado por las reacciones que generaba en su cuerpo, lo llevaron a estudiar y Química y conseguir un doctorado en Cinética química y Catálisis en la Universidad Lomonosov de la capital rusa.

Kirill Kudryavtsev | Agence France-Presse
Kirill Kudryavtsev | Agence France-Presse

Un imperio de sustancias

Grigory llegó en 1985 a trabajar al laboratorio de la Agencia Antidopaje Rusa (RUSADA), en Moscú, pero se retiró algunos años para regresar en 2006, donde tomó las riendas de la lucha contra el doping.

Sin embargo, y según cuenta él mismo en el documental Ícaro (disponible en Netflix), al mismo tiempo que lideraba la RUSADA vendía sustancias ilícitas a atletas con la promesa de que, con él al mando, los test nunca resultarían positivos: “Say my name”.

El imperio de Rodchenkov, sin embargo, comenzó a desmoronarse. En 2010 se descubrió que él y su hermana, Marina Rodchenkova, traficaban productos dopantes y ella pasó un año y medio en prisión, mientras Grigory fue internado en un centro psiquiátrico luego de un intento de suicidio.

Cuando el director de la RUSADA volvió a su labor, los casos de doping positivo en deportistas rusos se habían disparado. Sin Grigory al mando, y con la presencia de esteroides de menor calidad en el mercado, ya no había manera de pasar desapercibido.

La ola de casos y los rumores que apuntaban a Rodchenkov llegaron, según contó él, a oídos del presidente Vladimir Putin, quien solicitó una reunión con el mandamás de la RUSADA.

Según confesaría luego Rodchenkov, desde el Gobierno tenían en mente que los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, los que ellos organizarían en 2014, fueran los más exitosos para el olimpismo ruso. Pero para eso necesitarían de la experiencia del exatleta.

Así, Grigory desarrolló un sofisticado cóctel de sustancias ilícitas que los atletas consumían y elaboró un detallado calendario y sistema para que, en los laboratorios de Moscú, ningún deportista arrojara positivo.

En Sochi, en tanto, el laboratorio que se dispuso para la cita olímpica, y que dirigía el propio Rodchenkov, fue construido con paredes dobles, túneles secretos y un sistema que permitía engañar a los funcionarios de la AMA y el Comité Olímpico Internacional (COI) que trabajaban en el lugar.

Así, en horas de la noche, agentes secretos rusos ingresaban al recinto e intercambiaban las muestras de orina contaminadas de los atletas locales por otras limpias, no dejando rastros del consumo de sustancias prohibidas.

Y el plan tuvo resultados. Primeros en el medallero con 11 preseas doradas, 11 de plata y 9 de bronce, Sochi fue el mejor resultado para Rusia en los Juegos Olímpicos invernales. La mentira, sin embargo no duraría mucho en caer.

David Goldman | Agence France-Presse
David Goldman | Agence France-Presse

Si no huyo, Putin me matará

Cuando en Rusia aún celebraban sus logros en Sochi, en Alemania el imperio construido por Rodchenkov comenzaba a desmoronarse. La cadena ARD publicó en reportaje que ponía en jaque los resultados del laboratorio antidopaje de Sochi y de la RUSADA, aún al mando de Grigory.

Desde el Gobierno ruso responsabilizaron al director de su programa antidoping, desligándose de las acusaciones que los vinculaban con los casos positivos en sus deportistas. Así, el exatleta pasó de ser quien golpeaba las puertas a estar en verdadero peligro.

Temiendo por su vida, Rodchenkov partió a Estados Unidos. “Si no huyo Putin me matará”, avisó a sus cercanos antes de viajar a Norteamérica, donde un amigo lo ayudó a instalarse y agendar los primeros contactos para dar a conocer su verdad temiendo terminar en prisión.

La investigación de la AMA continuó su curso y aprisionando al gobierno ruso, que decidió ‘limpiar’ la RUSADA pidiendo la renuncia de casi todo el personal.

Entre ellos estaban Nikita Kamaev, sucesor de Grigory, y la de Vyacheslav Sinev, quien también estuvo a cargo de la agencia antidoping rusa. Ambos fallecieron -en sospechas circunstancias- de ataques al corazón con 12 días de diferencia.

Ya en Estados Unidos, Rodchenkov cedió una entrevista a The New York Times donde contó cómo construyó y cayó su imperio del doping. Además, entregó detalles a las autoridades y pasó a formar parte del programa de testigos protegidos del FBI.

La última aparición de Grigory fue en 2018, cuando fue entrevistado por BBC con el rostro cubierto por un pasamontañas. Pocos saben cómo está su rostro actualmente, ya que se sometió a una cirugía plástica por temor a morir.

“Si yo no hubiera escapado de Rusia, ahora mismo estaría en una tumba, por supuesto. Es simple”, sentenció Rodchenkov en la citada entrevista.

BBC
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