“Dije que la vida era una broma, no que la broma tuviera gracia”, The Comedian, Watchmen. Una definición bastante acertada de lo que a veces parece ser la vida. Quizás al suboficial del ejército húngaro, Karoly Takacs, le hubiese encontrado gracia, pues claramente la misma le tendió un verdadero mal chiste.

Takacs nació el Budapest el 21 de enero de 1910, y no solo fue un hombre de armas, ya que también se destacó por ser un destacado deportista olímpico.

De hecho, el búlgaro fue la estrella del equipo nacional que consiguió el campeonato mundial en tiro con pistola rápida. Sin embargo, la vida le tendría preparada una terrible noticia que echaría, al comienzo, toda su carrera por la borda.

En su país es un verdadero héroe del deporte, y lo perfilan como seguro ganador de la medalla de oro en los próximos Juegos Olímpicos. Pero en mayo de 1938, mientras realizaba un ejercicio militar, una granada defectuosa estalla en su mano derecha, y la pierde. Era su mano de tirar.

Su mundo se derrumbó. Permaneció hundido en un hospital militar, sumido en la soledad de una habitación. Al ser dado de alta ya no es como antes. Abandona el edificio cabizbajo, triste y amargado, sabiendo que sus sueños como deportista se habían quedado atrás, gracias a esa granada.

Si bien para Takacs estaba todo perdido, el entrenador Laszlo Torok pensó totalmente lo contrario. “Puedes aprender a tirar con la mano izquierda”, le dijo. El suboficial respondió: “Soy derecho, no podría”.

El entrenador no se iba a rendir con su pupilo, y le insistió. “Pero ya no tienes la mano derecha. Ésa es la realidad. Prepárate para el campeonato nacional”.

“Es imposible. Es en menos de un año”, respondió Karoly.

Pero si fue posible. Nuestro deportista entrenó de manera ardua, 24 horas al día. Cada noche, antes de irse a dormir, se para frente al espejo y repite la posición de apunte para darle resistencia a su nuevo brazo ‘bueno’.

Ha pasado un año y el húngaro está listo para competir en el campeonato nacional. Al llegar, sus compañeros lo saludan con afecto, pensando que Karoly iba a verlos competir.

Sin embargo, la sorpresa fue grande cuanto este les dijo que participaría del torneo. “No vine a verlos competir”, les dice, “vine a competir con ustedes”.

Y para sorpresa de muchos, Karoly gana el campeonato nacional.

Ahora, por el título olímpico

Tras coronarse campeón nacional, su entrenador le propone un nuevo reto, ir por el oro en la próxima cita olímpica. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial estalla y en septiembre de 1939 los alemanes invaden Polonia.

Los Juegos Olímpicos de 1940 y los de 1944 se suspenden. Todos a combatir.

Años después, en 1945, la guerra termina y de a poco comienza la reconstrucción. El deporte vuelve a nacer y se propone que en tres años más Londres sea sede de una cita olímpica.

Llega la fecha y Takacs ya tiene 38 años. No tiene ilusiones de participar y ya piensa en el retiro, pero nuevamente su entrenador le impulsa a continuar. “Si aprender a tirar con la mano izquierda no fue obstáculo para ti, la edad lo será menos en Londres”, le dijo.

Un día antes de la prueba de pistola rápida a 25 metros, le presentan al húngaro al argentino Carlos Valiente. Venía de una notable racha. El año pasado se había coronado campeón mundial en el Campeonato Mundial de Tiro.

Con 31 años, quería ganarlo todo.

Al verlo, Valiente se sorprende: ¿Qué hace usted aquí? Takacs le responde: “Vengo a aprender”.

El día de la prueba llegó, y en la última serie, cuando Karoly se dispone a levantar el brazo, accidentalmente la pistola se dispara. Una desafortunada situación comparable solo con aquella maldita granada que le quitó su mano derecha.

Rápidamente los argentinos reclaman. “¡Cuenta como disparo!” ¡No cuenta! Responden los húngaros. Tras una larga discusión, los jueces desechan la protesta oficial de los trasandinos y Takacs acierta de manera fantástica sus cinco tiros sumando 580 puntos, 10 más que Valiente. Campeón olímpico y plusmarquista mundial.

Ya en el podio, el argentino le sonríe y le dice: “Capitán, usted ha aprendido lo suficiente”.

Cuatro años después, en Helsinki 1952, y con 42 años de edad, Takacs conquista el bicampeonato olímpico. En esa oportunidad Valiente termina cuarto y una vez más le dedica unas palabras a su rival.

“Capitán, usted ha aprendido mucho…Es tiempo de que se retire y me enseñe a mi”, le dijo.

Pero eso no sería todo, ya que en Melbourne 1956 el húngaro vuelve a participar, finalizando octavo. A la edad de 56 años decide retirarse.

Al regresar a su natal Budapest muchos son los obsequios y homenajes, “pero ninguno se acercaba a lo que yo más quería. Así que decidí darme mis propios regalos: tres manos derechas diseñadas especialmente para esquiar, nadar y boxear”.