Edson Puch está de vuelta. Esta vez con un objetivo claro, definido. Regresar a la Roja es lo que lo entusiasma. Pero no sólo eso. Quiere demostrarles a todos que Universidad Católica no se equivocó en ficharlo. Que él no es uno más, que su talento es único, ese que movilizó a muchas personas que apostaron por él cuando era pequeño, aquellas que hicieron lo imposible para pavimentar su camino hacia el fútbol profesional y que lo llevaron a convertirse hoy en día en el refuerzo más rimbombante del balompié nacional.

“Puch es un jugador de categoría, tarde se dio cuenta de que pudo ser al menos el mejor de América, no en una oportunidad sino dos o tres veces”, cuenta Rubén Escobar a El esférico está rodando (texto original de Nicolás Maureira) , antiguo veedor de Huachipato y principal responsable de la llegada del delantero al conjunto de Talcahuano.

Edson Raúl Puch Cortés nació el 9 de abril de 1986, en Iquique. Y como dice la jerga, prácticamente con la pelota debajo del brazo. Desde muy pequeño empezó a demostrar sus dotes con el balón. Su primer equipo de barrio fue el Club Libertad. Después se desempeñó en al menos tres clubes amateur de la ciudad nortina: Colegio Deportivo (Code), Club Ramón Estay y Sportiva Italiana. Su camino hacia el profesionalismo, eso sí, estaría a 2 mil 258 kilómetros al sur del país.

Su primera escuadra profesional fue Huachipato. Ascendido al primer equipo por Arturo Salah, su debut llegó en 2005. Pero ¿cómo fue que este joven delantero oriundo de Iquique fue a parar a Talcahuano? La historia se remonta al verano de 2002 en Los Ángeles y vistiendo la camiseta de la selección de Arica.

Nacional Juvenil en Los Ángeles, el nacimiento de una estrella

A finales del 2001 y luego de la final regional que le ganaron al Iquique de Puch, el presidente de la Asociación de Fútbol de Arica (AFA), Claudio Ruminot, fue hasta la casa de los padres del jugador con una sola intención: quería que el rápido atacante se integrara a la selección ariqueña que iba a representar a la región de Tarapacá en el Campeonato Nacional sub-15 de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur (ANFA), cuyas sedes eran Los Ángeles y Mulchén. El evento estaba programado desde el 11 hasta el 26 de enero de 2002.

Así lo cuenta el entrenador Mario Gutiérrez, ayudante técnico del combinado de Arica que participó en el Nacional. “Edson Puch no quería venir porque lamentablemente la historia dice que entre Arica e Iquique hay mucha rivalidad de

por vida, por lo que tuvo que ir el presidente de la Asociación para hablar con los papás y traerlo. Gracias a eso se integró con nosotros”, señaló.

Arica quedó en el grupo B con sede Los Ángeles junto a Punta Arenas, San Pedro de la Paz y Puerto Aysén. Con el torneo en marcha, rápidamente comenzó a destacar un nombre. “Esa noche fue fantástica. Lo vi con una velocidad bastante interesante para la edad que tenía. Se desplazaba en la cancha y parecía una gacela. Hacía fácil ver el fútbol, porque con la velocidad física y mental que tenía dejaba prácticamente ‘pagando’ a sus compañeros, ya que se encontraba frente al arco y no tenía a quién entregar el balón. Era demasiado rápido”, relata Escobar al recordar uno de los partidos de Puch en el campeonato.

Arica fue la sensación de la primera fase. Tres partidos disputados y tres ganados. Triunfos a San Pedro de la Paz (3-2), Puerto Aysén (3-1) y Punta Arenas (4-2). Puch era figura y goleador.

“Edson Puch, goleador del torneo hasta el momento con cuatro conquistas, es un niño tímido, pero dentro de la cancha demuestra todo lo contrario ya que es encarador, rápido y muy hábil”, fue la descripción que hizo el diario La Tribuna de Los Ángeles en una nota sobre las jóvenes promesas del certamen.

“Tenía una alegría para jugar al fútbol, una habilidad con la pelota en los pies, velocidad, cambios de ritmos, las tenía todas. Lo reflejaba siempre cuando estaba arriba, hacía mucho daño en la ofensiva”, agrega Gutiérrez.

Escobar, emisario Huachipato que prestaba servicios a la institución, quedó maravillado con el chico. Y sin tener injerencia en las decisiones del club, se acercó a la joven promesa para indicarle una propuesta.

“Fui a hablar con él al camarín. Era un chico distante, no sé por qué no me creyó que trabajaba en Huachipato. Me dio poca importancia, pero lo dejé invitado para que nos encontráramos al día siguiente en Los Ángeles. Al mediodía nos sentamos en los bancos de la plaza y le empecé a preguntar de su vida, él me contó la profesión de sus padres y que tenía esta actividad del deporte metida entre ceja y ceja, me dejó claro que quería ser un jugador a otro nivel. Y ahí fue cuando le ofrecí si podía acompañarme a Huachipato”, revela.

En la segunda fase se volvieron a armar grupos y esta vez a Arica no le fue bien. Derrotas con Quillota y Los Ángeles y un empate con Punta Arenas dejaron a los pupilos de Rubén Álvarez (entrenador titular) y Gutiérrez fuera de la competición, frustrados por no hacer valer la chapa de favoritos. Con el dolor de la eliminación, los jóvenes ariqueños emprendieron vuelo rumbo al norte menos uno. El teñido Puch, el veloz, el talento, el que jugaba con la número 7 tenía otra prueba de fuego. Un Mundialito en Panguipulli pero vistiendo los colores de Huachipato.

Escobar tuvo una ardua lucha para convencer a los entrenadores del fútbol joven de La Usina para que subieran a Puch al bus (también viajó Nery Veloso, arquero que defendió a Los Ángeles en el mencionado Nacional sub-15). Ya en el campeonato, el joven iquiqueño no necesitó de más ayuda. Su rapidez, talento, explosión, jerarquía y personalidad eran argumentos de sobra para que el club hiciera los esfuerzos en incorporar a este diamante en bruto a sus divisiones inferiores.

“Fue un torneo trampolín para él. Anduvo bien, hizo goles. Demostró que era un buen jugador, que era goleador y cuando llegamos acá (a Talcahuano) ya estaba integrado a nuestra categoría del año 86. Gratos momentos vividos con él, de gran calidad humana. Muy contento de haber colaborado para que él tuviera un largo camino en el fútbol que es exitoso hasta el día de hoy”, cuenta Alejandro Padilla, técnico que dirigió a Puch en el Mundialito de Panguipulli y posteriormente en la sub-17 de Huachipato.

El buen nivel del iquiqueño llamó la atención de varios de los otros equipos que jugaron el campeonato, tantos nacionales como extranjeros. Universidad de Chile y Newell’s Old Boys preguntaron por el ariete. Los dirigentes del cuadro argentino se lo querían llevar a Rosario. Incluso hubo una ocasión en que Puch alcanzó a probarse la camiseta rojinegra. Al final no quedaron en nada.

Su madre Blanca Cortez, que ya se encontraba en Pitrufquén (se alojaron en esa ciudad) acompañando a su hijo tras viajar en avión desde el norte, se inclinó por dejar a su retoño en Talcahuano, casi a regañadientes, triste por tener que separarse de su hijo pero feliz por verlo cumplir sus sueños.

Huachipato terminó segundo en el Mundialito, pero el resultado fue lo de menos. El fichaje de Edson Puch quedó como lo más positivo de la gira. En él estaban puestas las esperanzas de muchos de los entrenadores que cimentaron su camino hacia el profesionalismo, que siempre le vieron condiciones para triunfar en grande.

“Yo creo que le irá bien (en Católica), pienso que él tiene todas las cualidades, por supuesto que a veces tiene que ver con el medio, los compañeros, sistema, pero él reúne todas las condiciones para ser un aporte en el fútbol chileno. Le deseo mucha suerte”, añade Padilla.

La historia de Puch en las divisiones inferiores es otra, su adaptación, su paso al primer equipo y su rebeldía seguramente será contada más adelante. El exjugador de Universidad de Chile y Necaxa está hoy en Universidad Católica con una meta clara que cumplir, una revancha personal y un anhelo para todos aquellos que se la jugaron cuando el campeón de la Copa América Centenario era un niño que soñaba con algún día deslumbrar en las canchas de nuestro país