Para nadie es secreto que la selección nacional de fútbol acumula una larga lista de actos de indisciplinas.

Y es que desde su creación el combinado se ha visto envuelto en uno que otro escándalo mediático, con o sin la intención de parte de los propios jugadores, lo que no ha hecho más que alimentar los debates en torno a la responsabilidad que deben tener quienes vistan la camiseta chilena.

Uno de ellos, tal vez el más desconocido dentro de nuestra historia, es el que tuvo cabida en la sexta edición del Sudamericano de Río de Janeiro en 1922 (actual Copa América).

Por ese entonces la oncena local estaba a cargo del uruguayo Juan Carlos Bertone, quien tres meses antes de la cita llamó a una concentración en la ciudad de Quillota, dando así inicio a los preparativos que le permitirían afrontar de la mejor manera el desafío.

El inicio fue esperanzador, ya que en el primer cruce los chilenos igualaron por la cuenta mínima ante los dueños de casa. No obstante, el relajo del buen debut hizo que los futbolistas bajaran los brazos y cayeran ante Uruguay (0-2), Argentina (0-4) y Paraguay (0-3), despidiéndose tempranamente del torneo.

La derrota dolió y pronto se hizo sentir. Una acalorada discusión entre Enrique Abello, referente del equipo nacional, y Serafín Guerra, dirigente de lo que es hoy la ANFP, encendió la chispa y terminó por quebrantar los ánimos en la ‘Roja’.

Eso sí, nadie sabía que lo peor aún estaba por venir. Y es que en el trayecto de vuelta, a la altura de Mendoza y Los Andes, se desató la furia y el primer y más grave acto de indisciplina en la historia del fútbol criollo.

Según datallaron algunos registros, producto de la pena originada por la caída Enrique Abello comenzó a beber alcohol al interior del tren sin cuidado alguno.

En un principio la situación no había indignado a nadie, o eso hasta que al delantero no se le ocurrió nada mejor que comenzar a imitar a Bertone, su profesor, delante de todos los pasajeros.

“Si Abello no cesa en sus insultos, no voy a responder de mí”, indicó a viva voz el estratega, a lo que Armando Zanelli, jefe de la delegación, respondió “pero si viene borracho.¡Trate de contenerse!”.

Pero contenerse fue lo que menos pudo hacer el charrúa, quien sin pensarlo se paró de su asiento y le lanzó un duro golpe al jugador. Como era de esperar este último no se quedó de brazos cruzados y respondió con un certero ‘puñete’ en el mentón de su maestro, dando inicio así a una monumental gresca dentro del tren.

La pelea pudo haber quedado ahí, entre las paredes de esos viejos vagones. Sin embargo, el informe elaborado ante el Consejo Superior de Fútbol, una vez que se llegó a suelo local, se hizo circular como ‘pan caliente’ por los periódicos de la época que no dudaron en hacer un festín con el material.

Esto último, sumado a las especulaciones que se crearon en torno lo sucedido, obligaron a que el jugador debiese alzar la voz para explicar el porqué de la situación.

“Nos trataba como un capataz a sus inquilinos”, acusó Abello según detalla el libro “La Roja: Historias de la Copa América” de los periodistas Carlos González y Braian Quezada.

“Ábranle las maletas, vienen llenas de vestidos para su mujer. Los ha comprado con el dinero que se ha apropiado y que es fruto de nuestro esfuerzo”, agregó el mismo futbolista.

Mientras que Bartone, el técnico de la ‘Roja’ que un día se trenzó a golpes con un jugador, poco y nada señaló. Prefirió desaparecer del mapa y quedar aquí, entre los registros de los peores actos de indisciplinas del fútbol local.