“Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. Así presentó Carlos Dittborn (dirigente chileno y organizador del Mundial de 1962) la idea de querer organizar una copa del mundo en nuestro país.

Dos años antes, en 1960, Chile había sufrido la catástrofe de un potente terremoto y, a pesar de la tragedia, el gobierno nacional le manifestó a la FIFA su intención de organizarlo.

Rápidamente el recién electo presidente de la República, Jorge Alessandri Rodríguez, comenzó un proceso de reconstrucción del país y se habilitaron cuatro sedes y estadios donde se llevaría a cabo la justa deportiva: Santiago, Arica, Viña del Mar y Rancagua.

La mesa estaba servida y solo faltaba que llegaran los invitados. Así, el 30 de mayo de 1962 se dio el puntapié inicial al primer y único mundial que se ha realizado en Chile.

El ‘condoro’ de los italianos

Como pasa en cada mundial, Chile se llenó de hinchas y periodistas de todas las nacionalidades, quienes habían arribado para seguir cada detalle de su selección.

El 2 de junio de 1962 La Roja disputó su segundo partido ante Italia, en el estadio Nacional, en un duelo que pasaría a la historia por un polémico tema que ocurrió fuera del campo de juego.

Resulta que en la previa del encuentro, dos periodistas italianos que se encontraban en nuestro país cubriendo el mundial, Antonio Ghirelli y Corrado Pizzinelli, escribieron una lacerante nota en el diario Il Resto de Carlino, donde destruyeron a la sociedad chilena, sobretodo a Santiago.

“… esta capital, que es símbolo triste de uno de los países subdesarrollados del mundo y afligido por todos los males posibles: desnutrición, prostitución, analfabetismo, alcoholismo, miseria… Bajo estos aspectos Chile es terrible y Santiago su más doliente expresión, tan doliente que pierde en ello sus características de ciudad anónima. Barrios enteros practican la prostitución al aire libre: un espectáculo desolador y terrible que se desarrolla a la vista de las ‘callampas’, un cinturón de casuchas que circundan las ya pobres de la periferia y habitadas por la más doliente humanidad. (…) Que se entienda bien, no son de origen indio. El 98% o 99% de la población chilena es de origen europeo, lo que nos hace decir y pensar que Chile, en el problema del subdesarrollo, tiene que colocarse a un mismo nivel que los países de Asia o África, pero que aquí, por la formación de su población, la regeneración es mucho más grave que en los casos citados. Los habitantes de esos continentes no son progresistas, estos son retrógrados.

Santiago es un campeón de los problemas más terribles de América Latina”, rezaba parte del artículo.

La crónica fue reproducida por El Mercurio y como era de esperar, el pueblo chileno reaccionó con furia ante tales palabras, una falta de respeto que la selección italiana pagaría con creces.

Tras la publicación, en Chile se creó un ambiente de hostilidad que se acrecentó de cara al partido. Los periodistas italianos debieron abandonar el país por temor a represalias, y el campo de entrenamiento de ‘La Azurra’ fue apedreado.

De hecho, un periodista argentino fue apaleado en un bar tras ser confundido con uno de los reporteros responsables del artículo.

“Batalla se Santiago”

Italia sabía que el clima era hostil y salió al campo de juego del estadio Nacional con claveles blancos y los lanzaron al público. Los chilenos respondieron al gesto devolviéndolos a la cancha.

Con toda esta previa se sabía que le duelo sería una batalla. Y no destiñó.

Recién a los 12 segundos del pitado inicial llegó la primera falta, y a los 7′ ya había un expulsado para los italianos: Giorgio Ferrini se iba a las duchas por una fea entrada a Honorino Landa.

El jugador se negó a abandonar la cancha y a los policías nacionales les tomó ocho minutos sacarlo del césped.

Y a los 38′ llegaría una de las acciones más recordadas y rememoradas en la historia de nuestro balompié nacional.

El mítico Leonel Sánchez (hijo de un boxeador profesional) corría por la banda izquierda cuando Mario David lo mandó al suelo. El nacional se quedó con el balón en los pies y el italiano comenzó a patearlo.

El árbitro no cobró nada y el chileno, furioso, se paró y le rompió la nariz con un tremendo puñetazo. Sorpresivamente el juez no le llamó la atención al chileno, pero sí a David, quien minutos más tarde sería expulsado por una patada voladora al mismo Sánchez.

El partido, que terminó 2-0 a favor de Chile, fue un festín de patadones, tacles y escupitajos, y fue catalogado como la ‘batalla de Santiago’ por la prensa internacional.

Un corresponsal de la BBC graficó con exactitud como fue ese cotejo. “La exhibición de fútbol más estúpida, espantosa, desagradable y vergonzosa, posiblemente, en la historia de este deporte”.

Robert Vergne, autor del libro de oro de la Copa del Mundo, describió el partido como “el ejemplo tipo de partido afrentoso, horroroso, incluso insoportable”.

“No estaba arbitrando un partido de fútbol, estaba actuando como un juez en maniobras militares”, confesó el propio árbitro del encuentro, el inglés Kenneth George Aston.

La FIFA tampoco se quedó atrás y señaló que “aunque experto conocedor de la guerra al haber sido teniente coronel durante la Segunda Guerra Mundial, el partido de la capital santiagueña (sic) superó sus peores pesadillas”.