No es novedad que, a lo largo de la historia, fútbol y política han cruzado caminos muchas veces. La romántica idea de que ambos mundos no deben mezclarse choca contra la realidad, donde el vínculo entre ellos deriva en apoyos gubernamentales para eventos privados o ‘saltos’ desde el balompié al servicio público (y en sentido contrario, también) son solo algunos ejemplos de lo contrario.

Pero, en ese contexto, pocas veces la relación mostró una influencia tan notoria de la política sobre el fútbol como en 1973, cuando Chile vivió una crisis absoluta que derivó el abrupto final del gobierno de Salvador Allende a manos de la Dictadura Militar, luego de llevar adelante el Golpe de Estado en septiembre de ese año.

El camino que comenzó a recorrer el país a partir de esa jornada marcó a generaciones de chilenos, pero también dejó una ‘huella’ en la selección chilena masculina. Una evidentemente menos dolorosa, pero llena de historias y mitos sobre un enfrentamiento deportivo clave: la llave ante la Unión Soviética por un lugar en la Copa Mundial ‘Alemania 1974’.

Perú quedó en el camino, pero el ‘Golpe’ llegó de frente

El camino al Mundial 1974 comenzó un año antes, cuando el seleccionado nacional quedó ubicado con sus similares de Perú y Venezuela, en el Grupo 3 de las Eliminatorias Sudamericanas. Pero rápidamente empezaron los giros en la historia, ya que los venezolanos se restaron de participar, por lo que chilenos y peruanos se medirían en un ‘mano a mano’ para seguir en carrera.

El primer duelo se disputó el 29 de abril en Lima, con triunfo ‘albirrojo’ por 2-0. Mismo marcador por el que la escuadra nacional, dirigida por Luis Alamos, venció en mayo en Santiago, con goles de Luis Ahumada y Julio Crisosto. Ante la paridad, todo se definió en un tercer partido en cancha neutral, que fue el Estadio ‘Centenario’ de Montevideo el 5 de agosto y que finalizó con un 2-1 a favor de la ‘Roja’, con tantos de Rogelio Farías y Francisco ‘Chamaco’ Valdés.

Superados los peruanos, ahora deberían enfrentar un repechaje ante un equipo europeo, que terminó siendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), ganadora del Grupo 9 de las clasificatorias del ‘Viejo Continente’ y cuyo poder político, como era conocido, era dominado por el Partido Comunista. Un dato que cobró relevancia cuando el presidente Salvador Allende fue derrocado en el ‘Golpe’, transformando a Chile de un país aliado a un contrario al régimen soviético, justo unas semanas antes de que se comenzará a disputar la llave de repesca.

Moscú, la URSS de Blokhin y el partido que fue un ‘privilegio’ de pocos

El primer encuentro entre soviéticos y chilenos quedó fijado para el 26 de septiembre, a disputarse en el Estadio Central Lenin (actual Estadio Luzhniki) de Moscú. Es decir, durante 15 días los selecionados chilenos sumaron a las preocupaciones por el devenir de sus cercanos en la incipiente dictadura, la preparación de un partido de fútbol en condiciones político-sociales como mínimo particulares.

Los trabajos en suelo chileno fue breve, ya que el equipo fue autorizado a viajar el 17 de septiembre. ¿El destino? México, donde comenzaría una gira de preparación con partidos ante el seleccionado local (victoria 2-1) y el equipo Neuchatel Xamax (triunfo 1-0) en Suiza. Atrás quedaban las dificultades en Chile, como por ejemplo jugadores ‘observados’ por ser simpatizantes de la Unidad Popular, como Carlos Caszely o Leonardo Véliz.

Ahora enfrentaba la parte con más dudas del viaje: acercarse a Moscú. En París se unió Elías Figueroa, quien abandonó Brasil desafiando los deseos de los dirigentes de Inter de Porto Alegre. “Me subí al avión con lo puesto y a través de una radio le dije a mi familia ‘voy a Moscú y vuelvo"” contó en su oportunidad ‘Don Elías’ a La Tercera. En la sede del encuentro, tanto el zaguero como Caszely fueron retenidos en el aeropuerto: el primero por no contar con visa y el ‘Chino’, por no coincidir la fotografía del pasaporte con su aspecto del momento.

La delegación pasó los días concentrada, esperando el día 26, cuando saltaron a la cancha del Estadio Lenin ante 60 mil espectadores para enfrentar a la URSS, comandada por Oleg Blokhin, referencia del ataque y estrella del fútbol europeo. Un partido donde la ‘Roja’ ejecutó un certero plan defensivo, basado en la sólida dupla de defensas centrales compuesta por Figueroa y Alberto Quintano y un esfuerzo encomiable de cada jugador.

El 0-0 obtenido en Moscú no solo le permitió tomar una pequeña ventaja a Chile. También fue el marcador de un partido que pasó a la historia por la falta de registros gráficos disponibles. Algunas fotos se fijan como ‘prueba’ de la disputa del encuentro, además del trabajo plasmado en el libro “El partido de los Valientes” (Axel Pickett, 2003), que reconstruye los hechos con testimonios de protagonistas del hecho.

En 2016, un reportaje de Canal 13 dio a conocer una serie de datos y fragmentos de programas de televisión rusos emitidos en la década del 2000, los que ratificaron que fue el gobierno de la URSS el que decidió impedir que queden registros, transformándolo en un partido ‘que nadie vio’.

Un triunfo ante ‘nadie’ que valió un Mundial

Sellado el empate en la ida, la preocupación ‘futbolística’ del equipo chileno pasó al 21 de noviembre, cuando se disputaría la vuelta en Santiago, específicamente en el Estadio Nacional, que en ese entonces ya había pasado a convertirse de un recinto para la práctica deportiva en un centro de detención y tortura, como logró establecerse en el Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.

Esa fue una de las condiciones que hizo que la localía chilena fuera puesta en duda. A ello se sumaba la obvia ruptura de relaciones diplomática entre ambos países, además de la negativa soviética a permitir que su selección viajara a Chile. De hecho, testimonios posteriores lograron determinar que existía la instrucción previa al partido de ida de que la URSS debía ganar y golear a la ‘Roja’, ya que eso permitiría no presentarse en el Nacional, perder por 0-3 según establece el reglamento e igual conseguir la clasificación. “Como terminó en empate, ya no tenía sentido. Igual no iríamos a Chile” señaló el encargado del equipo rival, Viktor Ivonin, en declaraciones que posteriormente recogió El Mercurio.

El testimonio antes señalado se conoció mucho después de 1973. Las cosas en ese año, específicamente en noviembre, no eran tan claras y, a ojos de todos, la sede de Santiago estaba en duda, pero desde la Junta Militar no pretendían cambiarla y tampoco en FIFA se mostraron proclives a ello. Como ‘alternativa’, la organización envió una comisión a revisar las condiciones en que se encontraba el Estadio Nacional, aprobándolo para la disputa del partido, pese al uso que se le daba como campo de concentración.

Desde la URSS cumplieron su amenaza, no enviaron a su equipo y Chile estaba reglamentariamente clasificado al Mundial 1974. Pero FIFA llevó un paso más allá la situación y exigió que la ‘Roja’ entrara a la cancha del Estadio Nacional ese 21 de noviembre y marcara un gol, ante cerca de 15 mil espectadores.

La (bochornosa) imagen quedó para la historia: el equipo chileno partiendo desde el círculo, recorriendo el campo de un rival inexistente y marcando un gol ante arco vacío. Apenas unos segundos, que para Leonardo Véliz fue “una charada. De una falsedad absoluta. Va contra toda filosofía deportiva, la esencia del deporte. Va contra todo eso. Nunca he entendido por qué la FIFA tomó esa determinación (…) Estábamos compungidos, había pesadumbre, angustia. Pero no podíamos hacer otra cosa que defender a nuestro país“, en declaraciones a Diario Marca.

Ese gol marcó el nacimiento del ‘partido fantasma’. Luego, la selección chilena enfrentó a Santos de Brasil y cayó 0-5, poniendo el sello a una jornada y una serie marcada por las circunstancias sociales y políticas.