A Chile, históricamente, se le da bien Venezuela. Con muchas goleadas incluidas, como el 1-4 de la primera rueda, la ‘vinotinto’ pocas veces ha puntuado ante la escuadra nacional. Sin embargo, los ‘llaneros’, en su momento, hundieron a la ‘Roja’ en el fango, en una de las crisis futbolísticas más penosas de su historia. Acá te presentamos lo mejor y lo peor de Chile ante Venezuela.
La noche más feliz de Iván Zamorano
Chile peleaba un lugar para el Mundial de Francia´98. Luego de rescatar un valioso punto en la altura de La Paz, tenía que batir en Santiago a Venezuela, rival que en primera fase le había empatado, resultado que terminó con el estratega Xabier Azkargorta fuera del banquillo.
Los llaneros salieron a jugar sin complejos a la cancha del Monumental. Nada de reventar la pelota o colgarse del travesaño. Siempre buscando al compañero e intentando avanzar en bloque, hicieron pasar más de un susto a Nelson Tapia. Chile lucía frágil, vulnerable en defensa. Le costaba asociarse. Pero Iván Zamorano disiparía todas las dudas que el juego colectivo del equipo instaló en los primero minutos.
Esa noche, sin Marcelo Salas a su lado, “Bam Bam”se transformó en el faro ofensivo del equipo. El por entonces delantero del Inter de Milán anotó tres goles en una ráfaga explosiva y aplacó el ímpetu venezolano.
A los 19’ se coló raudo entre los dos zagueros visitantes para rematar de cabeza un centro que Claudio “Diablo” Núñez puso en el punto penal. A los 27’ se encumbró en el área chica para cazar un pivoteo de Pedro Reyes tras un tiro de esquina. Cinco minutos más tarde, Marcelo “Toby” Vega resolvió con su habilidad de potrero una jugada en la que se había complicado solo y lanzó el centro. Zamorano se anticipó a todos en el área chica y con un grácil toque de zurda firmó su triplete.
El artillero continuaría con su festín personal. Recién iniciado el segundo tiempo, Vega y José Luis Sierra se combinaron en mitad de cancha, el “Coto” abrió a la izquierda para Núñez, quien encaró hasta encontrar el momento preciso para filtrar la pelota a Zamorano. El 9 tuvo todo el tiempo para amortiguar la pelota con su pecho y rematar de zurda ante un Rafael Dudamel más preocupado de reclamar un fuera de juego que hacer algo de oposición. A esa altura, Venezuela ya no mostraba reacción alguna, solo esperaba el pitazo final.
Pero Zamorano siguió atormentando la zaga llanera. Se movía incansable por todo el frente de ataque, las pedía todas y no dudaba en gatillar apenas veía el flanco abierto. Estuvo cerca con un cabezazo y un mano a mano con Dudamel. Hasta elevó un tiro penal.
El quinto gol de Chile llegaría por un cabezazo a boca de jarro de Pedro Reyes, a los ‘66. El equipo bajó la marcha, pero el ex Real Madrid aún no estaba satisfecho. Tuvo su quinta diana de la noche, sin embargo, Dudamel nuevamente le paró un remate a quemarropa. Pero de tanto buscar, acabaría encontrando premio. Un pelotazo largo pilló mal parada a la defensa visitante, Zamorano apareció solo al borde del área y aprovechó la alocada salida del golero para coronar su faena goleadora. “Olé, olé, olé, olé, Bam Bam, Bam”, retumbaba con fuerza en Pedrero. Esa fue la noche más prolífica del capitán con la selección, goles que allanaron el camino rumbo a Francia.
Humillación venezolana en el Nacional
A pesar de que Chile estaba penúltimo en la tabla y venía de perder siete partidos consecutivos, el ánimo del plantel estaba a tope para recibir a Venezuela rumbo a Corea y Japón 2002. La selección chilena, un par de días atrás, había brillado ante Francia en el partido despedida de Iván Zamorano en la selección. Frente a la campeona del mundo y la Eurocopa, los nacionales se impusieron por 2-1.
En medio del clima triunfalista, Venezuela, que por ese entonces era conocida como la “Cenicienta” de Sudamérica, no representaba ningún peligro. Era el rival ideal para repuntar, para “sacarse los balazos”. Si días antes se venció al equipo de Zinedine Zidane con autoridad, a Venezuela se le iba a arrollar.
“Había un ambiente especial. La gente, nosotros, todos. Nos agrandamos porque le ganamos a Francia. Nos creíamos Brasil y se nos olvidó que éramos Chile“, recordó el defensor Jorge ‘Potencia’ Vargas en una entrevista concedida a La Tercera.
Ese 4 de septiembre de 2001, el exitismo desmesurado dio paso al nerviosismo una vez iniciado el cotejo. Chile estaba estancado. Sin fluidez y sin ideas, solo se aproximaba al arco de Dudamel a través de esporádicas maniobras de Cristian Montecinos. Venezuela, en cambio, con mucho orden y mucha movilidad en medioterreno, asustaba con contras veloces que estuvieron cerca de terminar en gol.
Conforme avanzaban los minutos aumentaban la angustia y la frustración. En las gradas y en la cancha. La selección apelotonaba gente en ataque sin poder dar con el gol que pusiese las cosas en su lugar.
A los 56’, Juan Arango encontró solo a Ruberth Morán en la banda izquierda. El atacante arremetió a toda marcha contra la portería de Nelson Tapia. Su zurdazo cruzado y rastrero fue apenas desviado por el golero, pero el rebote le cayó a Ricardo Páez, quien en su tercera gran ocasión de la noche no perdonó.
Solo seis minutos más tarde se consumaría la hecatombe. Chile pierde la pelota saliendo, Arango presiona, recupera y con una fina maniobra queda frente al arco chileno. El volante, a la larga el mejor jugador venezolano de la historia, definió con tranquilidad por debajo del cuerpo de Tapia. El grito abigarrado de la pequeña barra visitante penetró en cada rincón de un Nacional silente y anonadado.
“No lo podía creer. Nos entraban por todos lados y no podíamos hacer nada. Yo escuchaba en la cancha a los más experimentados, como Nelson Tapia, y decían que no sabían qué estaba pasando”, rememoró Vargas.
Chile, impotente y desquiciado, fue a buscar el descuento. Lo tuvo con Pablo Galdames, Reinaldo Navia y Rodrigo Tello, aunque también estuvo cerca de sufrir un tercer gol. El público gritaba irónicamente “olé, olé, olé”, cada vez que los venezolanos tocaban la pelota. Esos gritos sardónicos se transformaron en un feroz abucheo cuando los jugadores se retiraron de la cancha. Ya en el vestuario, el técnico Pedro García renunció al cargo.
“El silencio que hubo en ese camarín fue impresionante. Nadie podía creer que perdimos con Venezuela”, contó el “Choro” Navia. La “Vinotinto” nunca antes había ganado de visita un partido de eliminatorias. El equipo más débil de Sudamérica, en teoría, había humillado a Chile en su casa y lo condenó a lo más hondo de la tabla.
En 2009, Venezuela volvió a sumar en Santiago: le lograron sacar un empate al equipo de Marcelo Bielsa, que venía como locomotora a toda marcha. Sin embargo, en su última visita fueron apaleados con un rotundo 3-0 ante prácticamente el mismo equipo que enfrentará el martes.