El arquero José Quezada tuvo su último trabajo como futbolista en Cobreloa, en 2019, y en plena pandemia, ante la ausencia de oportunidades, decidió ir a trabajar a la Feria de Lo Valledor. Lamenta que muchas personas del fútbol le den la espalda en momentos difíciles, cuenta que estuvo al borde de la depresión, aunque es optimista.

En entrevista con AS Chile, Quezada, de 30 años, asegura que “Yo solo pido que alguien confíe en mí, nada más. Soy bueno para entrenar, responsable, el primero en llegar y el último en irme”.

Cuenta que ha golpeado varias puertas pero que no lo han llamado. Explica que no trabaja con representantes por una mala experiencia y cree que eso le ha jugado en contra.

“A principios de año, cuando te llaman de clubes, que te quieren, y después se caen las negociaciones, duele. Uno se reprocha varias cosas. Estuve mal, casi cerca de estar con depresión, no querer salir de la casa. Pero con la ayuda de mi familia, mis papás, salí adelante. No vivo mal, así como que nos falte el pan”, comenta.

Sobre las oportunidades, añade que en una ocasión “Hablé hasta con el preparador de arqueros de uno de ellos (de los equipos), que me conoce de chico y que me quería. Pero resulta que a las dos semanas, uno esperando con la ilusión, llegó un arquero ‘x’ que lo manejaba el mismo representante que tenía el técnico. Esas cosas me han pasado mucho, y al final duele”.

Quezada, que se formó en Palestino y ha jugado también en Unión Española, Magallanes y Cobreloa, lamenta el momento que vive actualmente, pese a estar agradecido de su nuevo trabajo.

En ese contexto, sobre los futbolistas, agrega que “Es una forma de vida. Uno recibe un sueldo, pero no todos son millonarios. Uno necesitaba trabajar. ¿Pensar en el retiro? A los 30 años, es duro pensar en eso. Si resulta algo para este campeonato, bien. Si no, tendré que dar un paso al costado”.

“La gente me dice que ‘qué lindo es el fútbol, me gustaría ser futbolista’, pero yo les digo que ‘sí, es bonito, pero solo los domingos’. No saben todo lo que se vive dentro del rubro”, complementa.

Sin embargo, lejos de resignarse, el arquero espera por una oportunidad mientras trabaja vendiendo frutas y haciendo fletes.

“Me levanto a las 3:30 de la mañana y a las 5:00 ya hay que estar trabajando en la feria. Veo si alguien quiere limones o paltas, vendo, tengo que hacer entregas como una especie de flete, y ahí me voy ganando mis propinas también. Cuando me dieron la primera, fue algo nuevo”, finaliza.