Dennis Bergkamp conduce la pelota cerca del círculo central cargado hacia la derecha. Está volviendo al ruedo después de tres fechas de suspensión en una fría noche de marzo en Saint James Park. Van diez minutos y su equipo, el Arsenal, empata sin goles contra el Newcastle.
El holandés ve pasar a Robert Pires por la izquierda y cambia de frente. ‘Le Bob’ engancha hacia dentro y conduce con calma, con la pelota pegada al pie y la vista arriba, evaluando la mejor opción de pase. Los jugadores de las “Urracas” vuelven al compás del contragolpe, pero nadie sale a apurarlo. Bergkamp acelera el tranco rumbo al área y levanta la mano pidiendo la pelota.
Pires lo ve marcando la diagonal. Amaga a uno y otro lado hasta que logra filtrar el pase. La pelota viene fuerte y le queda atrás al ‘Capitán Frío’. Un defensor lo atosiga a sus espaldas. “Entonces pensé, necesito otra idea. Podría haber ido por el camino fácil, controlar la pelota y jugar para atrás. Pero sentía que el defensor se acercaba y la velocidad del balón me podía ayudar. Cuando estaba a diez metros tomé la decisión de darme vuelta”, relata el mundialista en su biografía.
Bergkamp da inicio a la poesía de lo no imaginado. Acomoda la pelota con un sutil toque con el pie izquierdo e inmediatamente gira hacia su derecha con los brazos abiertos para equilibrarse. Un movimiento tan fino como el de un bailarín de ballet y tan mortal y preciso como el de un espadachín.
Nikos Debizas vio pasar la pelota por un lado y por el otro a un hombre que había detenido el tiempo. Jugador y pelota se encontraron a espaldas del defensor. Debizas se barre como último recurso, pero ya le habían ganado la posición.
Shau Given sale tan rápido como la sorpresa le permite y se planta en la raya que delimita el área chica. Bergkamp, sin necesidad de acomodo, abre su botín derecho y, de primera, pone la pelota mansamente contra el palo para sellar un gol de fantasía. Su acción fue plasmada en un óleo titulado el ‘Arquitecto de Espacios’.
La celebración es tan fría como la definición. Para él, un mago sin sonrisa, la máxima felicidad reside en sacar tres puntos de un estadio que en la previa parecía rodeado de un aura inexpugnable. Para el resto, en cambio, es la belleza condensada en cosa de segundos. Ese sol pasará a ser un instante eterno que quedará acoplado a la retina de todos los que deambulan por las canchas mendigando una ‘linda jugadita’, como decía Eduardo Galeano.
“Para ser honesto, yo nunca estuve cien por ciento seguro de que Bergkamp quiso hacer lo que hizo”, expresó el defensor griego.
Ese 2 de marzo, los ‘Gunners’ se impusieron de visita al Newcastle por 0-2. A final de temporada, Bergkamp –junto a Thierry Henry, Patrick Viera y Sol Campbell- se coronó campeón de la Premier League. Su gol fue el poster de la campaña. Hasta hoy se le recuerda. Más de medio millar de personas lo escogió el mejor gol en los 25 años de existencia de la Premier League en una encuesta realizada recientemente por la BBC. Ni la impresionante volea de Yeboah contra Wimbledon o la monumental chilena de Wayne Rooney en el clásico de Manchester pudieron con la armoniosa ilusión del atacante de los londinenses.
“Recuerdo ese tanto como algo increíble, y no fue solo un muy buen gol, ya que fue muy importante para nosotros. Lo disfruté mucho”, narró el entonces, y todavía, técnico del Arsenal, Arsene Wenger.
Pero para Bergkamp no fue un gol ‘puro’, como muchos lo han definido. En su biografía afirmó que si Debizas hubiese dado un paso atrás habría anticipado el movimiento. Para él, fue cuestión de azar. Sacó el único recurso que le quedaba y le salió una maravilla.
“La forma más rápida de alcanzar la pelota era ir por la izquierda en vez de la derecha. El gol se vio un poco especial o raro o lindo, pero para mí era la única opción, la más rápida. Y la definición era tratar de poner la pelota lo más lejos posible del arquero, para que no la alcance. Todo el movimiento fue, probablemente, imperfecto. Podría haber salido muy mal, pero esa vez funcionó”, afirmó con su habitual tono imperturbable.