El lunes se anunció que el premio al jugador del año en la Premier League inglesa iba para N’Golo Kanté. El mediocampista defensivo del Chelsea, que ya había sido distinguido por sus pares, ahora era ratificado como el mejor de todos por la prensa inglesa.

Ni las gambetas de Alexis Sánchez, ni los goles de Harry Kane, ni la irrupción volcánica de Dele Alli han podido impresionar tanto en el “país de la rosa” como el inconmensurable despliegue defensivo del francés.

“Con tan buenos jugadores en el Chelsea y en la Premier League, ser elegido futbolista del año por la asociación de periodistas de este país representa una gran orgullo en mi carrera”, comentó el futbolista de 26 años, con la humildad que, hasta ahora, siempre ha mostrado en sus declaraciones públicas.

Kanté está en el punto más alto de una ascensión rocosa y muy inclinada. De hecho, el pasado viernes conquistó su segunda Premier League consecutiva. Es titular en su selección. Las loas hacia él vienen concatenadas y no cesan. Muchos lo compararan con el también francés Claude Makelele y no pocos especialistas piensan que es el mejor mediocentro del mundo.

El futbolista de origen malí nació y se forjó en el barrio Géraniums, en la periferia parisina. En el club Pateu, con seis años, empezó a patear la pelota. “Era un niño dotado técnicamente, podía quedarse jugando fútbol hasta medianoche”, recuerda Cyril Martin, responsable del club. “Su trabajo y su perseverancia demuestran que todo es posible. Regresa a menudo para entregar copas a los jóvenes del barrio, pero es tan humilde que no ha querido que le pusiéramos su nombre al torneo”, agrega.

A los once años, el futbolista en ciernes firmó su primera licencia federativa en el Suresnes, equipo que tenía el estadio a cien metros de su casa. Allí no se demoraron en notar que el niño tenía un talento especial, pero, en vez de ensalzarlo, lo obligaron a trabajar más duro que cualquier otro.

“En los entrenamientos, siempre le ponía en los equipos más débiles pero nunca decía nada ni se quejaba”, afirma Piotr Wojtyna, responsable de formación del club. “Con doce años, le coloqué con los chicos de catorce. Era muy trabajador, no uno de esos jugadores que regatean a todo el equipo rival, aunque tenía la técnica y la potencia necesarias para hacerlo”, rememora el entrenador.

Kanté mostraba aptitudes físicas extraordinarias. Con doce años ganó una carrera de croos que reunió a 300 niños en Rueil. Era rápido y resistente, pero algo le faltaba a ojo de los reclutadores franceses: altura. Su metro con 69 centímetros impidió que fuese aceptado en el Centro Nacional de Fútbol de Clairefontaine. Por la misma razón lo rechazaron Rennes, Sochaux y Lorient. Cuando tenía trece años fue escogido como el mejor jugador de un torneo y el trofeo que le dieron era más grande que él.

Kanté sabía que si quería ser profesional tendría que pelear a la contra. Encajó las negativas con resignación y las transformó en una motivación para trabajar aún más duro. “No lo vivió como un fracaso y simplemente nos dijo que no estaba listo todavía. Me impresionaba su capacidad de análisis. Jamás mostraba ningún desánimo y siempre mantenía un espíritu positivo. A menudo repetía: ‘Si tiene que llegar, llegará. Mi trabajo es dar el máximo’”, recuerda Wojtyna.

Aún no era mayor de edad, pero el entrenador del primer equipo del Suresnes, Tomasz Bzymeck, lo puso bajo su tutela. La escuadra estaba en la novena división nacional. Ante jugadores que lo superaban en físico y en edad, el mediocampista no se amilanó y anotó quince goles en la campaña.
En 2010 el US Boulogne, en segunda división por ese entonces, le ofreció un contrato de aficionado. Era poco dinero y tendría que jugar con el filial, en la sexta categoría del fútbol galo. Pero a Kanté eso le parecía mucho y, por primera vez, dejó su hogar para emprender rumbo a la costa norte de Francia. Se pasó dos años con el filial hasta que lo sacaron del destierro. Todos los días recorría en scooter un kilómetro de ida y otro de vuelta para llegar a los entrenamientos, además, compatibilizaba el rigor el fútbol con sus estudios de técnico en contabilidad.

“Fue complicado para él. Había días que se quedaba con hambre”, rememora Christophe Raymond, su entrenador en Boulogne. “Estaba alojado en un albergue de juventud y no ganaba mucho dinero. Además, las tiendas estaban cerradas cuando acababa de entrenar. Pero nunca se quejó ni nunca le pidió nada a nadie”, agregó el estratega.

Kanté había logrado captar la atención de equipos de mayor alcurnia. Varios lo quisieron, pero fue el Caen, de la segunda división, el que consiguió su ficha. Allí lo esperaba Patrice Garande, el estratega que lo hizo retroceder en la geografía del campo para ubicarlo como volante de contención. En su nueva posición, Kanté brilló como no había brillado nunca y fue la topadora que ayudó al equipo a volver a la elite. Su correr efervescente enamoró a los asistentes al Estadio Michel d’Ornano a tal punto que le dedicaron una canción que resultaría premonitoria: “Apenas llegados a Ligue 1/Ya nos lo quieren robar/Los ingleses/Los españoles/Ya podéis correr/Que nunca le atraparéis”.

Clubes de toda Europa pidieron precio por él. El País de España informó que el jugador fue ofrecido al Real Madrid, pero Florentino Pérez lo desestimó. El jugador, sin mucha prensa, no encajaba con el perfil de jugador que él suele fichar. El sprint final fue entre dos clubes: el Olympique de Lyon y el Leicester. El club inglés puso aproximadamente 8 millones de euros y se quedó con el jugador. El presidente del club, Jean Michel Aulas, fustigó al volante con unas declaraciones que al finalizar la temporada volverían sobre él con la fuerza de un boomerang. “En el caso de Kanté, ¿prefiere jugar en un equipo de la zona baja de Inglaterra o jugar la Liga de Campeones con el OL? Habrá que preguntárselo”.

Lo que vivió Kanté, y el Leicester, fue una historia de cuento de hadas. Claudio Ranieri había armado un plantel que evitara la angustia por el descenso del curso anterior, pero pasaban las fechas y el Leicester estaba en lo más alto de la clasificación. Uno a uno iba tumbando a los grandes que le salían al camino. Jaime Vardy y Riyad Mahrez, las dos puntas filosas del equipo, se llenaban de goles y portadas de diarios. Kasper Schemichel se lucía con atajadas de postal. Pero el que sostuvo al equipo, con silencio y sin fanfarria, fue Kanté.

“Este jugador, Kanté, corría tanto que pensé que tenía una batería escondida en su pantalón“, explicó en su día el técnico italiano. “En los entrenamientos no para de correr. Tuve que decirle: ‘Hey, N’Golo, frena un poco. Frena. No corras detrás de cada balón, ¿vale?’. Me respondió: ‘Sí, jefe. Sí. Vale’. Diez segundos después, me giré y le vi corriendo otra vez. Le dije: ‘Un día, te veré centrar la pelota y rematarla tú mismo con la cabeza’”.

Kanté era el acorazado que blindaba la última línea, el punto de equilibrio, un siete pulmones que encabezó la liga en tacles (175) y robos de balón (156), y que, además, repartía la pelota con la precisión de cirujano.

“Nosotros siempre jugamos con tres jugadores en el centro del campo, Danny Drinkwater en el centro, N’Golo Kanté a su izquierda y N’Golo Kanté a su derecha”, explicó el director deportivos de los “foxes” y principal promovedor de su contratación, Steve Walsh.

Las frases de este tipo, a medio camino entre el elogio y la socarronería, se hicieron habituales y, tal como en el caso de Gary Medel, dieron origen a los N´Golo Kanté Facts. Bromas en las que el futbolista aparece como una fuerza todopoderosa capaz de sobrepasar los límites de la física. “El 70% del planeta está cubierto por agua, el resto por Kanté”, “Kanté puede apagar las luces y meterse en la cama antes de que la habitación esté oscura”, “Él no paga por electricidad, la produce”, “Se va en bici a su casa y gana el Tour de Francia”.

Su figura se hizo de culto en Inglaterra. Los grandes de la Premier se lo pelearon, pero fue el Chelsea el que pujó con más ahínco. Se transformó en pilar del 3-4-3 de Antonio Conte y, tras un tibio comienzo, hoy brilla. Se convirtió en el primer futbolista en ganar la ‘Premier’ por segunda vez consecutivo y con dos equipos distintos, en los últimos 25 años.

Cuando llegó a Stamford Bridge, lo primero que el estratega italiano destacó de él fue que “no habla mucho pero siempre lucha” y que es “humilde y trabajador”. Hoy lo tenía extasiado, incluso ha afirmado que es una versión mejorada de que lo él fue como futbolista.

Sus compañeros se ríen con el entusiasmo desbordado de Kanté. Pedro, extremo del equipo, reveló que en el camarín le tienen que pedir que se calme. “Tenemos que decirle: ´Cálmate, N’Golo. No tienes por qué ir hasta el final’. Siempre corre de punta a punta. Nos vemos obligados a decirle que se tranquilice”, narró el ex FC Barcelona. Kanté solo atina a reírse con los comentarios de sus compañeros. Para él, no hay otra forma de jugar.