Momentos felices vive el polaco Arkadiusz Milik. Tras una buena Eurocopa y dos años como figura del Ajax, llegó al Napoli para reemplazar al “traicionero” Gonzalo Higuaín. No era un reto fácil: el “Pipa” hizo del gol una rutina enfundado con la camiseta celeste, batiendo el récord de goles anotados en una temporada de Serie A. Pero Milik ya ha demostrado que los zapatos de su antecesor no le quedan anchos.

Este zurdo corpulento con buen remate, rápido y potente, pero de elegante maniobrar y buen juego asociado, lleva anotados seis goles en solo cinco partidos. Sus compañeros lo buscan constantemente y él no se esconde. Es el faro ofensivo del equipo de Maurizio Sarri. El fervoroso y exigente público napolitano le retribuye su esfuerzo con resonantes aplausos.

Pero el buen momento de Milik esconde un turbulento pasado. Cuando apenas tenía seis años fue abandonado por su padre. Vagaba por las calles de su natal Tichy pateando piedras, robando, mascullando la rabia. “Con seis años era insolente, fumaba cigarrillos y robaba caramelos en las tiendas”, confesó hace un tiempo.

Con esos antecedentes su futuro no lucía nada prometedor. Será uno de esos tantos jóvenes problema devorados por sus propios demonios, pensaron muchos de los que lo conocieron. Para allá iba, seguramente, hasta que Slawek Moligan se cruzó en su camino. “Afortunadamente Moki apareció en mi vida y me salvó”, comentó el ariete.

Mogilan era el técnico del Rozwoj Katowice, equipo donde Milik jugaba. Hizo la labor de padre con el rebelde muchacho, lo enrieló, le enseño que el fútbol para un chico talentoso como él podía darle mucho si ponía de su parte. El ariete se puso de cabeza a trabajar, con solo 16 años debutó en Tercera División y su nombre ya comenzaba a sonar en los despachos de algunos de los equipos más importantes de Europa. Estuvo a prueba en el Tottenham y el Reading inglés, pero decidió seguir foguéndose, junto a los que siempre habían confiado en él.

Un año después dio el salto a la primera división de su país, específicamente al Górnik Zabrze, club que años antes lo había rechazado. Allí se encontró con Adam Nawalka. El actual estratega de la selección polaca lo llevó de promesa a realidad. Milik ahora sí se sentía preparado para ir a conquistar Europa. Su siguiente parada fue Alemania, donde se enroló en las filas del Bayer Leverkusen a mediados de 2012. Apenas alcanzaba los 18 años.

En el actual equipo de Charles Aránguiz no tuvo suerte ni oportunidades. Apenas disputó ocho partidos, sin convertir goles para el primer equipo. Convencidos de sus condiciones, los dirigentes del equipo de las aspirinas decidieron enviarlo a préstamo al Ausburgo para que terminara de aclimatarse al ritmo de la Bundesliga. Pero las cosas no le fueron mucho mejor: 2 goles en 20 partidos.

Totalmente devaluado, el Leverkusen decidió enviarlo nuevamente a préstamo. El destino esta vez sería el mítico Ajax de Holanda. En el gigante holandés, Milik encontró las sensaciones perdidas en canchas germanas. Se transformó en amo y señor. Anotó la friolera de 47 tantos de dos temporadas. Sus buenas actuaciones le valieron un lugar en la selección polaca, en la que comparte delantera con un tal Robert Lewandowski.

Muchos clubes tocaron a su puerta. El que llegó con la mejor oferta fue el Napoli, que puso 32 millones de euros sobre la mesa. A orillas del Vesubio, en la ciudad en que Maradona jugó a ser Dios, el niño que gastaba el día fumando y robando sueña con convertirse en uno de los mejores del mundo.