En el fútbol, como en la vida, no siempre gana quien más lo merece. Y a veces, la injusticia no solo duele, sino que deja una herida que va mucho más allá del marcador.
La selección de Palestina lo vivió no hace mucho, en junio del presente año. No solo perdió la posibilidad de seguir soñando con el Mundial de 2026, también vio cómo una ilusión colectiva -tan frágil como necesaria en tiempos oscuros- se evaporaba con un penal muy polémico.
El escenario era tenso y decisivo. Palestina enfrentaba a Omán en el último partido de la fase de grupos de la clasificación asiática. Solo un punto separaba a ambas selecciones.
Solo una victoria servía para los palestinos. Solo una noche perfecta les daba acceso a la repesca y a algo más importante que el fútbol: una razón para creer. Y durante 50 minutos, el milagro parecía posible. El gol de Kharoub al 47’ encendió las gargantas de quienes, a miles de kilómetros, se aferraban a un balón como símbolo de resistencia frente al estruendo de las bombas. Pero el destino, como tantas veces en su historia, volvió a darles la espalda.
Minuto 90+7. El árbitro, cuando ya parecía que no quedaba tiempo, sanciona una pena máxima más que discutida a favor de Omán tras un centro sin peligro aparente. El balón termina en el punto de cal, Issam Al Sabhi no perdona y el pitazo final cae como un mazazo.
En segundos, el relato cambia. De la hazaña al despojo, del orgullo al desconsuelo. No solo por el resultado, sino por la forma. Porque no es solo fútbol cuando hay tanto en juego.
Las redes estallaron en indignación. La repetición del penal circuló como pólvora digital y aficionados neutrales clamaban por justicia, mientras hasta los hinchas omaníes bajaban la mirada ante una decisión difícil de defender.
Palestina no tenía asegurado el pase en la repesca. Pero esa posibilidad era ya un triunfo en sí mismo. Una chispa de esperanza en medio del caos. Y lo que se arrebató no fue un punto, fue una historia que merecía ser contada de otra manera.
El combinado donde alguna vez jugaron los chilenos Roberto Bishara, Edgardo Abdala, Leonardo Zamora y Yashir Pinto, entre otros, estuvo a segundos de hacer historia y de meterse de lleno en la ruta hacia el Mundial de Estados Unidos, Canadá y Estados Unidos 2026.
Finalmente, un cobro arbitral polémico, y que se transformó en viral en muy poco tiempo, terminó por arrebatar el sueño.
“Nunca nos vamos a rendir”
Los Leones de Canaán nunca antes habían llegado tan lejos en una fase de clasificación para un Mundial. El defensor central Yaser Hamed, uno de los referentes del equipo, compartió su dolor y frustración tras una eliminación que aún duele más por cómo llegó.
Hamed, nacido en Lejona, Vizcaya (España) en 1997, es hijo de padre palestino y madre mirandesa. Formado en las categorías inferiores del Athletic Club, su carrera profesional lo ha llevado por distintos países, pero desde 2019 defiende los colores de Palestina, una camiseta que, dice, representa mucho más que fútbol.
“Sinceramente, yo pensaba que lo teníamos hecho ya, porque estábamos en el minuto 95 o 96 y ganábamos 1-0. De repente, un penal dudoso, que el árbitro no tiene ninguna duda en pitar y nos quedamos todos en blanco. No nos lo creíamos. Lo teníamos en la palma de la mano, con todo hecho ya”, expresó, aún impactado, en diálogo con el portal Naiz.
Y es que no era solo un partido. Palestina llegaba con vida a la última jornada y dependía de sí misma para alcanzar un histórico repechaje. Lo tenía todo para lograrlo. Hasta que, en los últimos segundos, el destino volvió a castigar.
“Al final, después de todo lo que habíamos sufrido, llegamos al último partido con posibilidades de meternos en la repesca y en los últimos segundos del partido… Te juro que me quedé alucinando, porque nos quedamos fuera de la peor manera posible”, lamentó Hamed.
El penal señalado en contra, que dio el empate a Omán y sentenció la eliminación, dejó a todo el equipo devastado. El zaguero de 27 años no ocultó su rabia por la decisión arbitral, a su juicio desproporcionada.
“He visto el penal y es de los que se pita muy pocas veces. ¿Lo puedes pitar? Sí. Pero también te digo, el delantero no tiene opción de coger el balón. No llega, es imposible. No es una ocasión clara de gol. Igual le toca un poco y le desequilibra, pero el delantero hace todo lo posible por caer”, explicó con impotencia.
Más allá de lo técnico, lo que duele es la ilusión rota. Porque en Palestina, el fútbol es mucho más que un juego. Es una ventana al mundo, una forma de existir, de resistir y de representar a un pueblo que lucha por no desaparecer.
“El que hizo el penal estaba hundido después del partido, la gente llorando… Al final es una pena muy grande. No solo para nosotros, sino para un país que estamos representando… Nunca nos vamos a rendir y vamos a levantarnos más fuertes, como hace siempre Palestina”, confesó.
Y si bien el camino se terminó en ese agónico minuto 97, Hamed está convencido de que, de haber avanzado, la historia podría haber terminado de forma muy distinta.
“Y te digo una cosa, si nos hubiéramos clasificado a la repesca, yo pongo la mano en el fuego que nos clasificábamos para el Mundial. Porque veníamos haciendo las cosas muy bien, sacando buenos resultados y ahora tenemos más jugadores en la selección. Han traído gente de nivel también y creo que nos podíamos clasificar en esa repesca”, sentenció.