Desbordado por las bandas, especialmente por su lado derecho, doblegado por tres testarazos incontestables, el Real Madrid ya no es el líder de La Liga, agitada por el Atlético de Madrid, mucho más inteligente en la comprensión del partido, contundente en el área, para frenar al equipo blanco, invencible hasta la visita al Metropolitano, transformado en una fiesta rojiblanca.

El exhaustivo plan del ‘Cholo’ Simeone desnudó al equipo que lo había ganado todo, al dominador de la competición hasta ahora, al que su abusiva posesión del balón no le sirvió para nada.

No fue suficiente, porque el Atlético también demostró su destreza defensiva, por momentos de forma milagrosa, entre la ofensiva del equipo blanco, reducida en ocasiones por el despliegue del equipo rojiblanco, que vivió en torno a su área durante mucho tiempo, soportó cuando más sufría con el arte de la contención y, sobre todo, golpeó en momentos claves.

La primera derrota del Real Madrid. El segundo triunfo en un derbi de los últimos 15 del Atlético. También el undécimo triunfo seguido en casa del grupo de Simeone, cuya preparación del choque fue concluyente.

El técnico argentino planificó la victoria por los extremos. Ahí, desbordó el Atlético. Y ahí se desangró el Real Madrid. Todo concentrado en el principio de todo.

Samuel Lino es un filón. Decidido, es un futbolista que va para arriba con una soltura tremenda. Un encarador nato. Desde ahí surgieron los dos primeros goles, los dos zarpazos con los que el Atlético anunció a su rival y a su gente que ni las estadísticas ni las frustraciones recientes existen cuando hay por delante un combate de tal dimensión.

En el minuto 3, con un centro perfecto de Lino. Por dirección, por potencia, por rosca, de fuera hacia dentro… Un regalo para Morata. Un jeroglífico para cualquiera. Para el marcador y para el portero. A Kepa sólo le quedó mirar. Ni siquiera dominaba el Atlético, que entendió dónde y cómo estaba su partido. Le salió todo su diseño.

Aún más, cuando, sobrepasado el cuarto de hora, anotó el 2-0. De nuevo nació por la izquierda. De nuevo, surgió de Lino, cuyo pase al desmarque de Saúl desmontó cualquier cobertura. El centro posterior del ilicitano le remató Griezmann. Su cabezazo de manual, solitario, con el giro de cuello exacto, también fue imparable para Kepa.

Los laterales son el punto más vulnerable del equipo blanco. Lo sufrió Lucas Vázquez. También Fran García, en su caso por las conexiones entre Molina y Marcos Llorente. Pero la potencia y el talento del Real Madrid son descomunales. Ni siquiera un 2-0 es garantía de nada contra él. Menos aún cuando el balón es tan suyo, menos aún cuando ni siquiera había atravesado 18 minutos del duelo.

Sobre la pelota, frente al repliegue, con la paciencia, el Real Madrid construyó su respuesta. Superada la vorágine inicial, controlada la transición trepidante que se proponía el Atlético, rebajó el partido a su poder.

Lo aguardó el equipo rojiblanco, siempre al límite, al filo de cualquier detalle que lo alterara todo. A un golpe de calidad de su rival. Le sobra a Toni Kroos, que se inventó un gol de la nada. Un control, un quiebro, un derechazo, un golazo.

Más allá del mérito de la jugada del Atlético en el 3-1, a los 32 segundos de la vuelta del vestuario, por enésima vez por la izquierda de su ataque, con el inicio en Lino, la transición por Griezmann, el cómodo envío de Saúl y el remate aún más plácido de Morata, sin atención de Alaba, sin atrevimiento de Kepa, no es normal una acción tan simple tan pronto, cuando caes por 2-1. El 3-1 lo puso en evidencia. Quinto gol de Morata, aclamado.

Aún estrelló Hermoso otro cabezazo en el larguero en la zozobra defensiva del Real Madrid, muy por debajo hacia atrás que hacia adelante, antes de la segunda decisión de Ancelotti. En el descanso reemplazó a Modric. En el minuto 55, quitó a los dos laterales, además de Camavinga. Quizá demasiado tarde el cambio en las bandas, expresivamente sobrepasadas.

Después ya fue una odisea. Oblak negó el 3-2 a Brahim. El fin del pleno del Real Madrid, con una entrada final de Bellingham. Sin defensa.