Cuando LeBron James abandonó Cleveland para marcharse a Miami en 2010 un ácido corrosivo recorrió todo el estado de Ohio. LeBron era un hijo de Ohio y para sus habitantes el héroe que los iba a sacar de la oscuridad para llevarlos a la gloria deportiva. Del amor se pasó al odio. Por toda la ciudad aún había afiches del basquetbolista, pero nadie los miraba de la misma manera. Los niños ya no lo tenían como su jugador favorito.

Cuando visitó por primera vez a los Cavaliers como jugador del Heat fue recibido con una densa pifiadera. Sin embargo, LeBron mantuvo su rictus tranquilo y aseguró que su vínculo con esa zona del país era mucho más profundo que el básquetbol. Allí estaban las personas que lo habían amado como nadie, sus raíces, las calles que le enseñaron de qué iba la vida. Ahí pasó pellejerías y allí aprendió cómo tenía que trabajar para salir adelante. “Yo nunca me voy a olvidar de dónde vengo”, declaró sin que nadie le prestase mucha atención. En esos momentos, era más entretenido machacarlo.

LeBron nació en Akron, estado de Ohio, a una hora de Cleveland, una pequeña ciudad industrial deprimida a mediados de los ochenta por la ida de las grandes fábricas que habían sustentado la economía local: Firestone, Good Year, etc. Su madre, Gloria James deambulaba en un océano sin certezas. Tenía dieciséis años y Anthony McClelland, el padre del niño, se había esfumado acechado por los demonios del alcohol.

A Gloria le tocó hacerse cargo de todo cuando apenas podía lidiar con ella misma. Freda, su mamá, la ayudaba a cuidar a LeBron, pero murió cuando tenía el niño tres años. Gloria trabajaba en lo que saliera para mantener a su hijo. Cambiaban continuamente de casa en distintos barrios marginales de Akron porque no tenían cómo pagar el arriendo.

Ella sentía que su hijo necesitaba una figura paterna y pensó por un momento que la había encontrado con su nueva pareja, Eddie Jackson. LeBron se encariñó con Jackson, sin embargo, la relación se cortó cuando el hombre fue detenido por tráfico de cocaína. Jackson, hasta hoy, gira en una espiral de arrestos, drogas y peleas con la policía.

Su mamá le regaló una pelota de básquetbol para que se entretuviera. Él tomó una vieja caja en la que guardaban botellas de leche y la adaptó como un aro para jugar en su calle. En algunos modelos de zapatillas que ha usado se lee la frase “milk crate technology”, como un recuerdo de esos días en Hickory Street. Ya a los seis años mostraba unas condiciones atléticas extraordinarias.

En la escuela casi no tenía amigos. Le daba vergüenza contar la vida que llevaba, no le gustaba estudiar y se metió en más de algún problema. Pero allí conoció a uno de sus mentores. Frankie Walker, entrenador en la escuela, le puso una pelota en las manos y poco a poco fue puliendo su juego. Sin necesidad de que lo dijeran, la relación iba más allá del parqué. Walker no se demoró en darse cuenta que LeBron y su mamá apenas se las arreglaban para sobrevivir. Varias veces la ayudó a pagar el arriendo, pero un día habló con ella y la convenció de que el niño viviese un tiempo con su familia mientras ella conseguía un mejor trabajo. La estabilidad le vino muy bien a LeBron James. Tenía que cumplir con labores domésticas y Frankie logró que mejorase su asistencia a la escuela. Hizo una gran amistad con los hijos de su nueva familia, especialmente con Frankie Walker Jr. Partieron jugando fútbol americano y luego se hicieron conocidos en toda la ciudad junto a su equipo de básquetbol.

Después de un año y medio, LeBron volvió a vivir con su madre. Pero los problemas económicos continuaban y volvió a la casa de los Walker. El lugar al que podía llamar hogar, según contaba su familia adoptiva.

El hoy alero de los Cavaliers empezó a despuntar. Consiguió cupo para ir a los campeonatos nacionales, aparecía en medios de comunicación y recibía loas desde distintos puntos del país. Los partidos de St. Vincent-St. Mary High School, su equipo, tuvieron que ser cambiados de recinto porque el gimnasio de la escuela no daba el ancho para los miles de asistentes que congregaba la joya de Akron. Antes de debutar en la NBA ya tenía firmado un contrato millonario con Nike. Lo que vendría después es una carrera de ensueño que lo pone a la altura del mítico Michael Jordan.

Hace cuatro años, ya habiendo sido campeón de la NBA, MVP de la Liga y tras sortear la demanda millonaria de un hombre que decía ser su padre, le dedicó una carta a su verdadero papá a través de redes sociales: “Padre, sabes una cosa, no te conozco, no tengo ni idea de quién eres, pero tú eres parte de la razón que ha hecho que sea quien soy hoy en día. El combustible que me proporcionó tu ausencia es parte de la razón por la que crecí para convertirme en quien soy. Es parte de la razón por la que quiero estar presente en todos mis retos… ”.

En la actualidad, LeBron pelea con los Cavaliers para darle un nuevo título a su estado. No será fácil: al frente están los campeones defensores Golden State Warriors. Sin embargo, para LeBron, al igual como lo ha demostrado en su vida, no existen imposibles.