Cinco años se cumplirán el próximo miércoles desde el día en que la Universidad de Chile se consagró campeona de la Copa Sudamericana, el primer –y hasta ahora único- título internacional de su historia. Cinco años de aquel equipo inolvidable, ideado por Jorge Sampaoli y liderado en cancha por Herrera, Díaz, Aránguiz y Vargas. Cinco años del día más feliz en la historia azul.

Para ganarse su lugar en el torneo, la ‘U’ tuvo que disputar un cupo con Deportes Concepción. El flamante campeón del fútbol chileno las vio negras en Collao. Un doblete del argentino Emanuel Herrera tuvo a los lilas con ventaja de 0-2 hasta bien entrado el segundo tiempo. Finalmente fue empate a dos. Las dudas que generó el equipo ante el cuadro penquista fueron disipadas con un rotundo dos cero en la vuelta. El boleto estaba asegurado.

Duelos charrúas

Una vez logrado el objetivo de entrar en el cuadro principal del torneo, la ‘U’ quedó emparejada con Fénix, uno de los clubes más humildes del fútbol profesional uruguayo. Con el favoritismo a cuestas, el elenco estudiantil saltó al campo del Nacional en una fría noche de agosto para iniciar su aventura internacional.

El partido no fue ni lo que los hinchas ni el cuerpo técnico esperaban. Los charrúas sabían bien a que venían. Con más músculo que talento en la plantilla, Fénix apostó a defenderse con uñas y dientes, sin otro objetivo que dejar su arco en cero. No estuvo lejos de lograrlo. La escuadra de Jorge Sampaoli dominó la pelota sin contrapeso desde el primer minuto, pero sufrió para doblegar a la última línea visitante. Recién en el segundo tiempo pudo abrir la cuenta, merced a un tanto de Eduardo Vargas.

A pesar del triunfo, los azules no llenaron el gusto ni pudieron hacer pesar la diferencia de categoría entre ambos equipos. “(Universidad de Chile) hacía lujos, taquitos, tiraban algún caño, jugaban por abajo, pero llenaban más el ojo de lo que concretaban. Incluso con un hombre menos”, escribió el diario El País de Uruguay. La imagen de los azules no mejoraría mucho tras un opaco empate sin goles en la vuelta.

El siguiente era un rival de peso, con figuras y linaje internacional: Nacional de Montevideo. Ante el ‘Bolso’ había que mostrar algo más para pasar. En la ida la U se impuso por 1-0, nuevamente con Vargas como goleador. Pero fue en la revancha disputada en la capital uruguaya donde los azules empezaron a demostrar que iban en serio. En una cancha siempre difícil, dieron una lección de fútbol. Sin pensar en cuidar el resultado, los universitarios salieron a imponer su juego de vértigo, presión alta y toques precisos en velocidad. A los ‘11 ya ganaban con gol de ‘Edu’, ventaja que se estiraría un minuto después con anotación de Matías Rodríguez.

El ‘Tricolor’ estaba aturdido, ahogado. El partido pudo haber terminado en goleada, pero se suspendió apenas comenzaba el segundo tiempo por una agresión de la barra local al juez de línea.

Brasileños y argentinos salen al paso

Con el ánimo a tope, la U viajó a Río de Janeiro para medirse con el Flamengo por los octavos de final. Brasil nunca ha sido territorio fértil para los equipos chilenos, por lo mismo, lo que sucedió en el Joao Havelange tuvo tintes surrealistas.

La U, como lo diría Sampaoli, salió a jugar con rebeldía y sometió al ‘Mengao’ de principio a fin. Los hinchas cariocas no creían lo que sucedía. El técnico Vanderlei Luxemburgo, ex del Real Madrid, miraba a la cancha sin terminar de entender que estaba pasando. Hasta la sonrisa caricaturesca de Ronaldinho, figura de los locales, había desaparecido. El espectacular 4-0 –con doblete de Vargas más dianas de José Rojas y Gustavo Lorenzetti- se quedó corto para expresar la enorme diferencia que hubo en cancha. Nunca un equipo chileno había ganado por un marcador tan abultado jugando en la tierra de los reyes del fútbol.

Fue un estruendo. Una explosión centelleante y fulgorosa de buen juego que causó admiración en todo el mundo. La prensa internacional no escatimó en halagos. “Fuera de casa, (la U) partió con autoridad y atropelló a su adversario con un primer tiempo que rozó la perfección, con un 3-0 en el marcador que dejó todo claro”, escribió O´Globo. “Bailó hasta ‘Dinho’! La U fue un “Ballet Azul” y aniquiló a Flamengo en Brasil”, sentenció Fox Sports. “Para los libros”, título Olé, mientras que ESPN Deportes calificó el triunfo simplemente como “Inolvidable”.

La faena se completó en Santiago en un partido por cumplir. Los brasileños viajaron con reservas y juveniles, mientras los azules jugaron con la seguridad de tener la tarea hecha. Un golazo de Marcelo Díaz iluminó la jornada. La candidatura al título se reafirmaría en cuartos de final tras vapulear por un global de 5-1 a Arsenal de Argentina.

La U era un equipo lleno de personajes que buscaban revancha. Herrera quería consagrarse en el club de sus amores tras algunos años vistiendo otras camisetas; el ‘Pepe’ Rojas apostaba por demostrar que no jugaba de casualidad; Marcelo Díaz, que incluso había pensado en el retiro, necesitaba probarse a sí mismo que podía jugar en la ‘U’; Charles Aránguiz pretendía dejar atrás un pobre paso por Quilmes de Argentina y una salida por la puerta de atrás en Colo Colo; Gustavo Canales buscaba dejar en el olvido el anonimato que caracterizó el inicio de su carrera; Eduardo Vargas, el goleador, le gritaba al mundo que no sólo era la eterna promesa. Ni hablar de Sampaoli, técnico hasta ese entonces más acostumbrado al fracaso que al éxito. Esa rabia se convertía en pasión, en el acicate para competir.

Venían las semifinales, una instancia que históricamente había sido el ‘corta cuellos’ azul. El cuadro del casildense nuevamente tenía que viajar a Brasil a demostrar sus quilates, esta vez frente al Vasco da Gama. El equipo liderado futbolística y espiritualmente por Juninho Pernambucano venía cuajando un gran 2011, ganando la Copa de Brasil y peleando palmo a palmo el Brasileirao con el Corinthians. Para muchos era la prueba de fuego, la vara que mediría la verdadera estatura del equipo.

En el encuentro disputado en el Estadio Sao Januário, la U monopolizó desde el principio la tenencia de la pelota y las llegadas al arco rival. Eduardo Vargas tuvo un par para abrir la cuenta y falló por poco. Pasados los 20 minutos, el ‘Almirante’ logro resquebrajar la hegemonía azul y asomarse por la portería de un Johnny Herrera que se mostraba seguro. Antes de finalizar el primer lapso, Bernardo aprovechó un rebote que lo dejó solo frente al guardián azul y decretó la apertura de la cuenta.

Sampaoli, como siempre, caminaba nervioso y apresurado sin rumbo fijo, dialogaba con sí mismo y se quejaba ante una autoridad etérea por la suerte de su equipo. En su cabeza analizaba cómo ajustar su máquina para cambiar el curso del encuentro. Inmediatamente, después del gol dispuso la entrada de Matías Rodríguez por Gustavo Lorenzetti, ganando aún más volumen ofensivo. El premio, sin embargo, recién llegaría a diez minutos del final, cuando Osvaldo González apareció en medio del área local para conectar de cabeza un tiro libre servido impecablemente por Díaz.

La final estaba ahí, a 90 minutos. En el Santa Laura el equipo chileno dio una muestra de autoridad al ganar por 2-0, con goles de Canales y ‘Turboman’. El Vasco nunca dio la impresión de hacer peligrar el triunfo azul.

En la ronda decisiva aguardaba la Liga Deportiva Universitaria de Quito. Un equipo que con Edgardo Bauza primero y con Jorge Fossati después se posicionó entre los grandes, ganando una Copa Libertadores, una Sudamericana y dos Recopas en sólo tres años. Era una escuadra ordenada, de jugadores experimentados, rocosa, sin florituras, pero con gran efectividad. El primer encuentro se disputó en La Casa Blanca, un reducto casi inexpugnable para los forasteros. Pero la U no se amedrento, jugó con el mismo desparpajo que había exhibido en toda la Copa y tuvo su premio con el gol de Edu Vargas.

Faltaba el broche de oro, el partido en Santiago. Miles de fanáticos hicieron filas eternas para conseguir una entrada. Poco y nada les importaba el dinero, el cansancio o las distancias, era el partido más importante en la historia del club. Ese 14 de diciembre la U no acusó nervios en su cita con la gloria. A los tres minutos ya se había adelantado en el marcador con gol de Vargas, a la larga máximo anotador del torneo. El vendaval azul solo pudo ser contenido por la buena actuación del arquero visitante. A diez minutos del final, Lorenzetti puso el segundo y a los ’86 Edu le puso la rúbrica a un partido que estaba sentenciado desde hace mucho tiempo. La U era campeón y, más encima, de forma invicta.

El Nacional era un jolgorio, una mezcolanza de gritos apasionados con lágrimas de júbilo, en las tribunas se veían abrazos entre abuelos y nietos que por primera vez veían al equipo de sus amores coronarse a nivel internacional. En todas las ciudades de Chile se sucedieron los bocinazos y las banderas con el chuncho al viento. Las plazas y avenidas se coparon de lado a lado. Esa noche el cielo fue más azul que nunca.