Hace ya más de una década que los científicos están experimentando con la rapamicina, un compuesto descubierto en una bacteria que fue recogida de Rapa Nui, pero su descubrimiento tiene un lado oscuro.
Hoy la llaman un fármaco “milagroso”, ya que se utiliza como inmunosupresor para prevenir el rechazo de los órganos a la hora de un trasplante, y estudios también han demostrado diversos beneficios.
Por ejemplo, se está utilizando como tratamiento para algunos tipos de cáncer y se está estudiando para tratar la diabetes y enfermedades neurodegenerativas. Además, tiene propiedades que podrían retrasar el envejecimiento.
El lado oscuro de la rapamicina
Si bien fue un éxito y se sigue estudiando a la fecha, los responsables de este hallazgo pecaron de lo que los expertos llaman “colonialismo científico”.
Se trata de un tipo de práctica colonialista en la ciencia, donde los investigadores de países más ricos e industrializados visitan otros países menos desarrollados para recoger datos y llevarlos a su territorio para procesarlos y, como en este caso, comercializarlos.
Todo ello sin cooperar con la comunidad o investigadores locales. De hecho, los habitantes de Rapa Nui no han recibido ningún beneficio económico por la rapamicina, fármaco con el que la industria farmacéutica ha movilizado millones.
Así lo critica Ted Powers, profesor de Biología Molecular y Celular de la Universidad de California, Davis, que publicó un artículo sobre este tema el lunes en The Conversation.
“Si bien las intenciones de los investigadores pudieron haber sido honorables, se trata, sin embargo, de un ejemplo de colonialismo científico, donde un equipo de investigadores blancos decide estudiar a un grupo de sujetos predominantemente no blancos sin su participación, lo que resulta en un desequilibrio de poder”, apunta.
“La rapamicina ha generado miles de millones de dólares en ingresos, pero el pueblo Rapa Nui no ha recibido ningún beneficio económico hasta la fecha. Esto plantea interrogantes sobre los derechos indígenas y la biopiratería, que es la comercialización del conocimiento indígena”, plantea.
¿Qué hicieron los investigadores en Rapa Nui?
Resulta que por allá en los 60’s, científicos canadienses quisieron estudiar Rapa Nui. Pensaron que era una población aislada y querían saber cómo se adaptaba al estrés ambiental, ya que en esa época se estaba instalando el Aeropuerto Mataveri, que la haría más accesible.
El cirujano Stanley Skoryna y el bacteriólogo Georges Nogrady, teorizaban que el aeropuerto aumentaría el contacto con la población de la isla, lo que a su vez afectaría su salud y bienestar.
Tras conseguir el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Marina Real Canadiense, formaron la Expedición Médica a la Isla de Pascua (METEI).
Así, durante 3 meses, METEI realizó exámenes médicos a casi todos los habitantes de la isla, recogieron muestras biológicas y estudiaron sistemáticamente la flora y la fauna. Fue en las muestras de suelo que encontraron la bacteria Streptomyces, de donde viene la rapamicina.
“Es importante comprender que el objetivo principal de la expedición era estudiar al pueblo Rapa Nui como una especie de laboratorio viviente“, puntualiza Powers.
“Incentivaron la participación mediante sobornos, ofreciendo regalos, alimentos y suministros, y mediante la coerción, reclutando a un sacerdote franciscano con larga trayectoria en la isla para que ayudara en el reclutamiento”, señala.
Además, los científicos ignoraban algunos aspectos de la isla. Por ejemplo, asumieron que era una población aislada, cuando “en realidad existía una larga historia de interacciones con países fuera de la isla, que comenzó con informes desde principios del siglo XVIII hasta finales del siglo XIX”, recoge Powers.
“METEI también asumió que los Rapa Nui eran genéticamente homogéneos, ignorando la compleja historia de migración, esclavitud y enfermedades de la isla. Por ejemplo, la población actual de Rapa Nui es mestiza , con ancestros polinesios y sudamericanos. Esta población también incluía sobrevivientes de la trata de esclavos africanos que regresaron a la isla y trajeron consigo enfermedades, como la viruela”, acusa.
De hecho, según el investigador, este último error destruyó uno de los principales objetivos de la expedición, que era evaluar la genética de la población y su exposición a enfermedades a raíz del contacto con personas de otros lugares del mundo.
“Si bien el equipo publicó varios estudios que describen la diferente fauna asociada con Rapa Nui, su incapacidad para desarrollar una línea de base probablemente sea una de las razones por las que no se realizó un estudio de seguimiento tras la finalización del aeropuerto en la Isla de Pascua en 1967”, señala.
Hoy en día existen acuerdos que hicieron falta en ese momento, como el Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas (1992) y la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (2007), que buscan proteger las reivindicaciones indígenas sobre los recursos biológicos, alentando a los países a obtener el consentimiento y la opinión de los pueblos indígenas.
Si bien Rapa Nui no es el único lugar del mundo donde se puede encontrar rapamicina, la isla y su población fueron claves para los avances médicos que ha desencadenado, dice el experto.
“El descubrimiento de la rapamicina en Rapa Nui sentó las bases para toda la investigación y comercialización posterior de la molécula, y esto solo se logró gracias a que las personas fueron los sujetos de estudio“, reconoce.
“METEI es una historia de triunfo científico y ambigüedades sociales. Si bien el descubrimiento de la rapamicina transformó la medicina, el impacto de la expedición en el pueblo Rapa Nui es más complejo. Creo que las cuestiones de consentimiento biomédico, colonialismo científico y contribuciones ignoradas resaltan la necesidad de un análisis más crítico y una mayor conciencia del legado de los descubrimientos científicos revolucionarios”, concluye.