Ni a la diestra de nadie
“De mi hija solo el nombre va y viene en la sala de audiencias.
Ella no está sentada aquí ni a la diestra de nadie.
Pobre hija mía.”
(p 17)
Esta cita es, tal vez, la que sintetiza de mejor forma el espíritu que anima a los cuentos de Ni a la diestra de nadie. El del vacío. Un vacío en muchos planos. El del presente, la ausencia de futuro. Un pasado que es solo eso, algo que ya fue y se deslava y decolora día a día.
El vacío de los que no están, de una sociedad deshumanizada. Y la de la ausencia de Dios, de referentes que nos guíen o, al menos, apacigüen los espíritus, ahuyenten los miedos.
Con altos y bajos, con recovecos y tortuosidades, los cuentos de Sonia González Valdenegro buscan lo oculto. No busca tesoros, sino esas oscuridades que no somos capaces de enfrentar.
“Descubrí entonces en mí, y tal vez en los seres humanos, el equivalente a un punto ciego, un espacio reservado para ciertos hechos que no podemos ni queremos mirar.” (p 34)
Sonia González se asoma a esos puntos ciegos. Como una exploradora, los detecta, los define para que la o el lector pueda entrar en ellos. Para llenar esos vacíos…
“Su rostro reveló una forma de fraternidad, la de quien comprende a partir de su propia experiencia, alguien que conserva un infierno al que puede asomarse de vez en cuando.” (p 70).
Sonia González, con una escritura precisa, seca, austera, busca puntos ciegos, infiernos íntimos. Un remover con cuentos con historias que, quizás, no podrían pasarle a cualquiera. Pero sí al vecino, unas cuadras más allá, o en un barrio, una comuna o una ciudad cercana. Cuentos que apenas remueven las superficies, que pueden parecen irrelevantes para estos tiempos de grandes y desproporcionados estímulos. A menos que devele un miedo o un infierno propio.
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“El proyectil entraría blandamente en la materia entregada ya a la descomposición.” (p. 59)
Ni a la diestra de nadie
Sonia González Valdenegro
Colección Lengua Negra
Cormorán Ediciones
Santiago de Chile, 2024