José Kaffman
Agrupación Judía Diana Arón
Circula profusamente por redes sociales una columna firmada por Mitch Schneider en la que afirma que no le importa que Israel haya “perdido la guerra de relaciones públicas”, porque —según él— ganó todas las batallas militares decisivas, destruyó al “eje de resistencia”; Hamás, Hezbollah, Irán, los hutíes y ahora puede dormir tranquilo, con sus hijos “a salvo”.
Este texto condensa el espíritu que hoy domina gran parte de la colectividad judía: el orgullo de la fuerza y el desprecio por la opinión del mundo.
Esta publicación muestra con crudeza la nula conciencia ética que impera hoy en buena parte de esa colectividad frente al genocidio en Gaza.
Revela una visión profundamente degradada: la creencia de que todo problema puede resolverse por la fuerza, sin reconocer el costo moral ni político de esa violencia.
También pone en evidencia su estrechez estratégica.
Es cierto que Israel ganó batallas militares, pero está perdiendo la guerra en el único terreno que garantiza la supervivencia de un Estado: el de la legitimidad.
Ha perdido el apoyo del mundo, ha destruido su credibilidad como “Estado judío” y está comenzando a perder incluso el respaldo del mundo evangélico en Estados Unidos —el factor que más explica el apoyo incondicional de Washington a Tel Aviv.
El autor cree que puede compensar el aislamiento global con “victorias” militares que, además de ser discutibles, están construidas sobre una montaña de cadáveres civiles.
Es triste ver cómo personas que, en apariencia, son decentes, pueden lamentarse de haber perdido una guerra comunicacional sin cuestionarse en absoluto la muerte de decenas de miles de civiles, en su mayoría mujeres y niños. ¿A qué nivel de degradación moral se puede llegar?
Schneider celebra la “derrota del eje de resistencia”, pero ignora que lo que realmente está destruyendo Israel es su propia humanidad, su futuro y su lugar en el mundo.
Cree que ganó porque sus hijos duermen “a salvo”, sin entender que ningún pueblo puede dormir en paz sobre las ruinas de otro.
Israel podrá ganar batallas, pero está perdiendo su ethos.
Y ningún Estado sobrevive mucho tiempo cuando pierde eso.