Nelson Garrido, Perrera Arte

Perrera Arte y tres décadas de resistencia cultural

07 agosto 2025 | 11:06

Al llegar a una ciudad que no conozco, prefiero apartarme de los circuitos turísticos “tradicionales” para buscar aquellos lugares alejados del progreso acelerado y que conservan vestigios de un “underground” ineluctable.

Por Samuel Toro Contreras

En Santiago, esto me ocurre cuando voy al Centro Experimental Perrera Arte, al sur del río Mapocho, junto al Puente Bulnes y el Parque de los Reyes.

Centro Experimental Perrera Arte

Allí, un edificio que albergó un horno eléctrico de incineración de basura en 1927 y, más tarde, la perrera municipal -donde se incineraron perros vagabundos- muestra las huellas de su pasado como un sitio de abandono y dolor. Variadas memorias del período no olvidan los humos y olores de las cámaras de sacrificio de perros callejeros, en la década de 1970. Y estas se reproducen como memoria viva en cada rincón del hormigón y en cada graffiti de sus muros.

Este “descubrimiento” inicial, cargado de resonancias emocionales, da paso a un relato más riguroso. En 1995, Antonio Becerro -artista visual, gestor cultural y productor- recibe la cesión oficial de las ruinas por parte de la Municipalidad de Santiago y funda el Centro Experimental Perrera Arte. La inscripción legal se concreta en 1997.

Becerro y un grupo de colegas emprendieron la recuperación del espacio sin recurrir a modelos de museos o galerías convencionales. No existían (o al menos no eran tan evidentes) “fondos endémicos”, ni un patrimonio fuertemente protegido, a parte de los emblemas históricamente tradicionales, sino un inmueble en ruinas, sin valor arquitectónico o histórico reconocido hasta ese momento.

Desde entonces, Perrera Arte se ha sostenido mediante un financiamiento híbrido -aportes municipales, proyectos FONDART, colaboraciones privadas esporádicas y, fundamentalmente, trabajo comunitario– que ha enfrentado, cual perro vigilante del resguardo territorial, la burocracia cultural tradicional y, en cambio, se ha apostado por la honestidad de procesos, independiente de si estamos, o no, de acuerdo con alguno de ellos.

No se trataba de lograr un “sello oficial de calidad”, sino de construir un espacio de creación colectiva que enfrentara la precariedad con insistencia y rigor en los procesos de restauración -respetando el “espíritu industrial” del lugar-; apertura en la programación y participación de artistas y una fuerte vinculación barrial, priorizando pronunciamientos emergentes, heterodoxas y críticos. El proyecto ha tenido, en su proceso, una indudable vinculación en el diálogo con el Barrio Balmaceda y con los vecinos del sector, involucrando relaciones directas con Santiago Centro, Barrio Lastarria, Barrio Brasil, Barrio Yungay y Población Juan Antonio Ríos


Hitos

Históricamente, Perrera Arte ha marcado hitos que delinean su singularidad frente a las instituciones, bien o mal llamadas protegidas. Entre 1995 y 1997, el Festival de Canes -nombrado en alusión irónica al espacio- premió propuestas experimentales (para la década). En 1998 comenzaron los XXVIIII Encuentros de Arte Actual “L’Arts”, una colección de obras que registró parte de las variaciones de la creación independiente capitalina.

En 2007, la Bienal de Arte Social “Pintacanes” juntó a artistas y vecinos de La Pintana a través de performances y talleres. Ese mismo año, el proyecto “Encontraron cielo” ocupó la antigua Escuela de Arte y Oficios de la Universidad de Santiago, anticipando, de alguna manera, las intenciones en la acción pública de la Perrera. En 2008 participó en el 49.º aniversario de Casa de las Américas en La Habana, con el lanzamiento de un catálogo dedicado a Roberto Matta.

En cada uno de estos momentos, Antonio Becerro ha operado, simultáneamente, como artista, curador y productor general, articulando redes de colaboración entre creadores, instituciones y comunidades de manera transversal y otras más interiorizadas en lo “privado”. En todo este derrotero, Perrera Arte ha resistido los embates financieros y la presión de la gentrificación urbana.


XXX Muestra Anual de Artes Visuales

En agosto de 2025, con motivo de sus treinta años, Perrera Arte inauguró la XXX Muestra Anual de Artes Visuales. Esta primera etapa conmemorativa reunió a artistas visuales, performers y músicos, como Jorge Tacla, pintor chileno radicado en Nueva York, reconocido por sus paisajes urbano-gráficos desolados. Tania González, que presenta una serie de instalaciones, erigió un gabinete de pócimas de brujas en Chile (Lo que ha de morir: Gabinete de curiosidades – Pelo y Sangre) y representando, en una escultura de papel, muy bien lograda, a la denominada Pulga (Vía Ignis), que fue una mujer (María Hernández) de la ciudad de Penco, condenada a muerte por ser considerada bruja en el año 1736.

Carol Contreras (alta costura e instalación) fusiona vestigios textiles, maniquíes, drapeados con costura a mano en charol sintético, terciopelo y tul. Luz Yankovic (escultura), representa la solidez y el vacío con fierro forjado, carpintería metálica, acero y bronce.

Patricia Israel exhibe Sabra y Shatila, para no olvidar, con carboncillo sobre tela, donada por Daniel Jadue. En esta obra, con una urgencia de acuerdo a lo que ocurre actualmente en Palestina, conmemora la masacre de 1982. El historiador del arte Sebastián Vidal, logró identificar que se trataba de un trabajo colectivo, donde participaron Balmes, Israel, Castillo y Leyton.


Carolina Cortés (pintura), nos muestra generaciones distintas de pintoras chilenas, convocadas en diálogo visual. Claudio Pérez nos presenta Necrosis, un registro análogo de impresión digital.

Nelson Garrido, Premio Nacional de Arte de Venezuela (1991), expone Mañana en la batalla piensa en mí, Sintografía e Imagen IA (fotografía e impresión digital), cuyas tomas registran el gesto corporal como historia social.


Gloria Salgado y Samuel Ibarra presentaron dos performance y video, cuyo trabajo escénico integró ritual y tecnología analógica. Salgado, con تذكرنا , (tudhakiruna recuérdennos) mostró una fuerte presentación sobre la crudeza de la violencia en Gaza y en el mundo. Ibarra, con sus recursos sonoros, nos presentó a su gallo, el cual fue muy activo en el feedback entre ambos.

Antonio Becerro (instalación) representó a Dante, su perro residente, como una enorme escultura, elevándolo a un gran Zeus de Furia de Titanes de 1981, signos de la necesaria tensión, lúdica, entre lo íntimo y lo épico que atraviesa a Perrera desde su fundación.

Mono o Estéreo + Marciano, con una excelente presentación musical y sonora, cerró la jornada inaugural con acordes de electrónica y bandoneón.


Tres décadas

Estos artistas -a través de medios y trayectorias disímiles- refrendan la apuesta transdisciplinar de Perrera, el cual es un centro donde la pintura convive con la escultura, la performance con la moda, el video con la impronta comunitaria.

Aunque mi mirada investigadora y su visión personal no siempre coincidieron, al enfrentar el balance de tres décadas, la discrepancia se vuelve secundaria. Lo importante es reconocer que Perrera Arte ha demostrado la “sobrevivencia” de un modelo cultural que se ha saltado los presupuestos estéticos chilensis de fines de los 90 y gran parte del 2000, que se iniciaron con las emulaciones de modelos como Revista Lápiz (prácticamente solo en lo formal) en gran parte de los llamados concursos de artes jóvenes para, luego, desgarrarse en la inscriptividad tardía, bajo la orfandad de un posmodernismo que le cuesta mucho, aún, ser contemporáneo (o como llamemos un período que no hemos delimitado claramente).

En esta columna, más que describir y analizar una exposición, quise realizar un reconocimiento formal a una gestión, con el cuidado de un patrimonio industrial insólito y el estímulo a la creación divergente, no pocas veces independiente de las convocatorias o búsquedas de una “calidad formal” (como mencioné antes) no siempre necesaria. Esto es lo opuesto a modas abajistas como variadas Factorías en Santiago, que simulan participación comunitaria con los barrios, sin involucrarse en lo medular. Factoría Franklin, por ejemplo, prácticamente no vende como feria (cuando se instala) y, menos aún, dialoga con el entorno. Entrar ahí es meterse en una cápsula onderamente enajenada y protegida de un entorno externo popular. Lo que, quizá, debiese reconocerse, en estos casos, son los clásicos emblemas estatales del emprendimiento y el naranjamiento industrial que no atreve a asumirse mientras no se haya consolidado, con el tiempo, una gentrificación.

En una ciudad de un país no conocido en persona, claramente recorro las “galerías convencionales” y tengo reuniones con variedad de artistas consagrados y no, visito algunas inauguraciones lujosas y establezco las clásicas redes de contacto para posteriores planificaciones y/o investigaciones y trabajos y también recorro las simulaciones abajistas. Pero, “al final de día”, en la búsqueda a la deriva (o por la fortuna de un dato), a veces me encuentro con esos espacios que muchas veces creí perdidos en las historias de los 70 hasta comienzos de los 90, donde la no muerte del “underground” aún existe, no en la nostalgia, sino bastante fuerte como lo sentí cuando llegué, atrasado, a la primera muestra y celebración de los 30 años de la Perrera Arte.