Matar a Pinochet, Villano (c)

Matar a Pinochet: "Vamos a seguir penándole a Chile"

05 noviembre 2020 | 10:38

La película de Juan Ignacio Sabatini aborda, de manera libre, el atentado contra Pinochet el 7 de septiembre de 1986 y el devenir del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

“Si la gente tiene la opción de recuperar su libertad es porque nosotros salimos con metralletas antes.”

Luego de varios años de importantes y masivas protestas contra la dictadura cívico-militar liderada por Pinochet, parte de la oposición había definido el año 1986 como “el año decisivo”. En ese contexto, cuando las protestas no se mostraban efectivas ante una represión despiadada e indiscriminada, se produce ese domingo 7 de septiembre el atentado.

Matar a Pinochet es una mirada desde adentro del FPMR, desde la “Comandante Tamara” (Cecilia Magni, interpretada por Daniela Ramírez) y el “Comandante Ramiro” (Mauricio Hernández, interpretado por Cristián Carvajal), mientras hacen un viaje ficticio hacia la costa, después del atentado, del asalto a la comisaría de Los Queñes (21 de octubre de 1988, poco después del plebiscito donde triunfó el No a la continuidad de Pinochet) y de la tortura y asesinato de la “Comandante Tamara” y del Comandante José Miguel (Raúl Pelegrin, interpretado por Mario Horton). Miradas que hablan de ideales, de rabias, heroísmos y miedos, voluntarismos y traiciones. Y cierto desapego de la realidad.

“Sacha no eligió la rabia, él nació en la rabia”

Con buenas actuaciones, ambientación y manufactura, Matar a Pinochet entrega una versión libre y parcial de los hechos poniendo foco en una mirada política y subjetiva, abriendo preguntas y dudas sobre hechos que marcaron la historia de Chile de los que se habla poco.

Esa subjetividad, representada por este viaje en el que recuerdan si se entremezclan en un contínuo el atentado y el ataque a Los Queñes por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo (cuando ya se habían dividido el FPMR, y esta facción -creo mayoritaria- se había distanciado del Partido Comunista). En este sentido, muchos espectadores se pueden hacer una idea equívoca si no tienen los antecedentes necesarios o ser una invitación a informarse.

Los mayores valores de Matar a Pinochet están, entre otros, en poner en el centro las motivaciones de “los fusileros”, mostrar la diversidad de sus integrantes, sus anhelos y temores, sus dudas y convicciones. Pero también en dejar establecido, y sin resolver, la idea de la traición de la que fueron objeto. Una traición que hace referencia a “El Bigote” (Luis Eduardo Arriagada Toro), fusilero que habría traicionado al grupo, a la “Comandante Tamara” (Cecilia Magni Camino) y al “Comandante José Miguel” (Raúl Pellegrin, interpretado por Mario Horton)), quienes fueron apresados después del ataque a Los Queñes para ser brutalmente torturados y lanzados a las aguas del río Tinguiririca.

“Tu y yo sabemos que lo que nos derrotó no fue la mala suerte. Yo sé que alguien habló, y no fue el Sacha, fue alguien que sabía mucho más”, dice Tamara.

La construcción del relato de Matar a Pinochet no permite saber de la división del FPMR ni dilucidar si la traición de “El Bigote” fue en el ataque a Los Queñes o al atentado mismo a Pinochet, como tampoco de sus motivaciones o si había superiores a él involucrados. Son dudas legítimas que quedan abiertas.

Por último, Matar a Pinochet es un llamado a conocer -y valorar- el rol del FPMR y de sus integrantes, a validar la lucha contra la dictadura, un sistema opresor, antidemocrático, y por los ideales.

“Después van a decir que con un lápiz y un papel bastaba. Después van a querer olvidarnos. Después tu y yo vamos a buscar la forma para seguir penándole a Chile”, afirma Tamara.

Al final, hay un testimonio (real) de Juan Moreno Ávila, “Sacha”. Una suerte de hilo a tierra que le pone “rostro” y fragilidad a una aventura idealista que terminó en muchos dramas.

Un aspecto que, a mi juicio no aporta y distrae, son una serie de frases como “Saludamos la nada con nuestros gritos” o “El mundo dura mientras estás vivo”.

En resumen, Matar a Pinochet es una buena película que permite ver una mirada humana, interesante, profunda, subjetiva, que deja preguntas. Una película bien hecha que aborda un tema político desde una perspectiva humana y política, sin ser panfletaria.

De las películas chilenas de ficción sobre la dictadura que destacan junto a Imagen Latente y La frontera, entre otras.