La Biblia, con sus historias y sus personajes, son referencias paradigmáticas del dramaturgo Juan Radrigán, Premio Nacional de Artes 2011, en la etapa personal y artística que vive.
Con la inesperanza de fondo, una conducta tan incrédula que destierra la esperanza, obviamente, y que se distancia de manera irreversible –incluso- de la desesperanza.
Los tres personajes de “Informe para nadie” son los únicos sobrevivientes de la destrucción total y, aunque viven en medio del caos, debaten sobre iniciar o no el resurgimiento de la humanidad.
Para encabezar esta nueva génesis el autor postula a un trío todavía tocado por el desastre y que no entiende bien lo que significa un desafío de este tipo.
Son dos hombres y una mujer que deambulan como pueden entre escombros materiales y mentales, cada uno conservando su manera de pensar y de sentir.
Andrés Olivares M100
Sin embargo, pese a todo, entre ellos flota algo así como una cierta responsabilidad, que de ellos depende la existencia de un nuevo ciclo humano.
Y giran alrededor de un problema que deben resolver: si vale la pena o no esta aventura, si el ser humano, pese a las experiencias vividas, puede cambiar su naturaleza, esa que lo ha llevado a su propia destrucción.
Símbolos y discursos
Igual que en sus últimas obras, Radrigán utiliza el discurso con una carga admonitoria para desarrollar el relato, una opción que transita también por lo ético y moral.
Todo surge de la decepción sobre la posibilidad del ser humano de cambiar su conducta. La historia de la humanidad, cruzada por guerras, masacres y ansias de poder forman parte de la percepción del autor respecto del mundo de hoy.
Con la dirección de Andrés Céspedes, la actriz Silvia Marín (interpreta a una mujer madura, algo descontrolada) y los actores Daniel Alcaíno (un hombre cojo, entusiasta y algo inocente) y Sergio Schmied (personaje incrédulo y pragmático) deben esforzarse para construir una relación cotidiana en medio del caos y los discursos.
El manzano, único ser del reino vegetal que sobrevivió y que los alimenta, los conecta vitalmente y, curiosamente, instalado en lo alto del escenario, sugiere una especie de deidad.
Forma parte de una escenografía dislocada y en penumbra (diseño de Esteban Sánchez), coherente con el vestuario, sugerido por Jorge “Chino” González.
Allí apenas se puede caminar y no hay espacio suficiente para recostarse con comodidad.
La espectacular música de Alejandro Miranda va creando una realidad paralela que se asocia con las aristas más esperanzadoras del debate y las reflexiones filosóficas, junto con romper la estructura general discursiva.
Frente a esta experiencia de absurdo existencial de plena actualidad que propone Radrigán hay que andarse con cuidado: porque el dramaturgo es un maestro de una ironía que utiliza en la obra y no sería raro que tenga más esperanzas que nadie en la humanidad.
Leopoldo Pulgar Ibarra
Periodista
Sala Matucana 100. Fono: 2964 9240. Jueves, viernes y sábado, 20:30; domingo, 19:30 horas. $5.000 entrada general; $3.000 estudiantes y tercera edad. Hasta el 13 de Septiembre.