Memorable regreso de ópera cómica “El turco en Italia”

El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)
El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)
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Una espectacular escenografía y una excelente dirección teatral que ambienta la acción en una calle de Nápoles son el marco para que un acertado elenco se luzca en esta obra de Rossini que a juzgar por lo que se apreció en el estreno el viernes pasado, puede ser considerado lo mejor de la actual temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago. Este lunes es la segunda función.

Por Joel Poblete

Una de las mejores conjunciones entre lo musical y lo teatral de los últimos años en el Teatro Municipal de Santiago es la espléndida versión de la ópera “El turco en Italia”, de Rossini, que dicho escenario está presentando en seis funciones con dos repartos.

Ya en los días previos habían circulado en redes sociales las fotografías de la espectacular escenografía creada por el diseñador Daniel Bianco, laboriosamente armada y construida por el equipo técnico del teatro y reproduciendo a la perfección una calle de Nápoles, pero afortunadamente la calidad del espectáculo fue mucho más allá, y la noche del viernes 14 (el mismo día en el que la obra se estrenara mundialmente hace dos siglos, en 1814), en el debut del elenco internacional del cuarto título de su temporada lírica, el Municipal ofreció el que bien podría ser considerado no sólo su mejor montaje en lo que va de año, sino además uno de los mejores en mucho tiempo.

Quizás no sea tan magistral y perfecta como los trabajos habitualmente más representados del compositor italiano -las comedias “El barbero de Sevilla”, “La italiana en Argel” o “La cenicienta”-, pero de todos modos esta obra es encantadora y su música alegre y juguetona posee momentos en verdad geniales, por lo que vuelva a montarse entre nosotros más de dos décadas después de su única presentación en el país (se estrenó en Chile en la temporada 1992 del Municipal) representa un bienvenido regreso. Sobre todo si se considera que de las 39 óperas de Rossini sólo 17 se han representado por estos lados, y de ellas apenas 10 se han ofrecido en ese escenario, con una notoria preferencia por una de las obras más populares del repertorio universal, el ya mencionado “Barbero de Sevilla”, que se ha representado en más de 50 temporadas. Por eso, es siempre bueno apreciar otros ejemplos del genio rossiniano.

Especialmente si se cuenta con una puesta en escena tan lograda y memorable como la de todo un maestro, el español Emilio Sagi, uno de los directores teatrales más reconocidos a nivel internacional en el género lírico, y quien desde su debut en Chile en 1996 siempre ha fascinado y deslumbrado al público santiaguino con sus producciones en el Municipal, que preferentemente han estado centradas en el repertorio belcantista, movimiento operístico que se desarrollara en las primeras décadas del siglo XIX, a través de tres compositores: Rossini, Bellini y Donizetti. Este es el octavo montaje de Sagi en el Municipal, y el quinto de una obra de belcanto, tras “Lucia de Lammermoor” (2005), “La hija del regimiento” (2007), “La italiana en Argel” (2009) y el año pasado su bella propuesta para “Los puritanos”.

“El turco en Italia” es una clásica y convencional comedia de enredos y confusiones sentimentales que no elude los estereotipos que hoy podrían ser incluso políticamente incorrectos, pero en la época de su creación funcionaban a la perfección, como en este caso el contraste entre turcos e italianos, todo aderezado con un toque tan creativo y agudo como la presencia de un poeta en busca de inspiración para una nueva obra, quien aprovecha los desencuentros de los personajes para desarrollar su creación literaria. En esta coproducción con uno de los teatros europeos más prestigiosos, el Capitole de Toulouse, Sagi, quien dirigía por primera vez esta pieza, optó por trasladar la acción desde el siglo XVIII del original hasta las décadas del 50 o 60 en el siglo XX.

Y a diferencia de otros directores de escena que traicionan la esencia de la historia al cambiar la locación y época, al frente de un equipo de talentosos artistas españoles que suelen acompañarlo en sus montajes, Sagi acierta por completo en conservar el encanto de la creación rossiniana, ofreciendo un espectáculo que sorprende y deleita de principio a fin, y no sólo no tiene nada que envidiar a otras versiones de esta ópera disponibles en ediciones comerciales en DVD, sino que incluso las supera. Este “Turco en Italia” merece ser recordado entre lo mejor que este director hispano ha estrenado en Chile, con su “Pan y toros” de 2008, su deslumbrante “Carmen” de 2012 y los ya mencionados “Puritanos” del año pasado, con sus inolvidables 28 lámparas.

En vez de su concepto lúdico para otro título rossiniano, esa “Italiana en Argel” de 2009, acá prima un maravilloso realismo, algo que se agradece en estos tiempos cuando lo cada vez más habitual en la ópera es prescindir de elementos escenográficos y describir los elementos visuales a través del uso de proyecciones o ilustraciones. Por lo mismo, como ya se dijo antes, a primera vista lo que impresiona de inmediato es la hermosa, corpórea y enorme escenografía de Daniel Bianco, con su escalera y su arco, los distintos balcones y la pizzería; esa calle que aunque se mantiene casi sin cambios durante toda la obra -en el segundo acto el puesto de frutas es reemplazado por afiches de clásicos del cine italiano, como el “Ladrón de bicicletas” de De Sica, el “Stromboli” de Rossellini y el “Divorcio a la italiana” de Germi-, nunca deja de fascinar, por estar tan llena de detalles que merece ser contemplada una y otra vez (los adoquines del suelo, los muros envejecidos), por lo bien utilizado que está el espacio en sus múltiples planos y niveles, tan oportunamente complementado con el llamativo y colorido vestuario de Pepa Ojanguren, aunque la iluminación de Eduardo Bravo nos pareció un poco más plana y menos incisiva que en otras ocasiones. Tan atractivo marco escénico es utilizado al máximo por Sagi, con una precisión y sentido del ritmo cómico envidiables, ya que la escena está en movimiento permanente incluyendo las recurrente apariciones de un tranvía, una motocicleta y varias bicicletas, transmitiendo una vitalidad y dinamismo que ayuda a sentirla real y creíble.

Si se habla de lo teatral, una vez más no puede dejar de resaltarse el excelente nivel del Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, cuyos miembros además de cantar tan bien como de costumbre, se plegaron a la perfección a los requerimientos escénicos, haciendo aún más viva y espontánea la puesta en escena. Como ya dijimos a raíz de su participación en la anterior ópera de la temporada, “La carrera de un libertino”, estos excelentes cantantes suelen brillar especialmente cuando además de cantar pueden lucirse como actores, y aquí tanto ellos como los convincentes comparsas o actores que interpretan los diversos roles no cantados, parecían en verdad ciudadanos napolitanos.

El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)

El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)

Pero los positivos resultados no se quedaron sólo en los numerosos aciertos escénicos, sino además en cómo éstos estuvieron al servicio de lo musical, entrelazándose a la perfección. Gran mérito tuvo en esto la dirección orquestal del español José Miguel Pérez-Sierra al frente de la Filarmónica de Santiago, quien además dirigirá las funciones del reparto nacional, el llamado elenco estelar; en su debut en el Municipal el año pasado, precisamente con esos “Puritanos” de Sagi, comentamos en este mismo sitio que este maestro demostraba una gran afinidad con el estilo belcantista y preocupación por apoyar a los cantantes desde el foso. Esa impresión se vio acentuada en esta ocasión, y demostró que Pérez-Sierra aprovechó muy bien las enseñanzas de quien es considerado internacionalmente el “apóstol” y mayor experto de Rossini en el último medio siglo, el hoy octogenario director y musicólogo italiano Alberto Zedda, de quien el español fue asistente entre 2004 y 2009. Desde la contagiosa obertura en adelante, subrayando muy bien los contrastes, detalles y sutilezas y equilibrando acertadamente las voces y la orquesta en los números concertados (en particular en la chispeante energía del final del primer acto y en todos los crescendos orquestales), Pérez-Sierra abordó por primera vez en su trayectoria este título ofreciendo una lectura dinámica, vigorosa y llena de vitalidad, como debe ser en una comedia como esta. Y al igual que en “La carrera de un libertino”, el clavecín en los recitativos (diálogos recitados) estuvo en las expertas manos del pianista chileno Jorge Hevia.

El atractivo elenco convocado ofrecía el que prometía ser uno de los mayores hitos de esta temporada lírica: reunir en una misma obra a dos de los mejores cantantes rossinianos de las últimas décadas que habitualmente se presentan en los principales escenarios líricos del mundo, los barítonos italianos Pietro Spagnoli y Alessandro Corbelli, quienes aunque ya habían venido en cinco ocasiones cada uno a cantar en diversos títulos al Teatro Municipal, nunca habían coincidido en escena en Chile. La sexta vez fue la vencida, y tal como era de esperar, juntos y por separado estuvieron en verdad notables.

Spagnoli debutó en nuestro país en 1995 precisamente con un título de Rossini, “El barbero de Sevilla”, y también cantó acá otros dos títulos del autor, “La cenicienta” en 2004 y la ya mencionada “La italiana en Argel” de 2009; ahora, abordando por primera vez en su carrera el rol que da título a la obra, como Selim, el seductor turco que llega a Italia, se mostró seguro y a sus anchas en todo el registro aunque el personaje habitualmente es cantado por bajos, y su despliegue vocal (canto expresivo, voz potente y bien proyectada, de atractivo timbre) y teatral le permite entregar un desempeño impecable, en la que quizás es la mejor actuación que ha ofrecido en Chile. Y a sus 62 años y con más de cuatro décadas de trayectoria, Corbelli (quien debutó en 1989 en el Municipal) es un maestro en el canto rossiniano, que domina al revés y al derecho al personaje de Don Geronio, el marido anciano y celoso, provocando la risa del público con su patetismo, pero nunca cayendo en el ridículo o convirtiéndolo en un payaso, dotándolo de humanidad y haciéndolo entrañable; todas las escenas en las que intervino fueron geniales, tanto en las partes cantadas como en los recitativos, y no fue de extrañar que al final de la función recibiera la ovación más sonora de la noche, no sólo por la simpatía que provoca su rol, sino porque en verdad es un privilegio escucharlo y verlo en escena. Por lo mismo, el dúo entre Spagnoli y Corbelli en el segundo acto, “D’un bell’uso di Turchia”, actuado y cantado a la perfección por ambos y dotado de un despliegue teatral y cómico irreprochable, es el momento culminante del espectáculo, y sólo por volver a disfrutarlo y verlos cantarlo y actuarlo juntos, dan ganas de repetirse la función completa.

Por su parte, la soprano estadounidense Keri Alkema no deja de sorprender con sus interpretaciones en Chile: luego de llamar la atención en 2011 y el año pasado con su atractiva voz que parece ideal para Verdi -en “Simón Boccanegra” y “Otello”, respectivamente-, este año aceptó regresar al Municipal para asumir por primera vez en su carrera dos roles tan diferentes como la sufrida protagonista de “Madama Butterfly” y la coqueta Fiorilla de “El turco en Italia”. Aunque durante su actuación hace un par de meses encarnando al delicado y complejo personaje de Puccini exhibió nuevamente cualidades vocales, no consiguió convencer como en sus anteriores presentaciones en nuestro país; en cambio, si bien en un principio quizás podría haber generado dudas si sus recursos eran los adecuados para el rol rossiniano, se desempeñó muy bien y fue muy aplaudida al final del estreno: en lo escénico, desde su llamativa entrada montada en una Vespa, supo mostrarse simpática, sexy y divertida, y aunque hay pasajes que todavía debe trabajar más (así como el abordaje de algunas notas agudas), dio muestras de adecuada flexibilidad vocal en sus intervenciones, incluyendo las demandantes agilidades, algo que más de alguien no hubiera imaginado al oírla antes en sus papeles de Verdi y Puccini.

En su debut en Chile, encarnando a Don Narciso el tenor brasileño Luciano Botelho exhibió convincentes dotes actorales y un canto aguerrido y virtuosista ideal para Rossini, aunque pasó ocasionales apuros con las notas agudas de un personaje que quizás es menos determinante que los otros protagonistas, pero cuya escritura vocal es muy exigente. Y el barítono chino ZhengZhong Zhou, quien también estuvo el año pasado en “Los puritanos” aunque sin entusiasmar demasiado, dejó ahora una mejor impresión como cantante, si bien podría ser aún más cómico e incisivo en el rol del poeta Prosdocimo, quien funciona como artífice de los enredos de la trama.

Completando los siete solistas del reparto, dos intérpretes chilenos pusieron la cuota local. Como Zaida, la soprano Daniela Ezquerra se mostró tan desenvuelta en lo escénico como en anteriores actuaciones suyas, funcionando bien en la interacción cómica con sus colegas, aunque en lo vocal no siempre pareció totalmente cómoda en el rol, habitualmente cantado por mezzosopranos. En cambio, una grata sorpresa fue el muy joven tenor Francisco Huerta, quien en el rol de Albazar no sólo participaba en su primera ópera en el Municipal, sino además debutó como solista en escena recién este mismo año, en el Festival de Castleton (Estados Unidos); creíble, vivaz y simpático como actor, pareció que tuviera una trayectoria aún mayor, exhibió una voz grata y de generoso volumen y proyección, y ofreció una buena entrega de su aria “Ah, sarebbe troppo dolce”.

Las siguientes funciones del elenco internacional de “El turco en Italia” serán este lunes 17, jueves 20 y sábado 22. El elenco estelar debutará este martes 18, y se presentará de nuevo el viernes 21.

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Una espectacular escenografía y una excelente dirección teatral que ambienta la acción en una calle de Nápoles son el marco para que un acertado elenco se luzca en esta obra de Rossini que a juzgar por lo que se apreció en el estreno el viernes pasado, puede ser considerado lo mejor de la actual temporada lírica del Teatro Municipal de Santiago. Este lunes es la segunda función.

Por Joel Poblete

Una de las mejores conjunciones entre lo musical y lo teatral de los últimos años en el Teatro Municipal de Santiago es la espléndida versión de la ópera “El turco en Italia”, de Rossini, que dicho escenario está presentando en seis funciones con dos repartos.

Ya en los días previos habían circulado en redes sociales las fotografías de la espectacular escenografía creada por el diseñador Daniel Bianco, laboriosamente armada y construida por el equipo técnico del teatro y reproduciendo a la perfección una calle de Nápoles, pero afortunadamente la calidad del espectáculo fue mucho más allá, y la noche del viernes 14 (el mismo día en el que la obra se estrenara mundialmente hace dos siglos, en 1814), en el debut del elenco internacional del cuarto título de su temporada lírica, el Municipal ofreció el que bien podría ser considerado no sólo su mejor montaje en lo que va de año, sino además uno de los mejores en mucho tiempo.

Quizás no sea tan magistral y perfecta como los trabajos habitualmente más representados del compositor italiano -las comedias “El barbero de Sevilla”, “La italiana en Argel” o “La cenicienta”-, pero de todos modos esta obra es encantadora y su música alegre y juguetona posee momentos en verdad geniales, por lo que vuelva a montarse entre nosotros más de dos décadas después de su única presentación en el país (se estrenó en Chile en la temporada 1992 del Municipal) representa un bienvenido regreso. Sobre todo si se considera que de las 39 óperas de Rossini sólo 17 se han representado por estos lados, y de ellas apenas 10 se han ofrecido en ese escenario, con una notoria preferencia por una de las obras más populares del repertorio universal, el ya mencionado “Barbero de Sevilla”, que se ha representado en más de 50 temporadas. Por eso, es siempre bueno apreciar otros ejemplos del genio rossiniano.

Especialmente si se cuenta con una puesta en escena tan lograda y memorable como la de todo un maestro, el español Emilio Sagi, uno de los directores teatrales más reconocidos a nivel internacional en el género lírico, y quien desde su debut en Chile en 1996 siempre ha fascinado y deslumbrado al público santiaguino con sus producciones en el Municipal, que preferentemente han estado centradas en el repertorio belcantista, movimiento operístico que se desarrollara en las primeras décadas del siglo XIX, a través de tres compositores: Rossini, Bellini y Donizetti. Este es el octavo montaje de Sagi en el Municipal, y el quinto de una obra de belcanto, tras “Lucia de Lammermoor” (2005), “La hija del regimiento” (2007), “La italiana en Argel” (2009) y el año pasado su bella propuesta para “Los puritanos”.

“El turco en Italia” es una clásica y convencional comedia de enredos y confusiones sentimentales que no elude los estereotipos que hoy podrían ser incluso políticamente incorrectos, pero en la época de su creación funcionaban a la perfección, como en este caso el contraste entre turcos e italianos, todo aderezado con un toque tan creativo y agudo como la presencia de un poeta en busca de inspiración para una nueva obra, quien aprovecha los desencuentros de los personajes para desarrollar su creación literaria. En esta coproducción con uno de los teatros europeos más prestigiosos, el Capitole de Toulouse, Sagi, quien dirigía por primera vez esta pieza, optó por trasladar la acción desde el siglo XVIII del original hasta las décadas del 50 o 60 en el siglo XX.

Y a diferencia de otros directores de escena que traicionan la esencia de la historia al cambiar la locación y época, al frente de un equipo de talentosos artistas españoles que suelen acompañarlo en sus montajes, Sagi acierta por completo en conservar el encanto de la creación rossiniana, ofreciendo un espectáculo que sorprende y deleita de principio a fin, y no sólo no tiene nada que envidiar a otras versiones de esta ópera disponibles en ediciones comerciales en DVD, sino que incluso las supera. Este “Turco en Italia” merece ser recordado entre lo mejor que este director hispano ha estrenado en Chile, con su “Pan y toros” de 2008, su deslumbrante “Carmen” de 2012 y los ya mencionados “Puritanos” del año pasado, con sus inolvidables 28 lámparas.

En vez de su concepto lúdico para otro título rossiniano, esa “Italiana en Argel” de 2009, acá prima un maravilloso realismo, algo que se agradece en estos tiempos cuando lo cada vez más habitual en la ópera es prescindir de elementos escenográficos y describir los elementos visuales a través del uso de proyecciones o ilustraciones. Por lo mismo, como ya se dijo antes, a primera vista lo que impresiona de inmediato es la hermosa, corpórea y enorme escenografía de Daniel Bianco, con su escalera y su arco, los distintos balcones y la pizzería; esa calle que aunque se mantiene casi sin cambios durante toda la obra -en el segundo acto el puesto de frutas es reemplazado por afiches de clásicos del cine italiano, como el “Ladrón de bicicletas” de De Sica, el “Stromboli” de Rossellini y el “Divorcio a la italiana” de Germi-, nunca deja de fascinar, por estar tan llena de detalles que merece ser contemplada una y otra vez (los adoquines del suelo, los muros envejecidos), por lo bien utilizado que está el espacio en sus múltiples planos y niveles, tan oportunamente complementado con el llamativo y colorido vestuario de Pepa Ojanguren, aunque la iluminación de Eduardo Bravo nos pareció un poco más plana y menos incisiva que en otras ocasiones. Tan atractivo marco escénico es utilizado al máximo por Sagi, con una precisión y sentido del ritmo cómico envidiables, ya que la escena está en movimiento permanente incluyendo las recurrente apariciones de un tranvía, una motocicleta y varias bicicletas, transmitiendo una vitalidad y dinamismo que ayuda a sentirla real y creíble.

Si se habla de lo teatral, una vez más no puede dejar de resaltarse el excelente nivel del Coro del Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, cuyos miembros además de cantar tan bien como de costumbre, se plegaron a la perfección a los requerimientos escénicos, haciendo aún más viva y espontánea la puesta en escena. Como ya dijimos a raíz de su participación en la anterior ópera de la temporada, “La carrera de un libertino”, estos excelentes cantantes suelen brillar especialmente cuando además de cantar pueden lucirse como actores, y aquí tanto ellos como los convincentes comparsas o actores que interpretan los diversos roles no cantados, parecían en verdad ciudadanos napolitanos.

El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)

El Turco en Italia, foto de Patricio Melo, TMS (c)

Pero los positivos resultados no se quedaron sólo en los numerosos aciertos escénicos, sino además en cómo éstos estuvieron al servicio de lo musical, entrelazándose a la perfección. Gran mérito tuvo en esto la dirección orquestal del español José Miguel Pérez-Sierra al frente de la Filarmónica de Santiago, quien además dirigirá las funciones del reparto nacional, el llamado elenco estelar; en su debut en el Municipal el año pasado, precisamente con esos “Puritanos” de Sagi, comentamos en este mismo sitio que este maestro demostraba una gran afinidad con el estilo belcantista y preocupación por apoyar a los cantantes desde el foso. Esa impresión se vio acentuada en esta ocasión, y demostró que Pérez-Sierra aprovechó muy bien las enseñanzas de quien es considerado internacionalmente el “apóstol” y mayor experto de Rossini en el último medio siglo, el hoy octogenario director y musicólogo italiano Alberto Zedda, de quien el español fue asistente entre 2004 y 2009. Desde la contagiosa obertura en adelante, subrayando muy bien los contrastes, detalles y sutilezas y equilibrando acertadamente las voces y la orquesta en los números concertados (en particular en la chispeante energía del final del primer acto y en todos los crescendos orquestales), Pérez-Sierra abordó por primera vez en su trayectoria este título ofreciendo una lectura dinámica, vigorosa y llena de vitalidad, como debe ser en una comedia como esta. Y al igual que en “La carrera de un libertino”, el clavecín en los recitativos (diálogos recitados) estuvo en las expertas manos del pianista chileno Jorge Hevia.

El atractivo elenco convocado ofrecía el que prometía ser uno de los mayores hitos de esta temporada lírica: reunir en una misma obra a dos de los mejores cantantes rossinianos de las últimas décadas que habitualmente se presentan en los principales escenarios líricos del mundo, los barítonos italianos Pietro Spagnoli y Alessandro Corbelli, quienes aunque ya habían venido en cinco ocasiones cada uno a cantar en diversos títulos al Teatro Municipal, nunca habían coincidido en escena en Chile. La sexta vez fue la vencida, y tal como era de esperar, juntos y por separado estuvieron en verdad notables.

Spagnoli debutó en nuestro país en 1995 precisamente con un título de Rossini, “El barbero de Sevilla”, y también cantó acá otros dos títulos del autor, “La cenicienta” en 2004 y la ya mencionada “La italiana en Argel” de 2009; ahora, abordando por primera vez en su carrera el rol que da título a la obra, como Selim, el seductor turco que llega a Italia, se mostró seguro y a sus anchas en todo el registro aunque el personaje habitualmente es cantado por bajos, y su despliegue vocal (canto expresivo, voz potente y bien proyectada, de atractivo timbre) y teatral le permite entregar un desempeño impecable, en la que quizás es la mejor actuación que ha ofrecido en Chile. Y a sus 62 años y con más de cuatro décadas de trayectoria, Corbelli (quien debutó en 1989 en el Municipal) es un maestro en el canto rossiniano, que domina al revés y al derecho al personaje de Don Geronio, el marido anciano y celoso, provocando la risa del público con su patetismo, pero nunca cayendo en el ridículo o convirtiéndolo en un payaso, dotándolo de humanidad y haciéndolo entrañable; todas las escenas en las que intervino fueron geniales, tanto en las partes cantadas como en los recitativos, y no fue de extrañar que al final de la función recibiera la ovación más sonora de la noche, no sólo por la simpatía que provoca su rol, sino porque en verdad es un privilegio escucharlo y verlo en escena. Por lo mismo, el dúo entre Spagnoli y Corbelli en el segundo acto, “D’un bell’uso di Turchia”, actuado y cantado a la perfección por ambos y dotado de un despliegue teatral y cómico irreprochable, es el momento culminante del espectáculo, y sólo por volver a disfrutarlo y verlos cantarlo y actuarlo juntos, dan ganas de repetirse la función completa.

Por su parte, la soprano estadounidense Keri Alkema no deja de sorprender con sus interpretaciones en Chile: luego de llamar la atención en 2011 y el año pasado con su atractiva voz que parece ideal para Verdi -en “Simón Boccanegra” y “Otello”, respectivamente-, este año aceptó regresar al Municipal para asumir por primera vez en su carrera dos roles tan diferentes como la sufrida protagonista de “Madama Butterfly” y la coqueta Fiorilla de “El turco en Italia”. Aunque durante su actuación hace un par de meses encarnando al delicado y complejo personaje de Puccini exhibió nuevamente cualidades vocales, no consiguió convencer como en sus anteriores presentaciones en nuestro país; en cambio, si bien en un principio quizás podría haber generado dudas si sus recursos eran los adecuados para el rol rossiniano, se desempeñó muy bien y fue muy aplaudida al final del estreno: en lo escénico, desde su llamativa entrada montada en una Vespa, supo mostrarse simpática, sexy y divertida, y aunque hay pasajes que todavía debe trabajar más (así como el abordaje de algunas notas agudas), dio muestras de adecuada flexibilidad vocal en sus intervenciones, incluyendo las demandantes agilidades, algo que más de alguien no hubiera imaginado al oírla antes en sus papeles de Verdi y Puccini.

En su debut en Chile, encarnando a Don Narciso el tenor brasileño Luciano Botelho exhibió convincentes dotes actorales y un canto aguerrido y virtuosista ideal para Rossini, aunque pasó ocasionales apuros con las notas agudas de un personaje que quizás es menos determinante que los otros protagonistas, pero cuya escritura vocal es muy exigente. Y el barítono chino ZhengZhong Zhou, quien también estuvo el año pasado en “Los puritanos” aunque sin entusiasmar demasiado, dejó ahora una mejor impresión como cantante, si bien podría ser aún más cómico e incisivo en el rol del poeta Prosdocimo, quien funciona como artífice de los enredos de la trama.

Completando los siete solistas del reparto, dos intérpretes chilenos pusieron la cuota local. Como Zaida, la soprano Daniela Ezquerra se mostró tan desenvuelta en lo escénico como en anteriores actuaciones suyas, funcionando bien en la interacción cómica con sus colegas, aunque en lo vocal no siempre pareció totalmente cómoda en el rol, habitualmente cantado por mezzosopranos. En cambio, una grata sorpresa fue el muy joven tenor Francisco Huerta, quien en el rol de Albazar no sólo participaba en su primera ópera en el Municipal, sino además debutó como solista en escena recién este mismo año, en el Festival de Castleton (Estados Unidos); creíble, vivaz y simpático como actor, pareció que tuviera una trayectoria aún mayor, exhibió una voz grata y de generoso volumen y proyección, y ofreció una buena entrega de su aria “Ah, sarebbe troppo dolce”.

Las siguientes funciones del elenco internacional de “El turco en Italia” serán este lunes 17, jueves 20 y sábado 22. El elenco estelar debutará este martes 18, y se presentará de nuevo el viernes 21.