Suizo Martin Sieghart dirigió a la Sinfónica de Chile en notable recorrido musical de Brasil a Rusia

Martin Sieghart, CEAC (c)
Martin Sieghart, CEAC (c)
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El maestro suizo Martin Sieghart, se despidió de Chile, con una notable conducción de una brillante Orquesta Sinfónica de Chile, para un concierto, en el cual el público asistente, se deleitó con un recorrido para abordar los sonidos de América del Sur y Europa, en el Teatro del CEAC de la Universidad de Chile.

La programación partió con Choros Nº 6, A. 219 del brasileño Heitor Villa-Lobos, seguido de Las fuentes de Roma, P. 106, del italiano Ottorino Respighi, para finalizar con la Sinfonía N° 9, op.70, del compositor ruso Dmitri Shostakovich.

Respecto de este concierto, Sieghart señaló que “Creo que en Europa se espera que cada artista latinoamericano conozca y pueda interpretar las obras y compositores europeos exactamente como nosotros hemos aprendido en nuestro continente, así como lo esperamos de Japón, Sudáfrica o cualquier otro lugar del mundo. De igual manera nosotros debemos afrontar la música de estos otros países, esto es algo que a veces olvidamos. Por esta razón me siento muy honrado de contar con la oportunidad de interpretar una gran obra de Villa-Lobos, aún mejor, en Latinoamérica”

El Choro -lloro o llanto- es un género de la música popular brasilera, ejecutado por conjuntos generalmente compuestos por flautas, mandolinas, cavaquinhos, guitarras, pandeiros, entre otros instrumentos, y que se configura como tal hacia mediados del siglo XIX en las calles de Río de Janeiro.

La orquesta respondió plenamente en esta composición de Villalobos (1887-1959), la cual data de 1926 y fue dedicada a la segunda pareja del autor, quien lo acompañó en los últimos años de su vida. Es una obra en que su sonido en general pareciera evocar el clima, los colores, la flora y fauna, de las regiones del Brasil.

Luego se interpretó el poema sinfónico “Las fuentes de Roma”, compuesto por el italiano Otorino Resphigui en 1916, con la intención de reproducir musicalmente la expresión de la naturaleza, buscando además entregar una impresión sobre los principales eventos de la vida romana, para lo cual se inspiró en cuatro famosas fuentes de agua: La fuente del Valle Giulia al alba, La fuente de Tritón en la mañana, La fuente de Trevi al mediodía y La fuente de Villa Medici en la puesta de sol.

Esta composición, delicada y de gran inspiración, muy creativa y con imaginación descriptiva, fue muy buen conducida por Sieghart, quien permitió el lucimiento de maderas y cuerdas, en una feliz conjunción ante una temática musical muy emotiva.

En la parte final, la orquesta en un derroche de intensa potencia y solidez de sus solistas, enfocó la Novena Sinfonía del ruso Dmitri Shostakovich, considerado uno de los más grandes sinfonistas del siglo XX, quien escribió en 1945 su Novena Sinfonía, compuesta para celebrar el término de la Segunda Guerra Mundial. Una obra alegre y liviana, totalmente contraria a las expectativas de sus compatriotas.

Esta obra con ritmo e intensidad que llegan y llenan totalmente al espectador, aparte del estupendo manejo del maestro suizo -por lo demás gran admirador de la Sinfónica- permitió el lucimiento de una serie de solistas, como fue el caso del concertino Héctor Viveros, del especialista en flautín Juan Pablo Aguayo, el flautista Hernán Jara, el clarinetista Francisco Gouet, el oboista Guillermo Milla y el fagotista Nelson Vinot, entre las maderas; el percusionista Juan Coderch. Además, el trompetista Luis Durán, el trombonista Jorge Cerda y los cornos encabezados por Jaime Ibáñez.

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El maestro suizo Martin Sieghart, se despidió de Chile, con una notable conducción de una brillante Orquesta Sinfónica de Chile, para un concierto, en el cual el público asistente, se deleitó con un recorrido para abordar los sonidos de América del Sur y Europa, en el Teatro del CEAC de la Universidad de Chile.

La programación partió con Choros Nº 6, A. 219 del brasileño Heitor Villa-Lobos, seguido de Las fuentes de Roma, P. 106, del italiano Ottorino Respighi, para finalizar con la Sinfonía N° 9, op.70, del compositor ruso Dmitri Shostakovich.

Respecto de este concierto, Sieghart señaló que “Creo que en Europa se espera que cada artista latinoamericano conozca y pueda interpretar las obras y compositores europeos exactamente como nosotros hemos aprendido en nuestro continente, así como lo esperamos de Japón, Sudáfrica o cualquier otro lugar del mundo. De igual manera nosotros debemos afrontar la música de estos otros países, esto es algo que a veces olvidamos. Por esta razón me siento muy honrado de contar con la oportunidad de interpretar una gran obra de Villa-Lobos, aún mejor, en Latinoamérica”

El Choro -lloro o llanto- es un género de la música popular brasilera, ejecutado por conjuntos generalmente compuestos por flautas, mandolinas, cavaquinhos, guitarras, pandeiros, entre otros instrumentos, y que se configura como tal hacia mediados del siglo XIX en las calles de Río de Janeiro.

La orquesta respondió plenamente en esta composición de Villalobos (1887-1959), la cual data de 1926 y fue dedicada a la segunda pareja del autor, quien lo acompañó en los últimos años de su vida. Es una obra en que su sonido en general pareciera evocar el clima, los colores, la flora y fauna, de las regiones del Brasil.

Luego se interpretó el poema sinfónico “Las fuentes de Roma”, compuesto por el italiano Otorino Resphigui en 1916, con la intención de reproducir musicalmente la expresión de la naturaleza, buscando además entregar una impresión sobre los principales eventos de la vida romana, para lo cual se inspiró en cuatro famosas fuentes de agua: La fuente del Valle Giulia al alba, La fuente de Tritón en la mañana, La fuente de Trevi al mediodía y La fuente de Villa Medici en la puesta de sol.

Esta composición, delicada y de gran inspiración, muy creativa y con imaginación descriptiva, fue muy buen conducida por Sieghart, quien permitió el lucimiento de maderas y cuerdas, en una feliz conjunción ante una temática musical muy emotiva.

En la parte final, la orquesta en un derroche de intensa potencia y solidez de sus solistas, enfocó la Novena Sinfonía del ruso Dmitri Shostakovich, considerado uno de los más grandes sinfonistas del siglo XX, quien escribió en 1945 su Novena Sinfonía, compuesta para celebrar el término de la Segunda Guerra Mundial. Una obra alegre y liviana, totalmente contraria a las expectativas de sus compatriotas.

Esta obra con ritmo e intensidad que llegan y llenan totalmente al espectador, aparte del estupendo manejo del maestro suizo -por lo demás gran admirador de la Sinfónica- permitió el lucimiento de una serie de solistas, como fue el caso del concertino Héctor Viveros, del especialista en flautín Juan Pablo Aguayo, el flautista Hernán Jara, el clarinetista Francisco Gouet, el oboista Guillermo Milla y el fagotista Nelson Vinot, entre las maderas; el percusionista Juan Coderch. Además, el trompetista Luis Durán, el trombonista Jorge Cerda y los cornos encabezados por Jaime Ibáñez.