“Las reacciones en mi cuerpo van desde dolores de espalda, de cabeza, trastornos del sueño, diarrea y náuseas. Es bastante desagradable. En mi caso, venía de estar en una etapa neutra. Hay otros colegas que sufren estos suicidios y están pasando por situaciones personales complejas que dificultan aún más su situación. Incluso, si tú estás bien y eres fuerte, igual te puede destruir: es una vida la que se está acabando”.
Mateo lleva casi 15 años como maquinista del Metro de Santiago. Treintañero, sin hijos y viviendo solo, dice que nadie está preparado para enfrentarse a tragedias como esa: el suicidio de personas que se arrojan a las vías.
Él lo presenció en carne propia. Ocurrió cerca de las 9:30 de la mañana del 8 de septiembre recién pasado, en el transcurso de su primera vuelta del recorrido: “En mi caso particular, tuve contacto visual con la persona cuando cayó y luego cuando el tren pasó. Era una niña, para mí era muy joven”, se lamenta.
El relato de Mateo, sin embargo, no es aislado. En lo que va del año, se han registrado 25 eventos de “personas en las vías”. Eso, según un análisis de la Unidad de Investigación de Bío Bío, puesto que el Metro se niega a entregar las cifras oficiales. Dicen que quieren evitar el fenómeno de imitación. Lo cierto es que los números van al alza.
BBCL Investiga accedió a testimonios de cuatro trabajadores —bajo reserva de identidad— que revelan las secuelas, mentales y físicas, que les acarrean estas experiencias traumáticas vividas durante su trabajo. Además, cuestionan la falta de apoyo emocional y explican cómo deben enfrentar los segundos posteriores a una tragedia al interior de las estaciones de la empresa estatal.
“Tengo que vivir con eso, pero tú, por ejemplo, vas a estar en el cumpleaños de tu hijo el día de mañana o de tu señora y te vas a acordar de la situación. No se me va a olvidar nunca”, confidencia Mateo.
Realidad que no da tregua
Según cifras oficiales, en Chile cada año se suicidan 1.800 personas. El último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), fechado en 2022, sostiene que existe un alza en este tipo de decesos: si en 2019 la tasa era de nueve por cada 100 mil habitantes, tres años después, ese número alcanzaba los 10,3. Estos datos convierten a Chile en uno de los países con mayores niveles de suicidios en Latinoamérica.
Los trabajadores del Metro no están ajenos a esta realidad. Una revisión de esta Unidad de Investigación —en base a registros públicos— devela que en 2024 hubo al menos 12 casos de personas que se arrojaron a las vías. En lo que va de este año ya se han reportado 25.
Según cuentan los empleados entrevistados por este medio, éste es un fenómeno que ya es frecuente y que tiende a aumentar exponencialmente en septiembre, con la llegada de la “primavera gris”. Una postura que es respaldada por expertos:
“Las personas se empiezan a sentir con un poco más de energía, pero siguen sintiéndose mal por la depresión, la frustración, el dolor, etcétera. Entonces, en primavera logran tener la suficiente energía para concretar el acto”, explica la presidenta nacional del Colegio de Psicólogos de Chile, Francisca Pesse.
“Hablamos de una experiencia que tiene un potencial traumático muy alto para los trabajadores y que es muy difícil que una persona, después de tener una experiencia de este tipo, quede indemne y no tenga ningún efecto en ella”, acota la especialista.
Mateo lo sabe bien. Ese 8 de septiembre, apretó el freno de urgencia y pidió el corte de electricidad —lo que está establecido por protocolo— para evitar, en la medida de lo posible, arrollar a la persona e impedir que se electrocutara. Pero no lo consiguió.
“Luego de eso viene un caos general, en donde uno como trabajador tiene que ser de fierro en este trabajo, porque hay que ser insensible para actuar”, explica.
De acuerdo a su testimonio, además de vivir el accidente y sufrir sus impactos psicológicos “tienes que evacuar a tus pasajeros, evacuar la estación y sacar a la gente que graba”. “Con casi quince años en el metro aún no entiendo el morbo. La gente siempre quiere grabar, tener como la exclusiva y estamos hablando de que la exclusiva es una persona que se suicidó”, critica.
La contención
Cuando una persona se precipita a las vías, los empleados del Metro deben activar el Código Sigma. Esa es la nomenclatura interna de la compañía para identificar este tipo de emergencias, con o sin intención suicida. Cuando la información se transmite por radios, los trabajadores se ponen tensos. Saben lo que significa.
Luego viene la contención emocional.
De acuerdo con documentos de la empresa revisados por esta Unidad de Investigación, los trabajadores expuestos a eventos traumáticos tiene derecho a dos días de reposo otorgados por la administración. La idea es garantizar que los afectados reciban el respaldo necesario para reponerse y poder reintegrarse sin problemas. Aquí figuran empleados que conducían el tren al momento de un SIGMA, además de supervisores y operadores de tráfico que tuvieron participación directa en el retiro de un cuerpo de las vías.
Valentín es técnico en depanaje. Se trata del área del Metro encargada de revisar las máquinas después de un accidente. Era un 24 de diciembre de 2003, cuando lo llamaron por primera vez para realizar una revisión. No vio el accidente, pero escuchó la petición de corte de energía. Eran cerca de las 13:00 horas cuando llegó al sitio del suceso, en la estación Plaza Puente Alto. En el lugar, se encontró con los restos de un joven que había saltado a las vías.
“Los usuarios no son muy empáticos en el tema de los suicidios, culpan a quien se suicidó, pero también culpan al técnico, incluso al conductor”, se lamenta Valentín.
Según cuenta, el fallecido, pocos minutos antes de lanzarse, había dejado su celular en un asiento del andén. Al desbloquearlo, los trabajadores notaron mensajes de su madre preguntándole a qué hora iba a llegar para cenar.
Era la víspera de nochebuena.
“Muchos se quedaron callados, fue un momento muy, muy triste. Por lo general, nos comentan que no debemos familiarizarnos. Pero inconscientemente lo asocias y lo estás asociando: puede ser tu amigo, un familiar… no sé”, indica el trabajador.
“Nosotros —los técnicos— después de un suicidio, vemos el tren, revisamos si es que hay partes, si hay residuos biológicos. Y si los hay, debemos avisar a la empresa que hace la limpieza de los trenes. Hacemos el reconocimiento y ellos la limpieza”.
Valentín, trabajador del Metro
“Me dio ansiedad y fumaba mucho”
Valentín, al igual que Mateo, dice que es casi imposible recuperarse del todo tras una tragedia de estas características. Considera que hay líneas del Metro que son más críticas que otras. Asegura que luego de un incidente de persona en la vías, “viene el bajón, el estrés postraumático”.
“Después de ese evento en Navidad estuve tres semanas sin poder dormir. Llegaba a la casa y me cerraba, tampoco lo conversaba con mi familia. Estaba en alerta, si escuchaba algo por la radio no quería ir al taller. Me costaba comer, me dio ansiedad y fumaba mucho”, dice Valentín.
Ambos empleados sostienen que falta un apoyo más eficaz de parte del Metro. Vicente, conductor de más de nueve años de trayectoria, coincide. Una mañana de 2019 se estaba acercando a la estación Irarrázaval, cuando con dificultad pudo ver el cuerpo de lo que, ahora sabe, era una joven inconsciente en las vías.
“A mí me costó verla, porque no fue que se lanzó cuando pasó el tren, sino que la persona ya estaba ahí cuando yo iba acercándome a la estación. Como que había saltado desde arriba… no se movía y estaba un poco escondida hacia los laterales”, relata.
Aunque cortó la corriente y frenó como dicta la norma, por el peso de la misma máquina, el tren se deslizó un par de metros más antes de parar completamente, arrastrando a quien se encontraba en el lugar.
“Después de eso tuve que evacuar el tren y luego, lo que debiese pasar, pero no siempre sucede, es que al conductor lo retiran de ahí”.
En la teoría, los conductores tienen varios pasos a seguir luego de un evento crítico. Primero, deben notificar el accidente a su superior. Luego, se presenta la Mutual de Seguridad para intervenir. Después, hay una contención psicológica en terreno, seguida por una derivación de urgencia. Más tarde, el conductor puede retirarse de sus funciones los dos días de reposo entregados por la administración del Metro, teniendo en cuenta un seguimiento dentro de las primeras 48 horas posteriores al incidente, a los siete días, al mes y a los seis meses siguientes.
Todo lo anterior, sin embargo, se ve frustrado por la realidad. En la práctica, no siempre son retirados con la celeridad que necesitan, dicen. Aseguran que deben esperar por, al menos, una hora al profesional de psicología de la Mutual. Recién ahí reciben una primera evaluación para poder ser liberados de sus funciones.
El pánico
Luego de los dos días otorgados para que los maquinistas se acerquen a la Mutual y soliciten atención psicológica de urgencia, comienza finalmente la recuperación emocional. El diagnóstico más común es trastorno de estrés postraumático (TEPT), aunque no siempre el daño es evidente de inmediato.
“Hay personas en las que no se ve una mayor reacción durante el primer año, por ejemplo, pero después, cuando tienen una nueva experiencia estresante, con menor gravedad inclusive, puede desencadenarlo. Las experiencias traumáticas tienen una especie de efecto acumulativo”, detalla la psicóloga Francisca Pesse.
Según cuentan trabajadores, existen conductores que llegan después de un mes o más de descanso recetado y, simplemente, no logran volver a las cabinas. El pánico les impide continuar con sus funciones. Otros prefieren alejarse completamente y renunciar, a pesar del apremio que pueden llegar a sentir para reintegrarse a la vida laboral. Esta presión no sólo es profesional: es económica, familiar y autoimpuesta por los mismos empleados que quieren “estar bien”.
En el caso de Vicente, por ejemplo, fue llevado a una oficina de la estación a la espera de atención médica. Pero esa ayuda tardó cerca de dos horas. Lo peor fue que cuando se retiraba del sitio del suceso, estuvo obligado a devolverse.
“El SAMU o los Bomberos estaban buscando a la persona. En el momento que ellos se devolvían, les digo más o menos donde yo creía que estaba. Buscamos con una linterna y efectivamente alumbramos a la persona y la vimos. A mí me tocó ver cómo había quedado y, claro, estaba fallecida”.
A juicio de la psicóloga Pesse, justamente la asistencia inicial es clave “para ayudar a la persona a salir de esa situación y desplegar sus herramientas de afrontamiento estrés”.
La idea es evaluar en esa instancia “si la persona va a requerir o no un apoyo psicológico a largo plazo”.
“Yo creo que antes de que ocurra no se piensa mucho, siempre se está atento, ante cualquier movimiento en el andén uno se pone en alerta. Pero después de haber ocurrido un incidente así, yo siento que hay un cambio”, cuenta Vicente.
A pesar de la existencia de medidas relacionadas con el cuidado de la salud mental de los trabajadores, los testimonios indican que no es suficiente. Dicen que las capacitaciones en esta materia solo se reducen a una inducción cuando entran a trabajar.
“Hay un módulo al inicio. Solamente al inicio. Ahí hay una deficiencia: solamente lo hacen al inicio cuando uno ingresa al Metro. Después no hay más”, reprocha el conductor.
Antes de que existieran los protocolos
Felipe vivió su primera tragedia hace 40 años: una madre se lanzó a las vías con su hija de menos de 10 años. “Fue en la estación Franklin. Saltó así como un conejo con su niña entre los brazos”, rememora.
Sin posibilidad de evitar el impacto, hizo lo único que podía: cortar la corriente y frenar el tren, aunque ya era tarde. Hoy dice que aprendió a vivir con eso. “A llevarlo en su vida habitual”, en sus propias palabras.
No está seguro de lo que sucedió después, no lo recuerda, pero sí sabe que se quedó en la cabina trasera de la máquina. Se fue en ella hasta el taller mecánico. “Y de ahí tuve que caminar hasta el terminal y no recuerdo bien si me dejaron irme a la casa o qué pasó. Pero el efecto en esa época era que tú si estabas bien, seguías trabajando”.
Cuatro décadas después, dice que ya sabe incluso diferenciar a un suicida de un usuario común. “La persona que se va a tirar siempre tiene un movimiento especial. Las personas en general cuando esperan el tren tienen un movimiento lento hacia las puertas. El suicida no, viene normalmente desde atrás y sale como corriendo. O ya están sentados en el andén y cuando viene el tren saltan”.
Según Felipe —hoy devenido en supervisor—, la época en que pasó por el accidente había más desafíos: los protocolos en los años que trabajó como conductor no existían, simplemente se intentaba sacar al conductor, se le preguntaba cómo se sentía y si la respuesta era bien, —siendo lo esperado en estos casos— simplemente se seguía trabajando.
“Solo decían que había que botarlo todo“, asegura.
“Las primeras vueltas después de eso, la primera semana diría yo, sientes que toda la gente se va a tirar. Porque el conductor cuando entra a una estación tiene una visión global al trabajar. Y luego en la casa uno llega a soltarse, a llorar para sentirse acogido”.
Felipe, trabajador del Metro
Medidas que podrían salvar vidas
En otros países y en las líneas más modernas del Metro de Santiago ya se han tomado medidas. Barreras, letreros y concientización parecen ser claves para evitar más muertes por suicidio.
“Están las barreras, están las puertas, están operadores de crisis. Hay una red, un programa, una forma de pensar el espacio público de una manera distinta para gestionar estos posibles riesgos”, explica la experta.
Eso sí, según advierte Pesse, se debe empezar por conversar de ello para frenarlo. De ahí que no comparte la decisión del Metro de no entregar las cifras aduciendo el fenómeno de imitación.
“En el fondo, sabemos que la única forma de prevenir el suicidio es hablando más de ello. Y yendo más allá, a las causas en concreto que llevan a una persona a decidir no querer vivir más de la forma que lo está haciendo”, acota la especialista.
Los nombres de los maquinistas y empleados fueron modificados para proteger su identidad. Pese a los intentos de BBCL Investiga, Metro no estuvo disponible para este reportaje.