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Rosales y trato con la UE: "Lo importante es robustecer el vínculo, no las toneladas de carne o queso"

Sábado 15 julio de 2023 | 06:01

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Agencia UNO

El Presidente Gabriel Boric viajó a Europa en medio del proceso de modernización del Acuerdo de Asociación Comercial Chile - Unión Europea, conocido como el Acuerdo de Marco Avanzado. BioBioChile conversó con el economista Osvaldo Rosales, quien participó de las negociaciones del tratado previo y fue una pieza clave para que se lograra este convenio. "La modernización del acuerdo es un instrumento adicional para robustecer el vínculo político entre Chile y la Unión Europea vis a vis (cara a cara) [la confrontación entre China y Estados Unidos]. Y eso es mucho más importante que las toneladas de carne, que las toneladas de queso o que los pescados", lanza.

Osvaldo Rosales fue una de las piezas fundamentales para firmar el Acuerdo de Asociación Comercial entre Chile y Unión Europea. Tratado vigente hace poco más de 20 años que hoy está en pleno proceso de modernización con tratativas lideradas entre el Viejo Continente y el Presidente Gabriel Boric.

En conversación con BioBioChile, el destacado economista -quien trabajó como director general de Relaciones Económicas Internacional del Gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006)- analiza el rol del empresariado y los sesgos propios de derechas e izquierdas en cuanto a este tipo de pacto.

“Las desviaciones de izquierda es creer que firmar los TLC (Tratados de Libre Comercio) es subordinarse al imperio y es limitar drásticamente los espacios de política económica. Sin entender que la ausencia o la escasa diversificación productiva exportadora tiene que ver con política interna y no necesariamente con los acuerdos comerciales”, asevera.

“Y la desviación de derecha es creer que los TLC en sí son una estrategia de desarrollo. Es creer que basta con equilibrios macroeconómicos, apertura comercial, acuerdos de libre comercio, la desregulación económica y el desarrollo vendrá por arte de gracia. Eso no es así”, acota.

Primera gira por Europa

En la última semana, Gabriel Boric viajó a Europa con el objetivo de fortalecer los lazos con el continente, promocionar el sector del litio y las inversiones extranjeras, además del fortalecimiento de la paz y el desarrollo sostenible.

En su gira, que terminará el 21 de julio, están contempladas reuniones con el presidente español, Pedro Sánchez, el rey de España, Felipe VI, y con la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE).

La segunda parada será en Bruselas, donde Boric participará de la Cumbre Celac-UE y mantendrá reuniones bilaterales con varios líderes europeos. En Ginebra (Suiza), el presidente tendrá una reunión con el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom y, por último, en Francia se reunirá con el presidente francés, Emmanuel Macron.

“Es fundamental para Chile estar presente al más alto nivel, porque estamos a punto de firmar un acuerdo con la Unión Europea que significa beneficios muy relevantes para el país desde el punto de vista comercial y económico”, dijo en un comunicado el canciller chileno, Alberto van Klaveren Stork, aludiendo a la modernización del acuerdo con la UE, conocido como Acuerdo de Marco Avanzado.

Para Rosales, la actualización de este convenio es importante porque responderá a las temáticas actuales y no las de hace dos décadas.

“Todo fue rápido”

— ¿Cuándo empezaron las negociaciones para un Acuerdo de Asociación comercial entre Chile y Unión Europea?

Partieron en abril del año 2000. La primera ronda se realizó en Santiago y fueron un total de diez hasta la conclusión formal de las negociaciones. Pero cabe destacar que las negociaciones con Chile derivan del objetivo de la Unión Europea de empezar a negociar con Mercosur y con Chile. Durante la cumbre de Florencia, en 1999, surgió el primer problema que tuvimos. Como Mercosur era más grande, los cancilleres primero negociaban con Mercosur y a la semana siguiente negociaban con Chile.

Es evidente que había diferencias económicas de base productiva y exportadora e, incluso, en los ritmos de estabilidad macroeconómica entre Chile y los países de Mercosur. De hecho, nunca estuvo claro que, al menos, Argentina y Brasil estuvieran decididamente comprometidos con la negociación. Entonces eso ponía un freno a la negociación de la Unión Europea con nosotros y eso fue bastante molesto. Nos decían que si no habían avanzado con Mercosur, no podían avanzar con nosotros.

En junio de 2002 hubo una reunión entre los cancilleres de Mercosur y la canciller de Chile en la época, María Soledad Alvear, en Luxemburgo. Como solía suceder, reuniones separadas y la primera siempre con el bloque sudamericano. Rosales se acuerda que el encuentro con los cancilleres de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, que deberia durar cerca de media hora, se prolongó mucho más que eso y la comitiva chilena se quedó afuera esperando bajo el sol del verano europeo.

— ¿Cómo ustedes lograron conversar con los cancilleres europeos?

El que tuvo la chispa fue Alberto Van Klaveren, quien en la época era nuestro embajador. Nos fuimos a una mesita y empezamos a tachar párrafos innecesarios. El discurso de la ministra tenía ocho páginas y dejamos solo los puntos principales. Pasado el tiempo, nos hicieron entrar. Todo fue rápido y práctico. Para la próxima ronda separaron las negociaciones y pudimos avanzar.

Eso también estuvo acompañado de un lobby bien intenso que se hizo en las capitales europeas justamente para que vieran la diferencia de base productiva exportadora, etc. Chile tenía la disposición para ir a un acuerdo rápido y profundo, porque ya teníamos condiciones. Teníamos un acuerdo con Canadá, México, habíamos iniciado negociaciones con EFTA, que en las normativas comerciales es muy similar a la europea. Eso fue un lobby a nivel de Cancillería y a nivel de Presidencia. Se superó esa traba y la negociación avanzó.

— ¿Qué obstáculo puso España a las negociaciones?

Había una escuadra pesquera española muy potente que buscaba incrementar su captura de pez espada en la costa chilena. Entonces ahí se entabló una negociación que no tenía que ver con el acuerdo, pero que obviamente terminaba contaminando. Finalmente eso se consiguió negociar de la siguiente forma: se permitió el acceso de una flota muy limitada de pesqueras españolas, pero para motivos científicos, es decir, para capturar y para medir la especie y ver en el fondo su sustentabilidad.

Otro tema que duró hasta la última negociación fue que la industria pesquera española quería obtener origen español para la pesca que obtuvieran en la zona económica exclusiva de Chile. No solo para tener acceso al recurso, sino también porque se beneficiaban del subsidio que en ese momento la Unión Europea concedía a la pesca. Entonces los españoles tendrían ahí un doble negocio. Por una parte obtenían el recurso y en segundo lugar obtenían el subsidio. Esa fue una negociación muy, muy dura que llevó las conversaciones hasta el último día.

A las dos 2:45 se estableció el acuerdo de que si se obtenía la pesca dentro de las 200 millas, o sea en la zona económica exclusiva, el origen iba a ser chileno. En contrapartida, se modificó la ley para permitir que la inversión extranjera fuera más allá del 49% que estaba establecido en la ley. Así podrían comprar pesqueras nacionales y operarlas como empresas extranjeras, pero radicadas en Chile. Por ende ya serían empresas nacionales sometidas a la legislación chilena. Podían efectivamente pescar a condición de que la contraparte, o sea, todos los países europeos, los 15 de la época, permitieran lo mismo con inversionistas pesqueros en su cuerpo. Esa fue la fórmula en la cual el tema fue finalmente negociado. Creo de manera bastante conveniente.

Osvaldo Rosales
Agencia UNO

El mundo cambió

Después de las diez rondas de negociaciones, el acuerdo fue traducido a los idiomas hablados por los países de la UE y tuvo que ser aprobado en cada uno de los parlamentos nacionales, además del Parlamento Europeo. Chile aprobó el acuerdo a fines de 2002 y entró en vigor en febrero del año siguiente.

— ¿Por qué es importante actualizar ese acuerdo?

La lógica de actualización de los acuerdos se relaciona con el hecho de que en un periodo de dos décadas hay circunstancias en la economía mundial, en la dimensión tecnológica, que hace necesario incorporar temáticas que antes no tenían mucho sentido. El comercio digital, la protección de datos -que antes no existía y hoy es un tema crucial-, entre otros. Se trata de adecuarse al desafío que se le plantea a la economía y que es necesario también establecer disciplinas que permitan que, efectivamente, el acuerdo sea pertinente, que tenga relación con lo que está aconteciendo con la economía. De otra forma quedaríamos en un acuerdo que solo responde a las temáticas de hace 20 años.

— ¿Qué beneficios puede traer para Chile esta modernización?

El acuerdo permite mejorar el acceso a mercado en algunos rubros. De hecho, no tengo la cifra en la mente, pero en agricultura, recuerdo que hay ganancias de acceso que no eran posibles con el acuerdo previo y que ahora, con esta modernización, hay beneficios para Chile. Pero yo diría que hay una dimensión distinta que, en mi opinión, es la más relevante.

Hoy en día lo urgente es la guerra entre Rusia y Ucrania, pero lo importante sigue siendo el conflicto hegemónico entre las dos superpotencias: China y Estados Unidos. Y, desde ese punto de vista, guardando todas las proporciones, la Unión Europea tiene un conflicto similar al que tiene Chile y al que tiene Sudamérica: no quiere tener conflicto con ninguna de las partes. La modernización del acuerdo es un instrumento adicional para robustecer el vínculo político entre Chile y la Unión Europea vis a vis (cara a cara) [la confrontación entre China y Estados Unidos]. Creo que ese es el principal desafío geopolítico que hoy día enfrentamos. Y eso es mucho más importante que las toneladas de carne, que las toneladas de queso o que los pescados.

— Uno de los puntos de la modernización es el incentivo a la igualdad de oportunidades y de trato para hombres y mujeres, que se beneficien por igual de las oportunidades de desarrollo que se abrirán con esta nueva etapa del acuerdo. ¿Usted cree que eso es factible?

A veces en los acuerdos hay titulares que son buenas intenciones. El tema es acompañar esos titulares con políticas domésticas que no tienen que ver con el acuerdo, sino con un desafío doméstico de la política pública. Ahora, lo que sí, es evidente, es que si llegasen a producirse transgresiones marcadas en este tema, la Unión Europea estaría en condiciones de cuestionar esa política. Y desde ese punto de vista, colocar ese tema en los acuerdos importa, porque establece una suerte de compromiso internacional con el cumplimiento de esa obligación. Por ejemplo, si tuviéramos reforma tributaria y avanzáramos en la economía del cuidado, estaríamos avanzando en esa dirección. Pero que lo consigamos o no, no depende del acuerdo con la Unión Europea. Depende si la derecha en el Congreso está disponible o no para aprobar esa iniciativa.

Un tratado y varias interpretaciones

Según el economista, cuando se habla de un acuerdo de libre comercio, siempre hay “desviaciones” dependiendo del sector político, desde donde se interpretan estos tratados de maneras distintas y equivocadas.

— ¿De qué se tratarían estas desviaciones?

Diría que a la hora de hablar de un acuerdo de libre comercio, hay desviaciones de derecha y desviaciones de izquierda. Las desviaciones de izquierda es creer que firmar los TLC es subordinarse al imperio y es limitar drásticamente los espacios de política económica. Sin entender que la ausencia o la escasa diversificación productiva exportadora tiene que ver con política interna y no necesariamente con los acuerdos comerciales. Y la desviación de derecha es creer que los TLC en sí son una estrategia de desarrollo. Es creer que basta con equilibrios macroeconómicos, apertura comercial, acuerdos de libre comercio, la desregulación económica y el desarrollo vendrá por arte de gracia. Eso no es así. Se requieren políticas domésticas que fortalezcan Pymes, el acceso al financiamiento de tecnología. Es necesario mejorar capacitación, invertir más y más, y eso no lo hace el mercado automáticamente. Se requiere un Estado vigoroso que comande y que dirija ese proceso.

— ¿Usted cree que Chile va en ese camino?.

En este momento estamos cruzado por una nube de regresión conservadora, peligrosa. No estoy en condiciones de pronosticar lo que pueda pasar, pero veo a un empresariado que ha cerrado las puertas a un acuerdo tributario torpedeando la negociación con un ministro y con un Presidente que están más que disponibles para flexibilizar posturas y para establecer un acuerdo de mediano y largo plazo que involucre la modernización del Estado, la transparencia en la gestión pública. Y los veo resucitando anacronismos económicos como la curva de Laffer, esa pretendida idea de que bajando los impuestos se recauda más. Esa misma que está rechazada en el mundo académico norteamericano y europeo de manera consistente. Por lo tanto, la verdad es que el momento es de inquietud. Espero que sea una nube pasajera.

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