Por favor complete todos los campos y haga check para certificar la veracidad de los datos antes de enviar la correccion.
Por favor ingrese en e-mail valido.
Su mensaje fue enviado ¡exitosamente!
Atenderemos su correción cuanto antes
Belén tenía 22 años cuando murió de una herida mortal provocada por un disparo. De acuerdo a la investigación, su pareja fue el responsable. Supuestamente la bala iba a un tercero, pero terminó incrustada en el abdomen de Belén. La joven anhelaba construir una familia y revertir su propia experiencia de vida, que estuvo marcada por una infancia sin la figura materna. Quería estudiar, ser madre, bailar y tener su casa propia. Casi nada se concretó y terminó convirtiéndose en un femicidio más de Chile. Belén dejó a su pequeña hija Esperanza, que hoy más que nunca le hace honor a su nombre. Mientras, el padre de la bebé se mantiene en prisión preventiva. Su historia la cuenta la Unidad de Investigación de BioBioChile.
Horas antes de que a Belén la mataran publicó su último mensaje: “La vida es corta… Sonríele a quien llora, ignora a quien te critica y sé feliz con quien importa”.
Después de eso le dispararon en el abdomen con una escopeta calibre 16, provocándole un traumatismo abdominal de carácter vital. Murió camino al hospital. Su pareja fue el responsable. ¿Accidental o intencional? Es lo que la fiscalía intenta dilucidar en 120 días.
Lo cierto, es que la bala que terminó con su vida fue sólo el desenlace de días violentos. Su propio padre confesó que una vez su pololo le pegó, pero se aferró a sus ganas de volver a intentarlo y terminó volviendo con quien hoy está imputado por su muerte.
Ahora queda su pequeña hija Esperanza, quien cumplió un año y debió celebrarlo mientras enterraba a su madre. Bajo tierra quedaron sus ganas de estudiar, de una casa propia y de crear su nido familiar.
Belén se convirtió en el femicidio número 36 en lo que va del año. Una lista cruel y violenta para cerrar el 2021. Números, que esconden historias de mujeres asesinadas que casi siempre se transforman en la amnesia colectiva de un país. Crímenes, que tienen su denominador en común: perpetrados por hombres.
“Mamá, me duelen los oídos”
Angélica Bastías llora. Llora mientras habla y recuerda con nostalgia los casi 12 años que pasaron. Durante unos efímeros segundos se le escucha reír. Es una risa esperanzadora, que en el fondo le duele. Intenta animarse. Piensa que es un mal sueño, pero cada vez que despierta la realidad le duele profundamente.
—Es tremendo. Es como que te sacan el alma y no hay consuelo. Uno se culpa a sí mismo de lo que pudo haber hecho y no hizo. A mí me ha costado asumir de que ella no está. Echo de menos el llamado a la vieja y todos los detalles que tenía ella como hija. Es algo muy fuerte para mí. El que Belén ya no esté.
Cuando Belén llegó a la vida de Angélica tenía 10 años. Fue en la escuela dominical de una iglesia evangélica. Después se percató que eran vecinas en el sector de Conchilla, en Lota Alto.
Durante años la cuidó. Sus hijos la acogieron como una hermana, sus abuelos como una nieta, y ella como una hija. El amor de familia se propagó en la vida de la joven.
Mientras estudiaba en el Liceo Carlos Cousiño una asistente social denunció ante el Juzgado de Familia local que Belén estaba en abandono. Así entonces, Angélica pasó a ser su cuidadora, mientras su padre trabajaba en el sur y posteriormente en el norte del país.
Mientras rememora esos años, puntualiza que en el liceo hubo un tiempo donde la trataron despectivamente por no tener madre. Por lo mismo, decidieron crear una clave: “Mamá, me duele los oídos”, era la consigna para que fueran a buscarla. Eso ayudó a que su presencia apartara el bullying y le formara una personalidad fuerte.
—A todos les decía que tenía una tía mamá. Mi chiquitita… a todo el mundo le decía que ella no estaba sola, que tenía su tía mamá que la protegía.
El deseo de formar una familia
La madre biológica de Belén se suicidó cuando tenía 3 años. Un día salió con su padre a dar un paseo y cuando volvieron se habían quedado solos. Se crió con su familia paterna en Los Ángeles hasta los 6 años, y terminaron trasladándose a Lota por trabajo.
Su papá ejerció en la comuna del carbón por una época y posteriormente en Puerto Montt. Tiempo después en el norte. En ese periodo Belén estaba al cuidado de diferentes personas, hasta que conoció a Angelica.
Su padre, Héctor Bascur, cuenta a BioBioChile que tuvieron etapas muy bonitas. Recorrieron gran parte de la provincia de Arauco y disfrutaron cada paseo, pero también asegura que a medida que fue creciendo, ambos tenían roces en su relación familiar. Él se consideraba muy estricto con los permisos y su hija era firme en sus ideas.
Cuando terminó la enseñanza media se fue a Pichilemu. Tenía un grupo de baile de break dance y hip hop, donde junto a ellos viajaban para presentarse en diferentes lugares. De hecho, era conocida en su comunidad como FreshLen Flow. Ahí conoció a su pareja y padre de su hija.
Su hija Esperanza cumplió un año el 1 de diciembre, mismo día que enterraron a su madre. Su familia coincide al declarar que lo único que deseaba era formar una familia y entregarle a su pequeña lo que ella no pudo tener.
—Quedé admirado porque Belén pasó a ser una supermamá. Yo quedé sorprendido. Sus deseos, sus ganas de estar siempre al cuidado de su bebé, de una preocupación al máximo. Nunca había visto una mamá tan preocupada de su bebé… Pero yo le dije que tenían que compartir las tareas. Le dije que él también (padre de Esperanza) tuviera a la guagua, que la tomara en brazos o que la dejara en el coche, para que ella también hiciera cosas y que se fueran traspasando los papeles —manifiesta Héctor.
“Papá, me pegó. Llévame a tu casa”
Una de las metas de Belén era estudiar diseño gráfico. Su plan era hacerlo este 2022 porque quería dedicarse enteramente a la crianza de Esperanza durante su primer año. Así entonces, la iba a ingresar a un jardín infantil y ella se iba a matricular.
También buscaba el sueño de la casa propia. Angélica la incitaba a ahorrar para tener su primera vivienda, pero al final, todos sus anhelos quedaron enterrados. Se vio opacada por el ambiente donde vivía y las personas que lo habitaban.
—Tuvo una pareja que realmente no la acompañó, no fue su compañero de sueños, de ideales. Lo único que quería ella era tener una familia que ella no tuvo de la infancia. Yo conversé un tiempo con ella y le decía que uno no puede idealizar algo que no es, porque si uno ve que no está remando para el mismo lado, más te resta que te suma, mejor seguir solita. Ella estaba con el ideal de poder formar una familia junto a este hombre y darle todo ese afecto —testimonia Angélica.
Su entonces pareja, Heidy Labarca, es el autor del disparo y se encuentra en prisión preventiva mientras dure la investigación. Los hechos ocurrieron en el pasaje Glaciar de Pichilemu, región de O’Higgins.
Según se describe en la querella que se presentó tras su muerte, a eso de las 00:50 horas del 29 de noviembre, Labarca cargó la escopeta y guardó un cartucho en su bolsillo. Al exterior de la vivienda, se escuchaba una moto.
Se presume que el disparo iba para esta tercera persona, pero Belén intercedió, plantándose de frente a su pareja y rogándole que no dispare. En conocimiento que el arma estaba cargada, iniciaron un forcejeo y sin desprender el dedo del gatillo, el arma se disparó en el abdomen de Belén.
Si bien las causas siguen en investigación, hay hechos pasados que son irrefutables. Héctor confiesa que el Año Nuevo Heidy golpeó a Belén. En ese entonces lo llamó llorando diciéndole: “Papá, me pegó, llévame a casa”.
—Finalmente Belén se vino. Me la traje con su bebé y todo. La bebé tenía un mes. En ese tiempo le pegó. No hay denuncia pero esa vez la Belén me dijo. Fue la única vez que me comentó que él le pegó porque ella le había llamado la atención porque había salido de carrete y se mandó a cambiar y no volvió.
Estuvo casi un mes viviendo con su padre. Relata que existieron un par de diferencias entre ellos. Al final, un día su pareja fue a buscarla y se quedó una semana. No sabe qué conversaron, simplemente le dijo: “Papá, me voy de vuelta a Pichilemu”.
—Yo en el último tiempo le preguntaba cómo andaba la cosa. Le decía: “Pero Belén, dime la verdad”. Y ella: “No papá, si estamos bien, si ya no hemos tenido esos problemas, sólo que este (Heidy) se lo quiere pasar puro saliendo. En la mitad de semana sale a carretes. Prácticamente me lo paso sola con la guagua”… Yo pienso que conmigo le bajó un poco el perfil a eso. Pero yo creo que igual estaban ocurriendo cosas ahí dentro de las cuatro paredes.
La última llamada
La madrugada del lunes 29 de noviembre, Héctor Bascur recibió un mensaje a su Facebook: “Don Héctor, necesito hablar urgente con usted. ¡Pasó algo muy malo que necesito comunicarle! Necesito su número de teléfono”.
Relata que pasaron unos 10 minutos aproximadamente. En ese lapsus pensaba qué podía haber sucedido y terminó imaginando que su hija junto a su pareja habían chocado en el auto. Lo llamada que vino después, descolocó cualquier pensamiento.
-Pasó algo terrible don Héctor. Anoche la Belén falleció.
– ¿¡Cómo?! (se levanta de la cama)
– Sí, falleció.
-¿Cómo está la Esperancita?
-Está bien.
-¿Dónde fue el choque?
-(Silencio) No, si no fue un choque.
-¿¡Entonces?!
-Fue un disparo.
-¿¡Cómo un disparo?!
Los segundos que vinieron después no son del todo claros. La llamada seguía en curso y Héctor preguntaba, pero no escuchaba nada. La desesperación que sintió le hizo perder el sentido de la realidad y su cuerpo tironeaba de un lado para otro, sin saber qué hacer.
—Me dice que fue un forcejeo y que el arma se disparó. Fueron horas, un par de minutos que yo no sabía dónde estaba parado. Lo más rápido fue llamar a un amigo y pedirle un auto prestado. Me acompañó. Fui con la meta cerrada de ir a buscarla. El viaje lo encontré más largo que nunca.
Belén murió camino al hospital. Su cuerpo fue trasladado a Lota. En la ciudad de su adolescencia la velaron y la enterraron el 1 de diciembre. Ese mismo día Esperanza cumplía un año.
Cuatro días antes había realizado una videollamada con su papá. Le mostró la piñata que le había hecho y los adornos para su celebración. Estaba emocionada y lo invitó a pasar el fin de semana con ellos.
—Uno ve que las cosas avanzaban bien, no vi que se aproximaba algo tan terrible. Yo me pregunto por qué, si a la Belén la crie fuerte, nadie la pasaba a llevar. Si algo tenía que decir, lo decía, si alguien la molestaba, lo decía. No era tímida para decir lo que estaba ocurriendo. Ella quería salvar su relación, quería que funcionara… Uno entiende, pero hasta cierto punto.
Redes de apoyo familiar
Según datos del SernamEG, una mujer puede tardar entre 8 y 10 años en denunciar a su agresor. Eso pasa por las escazas redes de apoyo, o bien, inexistentes. También están las dependencias económicas, emocionales o vínculos con los hijos.
Si bien una tercera persona puede denunciar en Carabineros o Fiscalía, esta misma debe ser ratificada por la mujer que está viviendo violencia.
—Sabemos que muchas mujeres no cuentan con esa red de apoyo de su círculo cercano. Sin embargo, ellas siempre tiene el apoyo institucional del SernamEG, el que está a disposición de ellas para entregarles la intervención psico-socio-jurídica que requieren en el proceso de justicia reparatoria que necesitan —explicó la institución.
Lo importante es respetar la autonomía de las mujeres y saber que la violencia contra las mujeres es una problemática multifactorial. El Servicio concluye:
—Lo más importante es hablar con esa mujer, sin ponerla en riesgo frente a su agresor, y entregarle el apoyo sin cuestionamientos para que pueda tomar la decisión de denunciar y reiniciar una vida libre de violencia. Nunca debemos poner en duda su relato ni responsabilizarla por la situación que está viviendo. Las víctimas nunca son culpables de la violencia de la cual con víctimas.
Hasta el cierre de este publicación los registros del Sernameg consignan 39 femicidios consumados y 154 frustrados. Belén fue la víctima 36.