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Soy la víctima 13.650

Soy la víctima 13.650

Lunes 11 septiembre de 2023 | 14:21

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Edición: Constanza Escobar (BBCL)

Lo que vivió Paz Macaya quedó zanjado en el número 13.650 de la Comisión Valech. La violaron y patearon brutalmente a una cuadra de su casa por ser dirigente universitaria. Le advirtieron que harían lo mismo con sus compañeras comunistas. Secuestraron a su esposo y además, su hijo recién nacido murió por la acción de agentes del Estado. Hoy, golpea la mesa contra el negacionismo: "(A las víctimas nos dicen) 'Olvídate'. 'Supéralo'. 'Supera que tu esposo desapareció, supera que a tu hijo lo mataron'. ¿Cuánto vale un hijo? ¿Cuánto vale mi hijo muerto?".

La libertad es una flor desnuda que crecerá en la arena deshonrada.

El escrito de Pablo Neruda —traducido al alemán— complementa un cuadro patrio suspendido en la casa de Paz Macaya Aretxabala (66). Asentada en Chiguayante, en la región del Bío Bío, la exdirigente estudiantil de la Universidad de Concepción recuerda los años de dictadura.

Reposa sus brazos sobre una almohada, como abrazándola. Su historia es dura. Ella misma lo confidencia. Es más, le ha tomado tiempo reconocer que estas vivencias son propias y que hasta el día de hoy traen consecuencias.

Actualmente, su nombre figura como el número 13.650 del informe de la Comisión Nacional Sobre Prisión Política y Tortura, más conocida como Comisión Valech.

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Martes 11

Paz conoció al presidente Salvador Allende de pequeña, cuando el socialista aún no era jefe de Estado, y los esfuerzos se concentraban en su campaña electoral.

Para el 73′, tenía 16 años y vivía en Santiago junto a sus padres —ambos militantes del Partido Comunista— y sus hermanos. Su papá, Juan Macaya Martínez, era médico y trabajaba en el Ministerio de Salud, mientras, su mamá, Begoña Aretxabala Aspiazu, laboraba como correctora de escritos y secretaria del historiador Hernán Ramírez Necochea.

Recuerda vívidamente el día del Golpe de Estado. Ese martes 11 bombardearon la casa presidencial, a tan sólo dos cuadras de su domicilio. Tras el levantamiento armado, su papá fue exiliado.

Paz Macaya en Reporte de Amnistía Internacional, 1985

Amnistía Internacional | Septiembre de 1985

“Supéralo”

A tres años del Golpe se mudó a Concepción junto a su madre. Entró a estudiar bioquímica en la Universidad de Concepción y con el paso del tiempo su nombre se vinculó a la dirigencia. Precisamente esa condición fue la que la expuso a persecución.

En 1985, cuatro hombres la violaron y amenazaron cuando iba llegando a su casa, en San Pedro de la Paz.

—Me decían: ‘Dile a todas, a todas las conchasdesumadre, las putas comunistas que las vamos a violar a todas si siguen haciendo hueas’ —relata en entrevista con la Unidad de Investigación de BioBioChile.

La patearon hasta cansarse. A la fecha suma tres operaciones de columna por la brutalidad de la acción.

Mural en San Pedro de la Paz, conmemorativo por violación a Paz Macaya en dictadura

Antes: Facebook | Después: Camila M. | A un costado del paso bajo nivel que une la calle Los Pensamientos con Las Margaritas en San Pedro de la Paz, se dibujó un mural en conmemoración al caso de Paz Macaya, sin embargo, con el paso de los meses, su aspecto cambió. No se sabe quién fue, pero el escrito fue borrado burdamente con pintura negra, tapando el espacio de memoria.

A su ahora exesposo lo secuestraron a poco de que contrajeran matrimonio ese mismo año. Lo quemaron con cigarros y amenazaron. ¿El motivo? El liderazgo universitario de Paz.

Un año más tarde quedó embarazada y teniendo ocho meses de gestación, fue víctima de un simulacro de fusilamiento. Por el impacto, sufrió un parto prematuro y su hijo, tras nacer, vivió apenas tres días. Paz no pudo ir al funeral. Este año, Manuel habría cumplido 37.

Pese a que los hechos se investigaron, nunca se dio con los responsables. Creen que fueron miembros de la CNI, la policía secreta de la dictadura.

Hoy, en conversación con BBCL Investiga, Paz Macaya detalla parte de su historia: cómo veía a Allende con ojos de niña, cómo el 11 de septiembre quebró a su familia, la búsqueda de justicia en plena dictadura y su percepción del negacionismo.

—(A las víctimas nos dicen)’Olvídate’. ‘Supéralo’. ‘Supera que tu marido desapareció, supera que a tu hijo lo mataron. Supéralo’ (…) ¿Cuánto vale un hijo? ¿Cuánto vale mi hijo muerto? —cuestiona.

Y agrega:

Yo no puedo superarlo por decreto.

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