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"Las armas son su otra piel": el ’armero ilegal’ que alegó trastorno para justificar arsenal privado

"Las armas son su otra piel": el ’armero ilegal’ que alegó trastorno para justificar arsenal privado

Viernes 04 agosto de 2023 | 06:00

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Contexto | Camila Mennickent

"Las armas son su segunda piel". Así, invocando un amor incondicional por el material bélico, la defensa de Domingo Rojas Aguilar intentó justificar el arsenal que la PDI halló en su poder. Pero no fue el único argumento: en el juicio que le siguió al allanamiento y su detención, el imputado alegó tener un trastorno conductual que lo llevó a acumular compulsivamente los "fierros". Las explicaciones no dejaron conforme a la justicia y fue condenado por tráfico de armas.

09 de julio de 2018.

N.N: ¿Hay esperanza que salga la hueá o no?
Domingo: Se me ha hecho difícil el cerrojo. La obturación po, no hay por dónde meterle una pieza ahí po y lo demás está todo listo po.
N.N: Trata de terminarla po ¿Oye cuánto sale un pasamano?
Domingo: Un pasamano 15 lucas.
N.N: ¿Saldrá en el día?
Domingo: No po, no alcanza, son por lo menos dos días.

26 armas, entre ellas de guerra y hechizas, 27 tipos de cartuchos y dos interceptaciones telefónicas, terminaron por condenar por tráfico de armas al exgendarme Domingo José Rojas Aguilar.

Los hechos se remontan a julio de 2018 y se sitúan en la comuna de San Vicente de Tagua Tagua. Tras aceptar que los detectives entraran a sus inmuebles y de reconocer que el arsenal encontrado en uno de ellos era suyo, Rojas refirió tener problemas con la acumulación de objetos. Un trastorno conductual similar al ‘Mal de Diógenes’. En su caso -aseguró- todo lo que mantenía pertenecía a una “colección especial”.

La explicación, sin embargo, no convenció a la justicia. Lo condenaron a 10 años y un día de presidio. Su defensa, en tanto, apeló mediante un recurso de nulidad. Todo debería resolverse en los próximos días.

“El Chumingo”

Rojas Aguilar, de actuales 74 años, se acogió a retiro absoluto con el grado de suboficial mayor el 11 de febrero de 2004. Lo hizo en el Complejo Penitenciario de Alto Hospicio. Desde entonces, vivía una vida aparentemente tranquila. Eso hasta su caída.

La detención del exgendarme se dio tras un aviso sobre “Chumingo”. El apodo llegó a oídos de la Brigada Antinarcóticos y Contra el Crimen Organizado de la PDI. “En la zona hay un armero ilegal”, les advirtió una fuente.

La información dio paso a la acción: tras identificar de quién se trataba, el Ministerio Público solicitó permiso para intervenir el teléfono de Rojas y -más tarde- para allanar dos propiedades a su nombre.

Cuando los detectives entraron a su casa del sector Requegua, el 12 de julio de 2018, encontraron todo tipo de armamento: 13 armas cortas (revólver y pistolas), 13 armas largas (rifles y escopetas), ocho cañones para escopeta, dos cajones para mecanismo percutor y 27 tipos de cartuchos de distinto calibre. Del total, sólo dos escopetas estaban inscritas a su nombre. Dentro de las municiones incluso había de guerra y otras de construcción artesanal.

El hecho llamó la atención en la región de O’Higgins. Las sospechas de un eventual tráfico de armas se acrecentaron en el Ministerio Público. El organismo, precisamente, lo terminaría acusando penalmente por ese delito. Fueron las escuchas las que respaldaron la tesis de la fiscalía.

“15 lucas”

Las dos conversaciones interceptadas datan de los días previos a la detención de Rojas. Según declaró en el juicio un subcomisario de la policía civil que participó del operativo, los intercambios confirman los servicios de armero del imputado. En efecto, el detective comentó que el acusado recibió un arma larga de parte de un hombre no identificado en la indagatoria. La idea era que Rojas la reparara.

Lo mencionado por el policía fue refrendado por la persecutora a cargo del caso, fiscal Silvana Gómez. Según la Unidad de Análisis Criminal y Focos Investigativos de la Fiscalía de O’Higgins, en las intervenciones se constató una dinámica de cliente y vendedor.

05 de julio de 2018, 16:12 horas

Domingo: Oye tienes pa anotar pa darte el número del atao este (sic)
Francisco: Dámelo
Domingo: Dice CZ, modelo ZKK 601, número 46737
Francisco: ¿Y qué es, un fusil?
Domingo: No carabina 308, es deportivo
Francisco: Ya
Domingo: Es que el proyectil es diferente, vamos a ver qué pasa con el atao, sino pa deshacerme de él po.

09 de julio de 2018, a las 10:50 horas.

N.N: ¿Hay esperanza que salga la huea o no?
Domingo: Estoy trabajando en ella
N.N: Porque ya me compré otra jajaj…Preferí comprar que estar hueviando tanto po, como cinco años ya la huea
Domingo: Se me ha hecho difícil el cerrojo, la obturación po, no hay por dónde meterle una pieza ahí po y lo demás está todo listo po
N.N: Trata de terminarla po. ¿Oye cuánto sale un pasamano?
Domingo: Un pasamano 15 lucas
N.N: ¿Saldrá en el día?
Domingo: No po, no alcanza, son por los menos dos días
N.N: Tengo que cambiarle el pasamanos a la mía
Domingo: Es una superpuesta que me compré del 16
N.N: Difícil de cartucho
Domingo: Tengo 500 cartuchos, ayer salí a probarla.

Hechizas

Pese a las pruebas en su contra, la defensa de Rojas alegó que las intervenciones telefónicas no eran concluyentes respecto de la venta de armas. Mucho menos de haber lucrado con actividades de ese tipo. La sencillez de la vivienda y los nulos lujos con los que vivía el imputado así lo acreditan, al menos a juicio de su representante.

Fue el propio Rojas el que acusó en el proceso en su contra que las grabaciones estaban “cortadas” y que -para su mala fortuna- éstas no incluían “la parte que lo exculpaba”.

“Nunca he sido armero, nunca he vendido ni comprado armas, nunca las he ofrecido”, atestiguó.

Según su testimonio, desde pequeño fue un aficionado. El gusto lo heredó de su abuelo, un militar.

“Muchas de las balas o cartuchos las recogí del polígono, cuando estuve en servicio activo. Profesionales de Gendarmería van a prácticas de tiro, muchos proyectiles tienen marcadas las estrías del cañón”, complementó.

Sus piezas -continuó- eran de colección. Si bien trabajó en la sala de armas de Gendarmería, no fue armero. Allí -contó- aprendió a ordenar y a cuidarlas, pero jamás las ha fabricado.

Lo anterior, no obstante, difiere de la versión del ente persecutor. Basándose en lo incautado por la PDI, explicaron que sí encontraron armas hechizas. En otras palabras, fabricadas.

Trastorno

“Las armas son como su segunda piel. Eran parte de él, era muy difícil para él deshacerse de ellas”.

Para justificar el arsenal, la defensa no sólo alegó un amor incondicional por las armas, sino también un trastorno de conducta similar al ‘Mal de Diógenes’.

El acusado presentó a su favor una entrevista clínica elaborada por una psicóloga. En ella, la profesional concluyó que Rojas era un “acumulador compulsivo”.

“Tiene impulso de acumular fierros del que no puede resistirse, es una conducta obsesiva en él”, sostuvo. En suma, la psicóloga apuntó que el trastorno hace que Rojas tenga una imputabilidad disminuida, no así inimputable.

El argumento de la defensa no bastó ante los ojos de la Justicia. Esto porque la perito médico psiquiatra forense María José Villena, del Servicio Médico Legal de Rancagua, tras entrevistarse con Rojas, concluyó que “la conducta de acumulador compulsivo, que le describe el evaluado, no afecta su juicio de realidad”.

En otras palabras, podía diferenciar “lo lícito o ilícito de su actuar”. Así, ambas condicen en el comportamiento acumulativo, mas no en la patología.

Sea como sea, a los detectives de la PDI que participaron del allanamiento les llamó la atención el desorden y la falta de condiciones higiénicas que presentaba todo el inmueble, salvo el lugar donde estaban almacenadas las armas, la munición y los cañones.

A juicio del Ministerio del Interior, que actuó como parte querellante, la falta de un patrón generalizado justamente hacía perder validez a la tesis del ‘Mal de Diógenes’.

“La defensa ha levantado la tesis de que el acusado es acumulador, pero -en cierta forma- todos lo somos”, filosofó, en tanto, la fiscalía.

“No son encontradas en la calle”

Disquisiciones aparte, el Tribunal Oral en Lo Penal de Rancagua descartó las alegaciones de la defensa y estimó que la conducta del imputado no respondía a una patología.

En efecto, consideró que el actuar de Rojas sí configuraba el delito de tráfico de armas.

“Todas las probanzas (…) han sindicado al acusado Rojas Aguilar como quien mantenía sin autorizaciones ni permisos de la autoridad competente en su domicilio las armas y elementos referidos, desarrollando labores de armero reparador de armas, almacenando estas, de modo tal que ello es suficiente para concluir su participación en calidad de autor ejecutor”, reza la sentencia.

“La explicación (del imputado) pierde toda coherencia, cuando se advierte que aparecen armas de fogueo modificadas, proyectiles balísticos artesanales, armas hechizas. En tal sentido, el Tribunal ha reflexionado en torno a cómo se puede acceder a este tipo de armas, pues estas no se encuentran botadas en la calle, como lo pretendió sugerir el acusado. Necesariamente hay una actividad ilícita en ello y, en este caso, las probanzas dan cuenta de que el acusado realizaba trabajos en armas por los que cobraba”.
Extracto de la sentencia

A la Corte

Tras la condena a 10 años de cárcel dictada por el TOP, la defensa presentó un recurso de nulidad. En él, insisten en que no se estableció que Rojas efectivamente comercializara las armas.

Según constató BBCL Investiga, los alegatos en torno al recurso de nulidad se efectuaron el pasado 25 de julio ante la Corte de Apelaciones de Rancagua.

Hoy por hoy, se está a la espera de la decisión del tribunal: ya sea ratificar la sentencia o anularla. Una vez comunicado el fallo, las partes podrán evaluar eventuales contra-respuestas.

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