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Un gendarme femicida en Parral

Un gendarme femicida en Parral

Domingo 09 abril de 2023 | 06:35

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BBCL

El gendarme (35) que mató a Marcela del Pilar Pérez (32) confesó apenas entró por la puerta de la Comisaría: "Me vengo a entregar, maté a la mamá de mi hija", dijo al llegar. En su mano derecha llevaba el arma homicida, aún con rastros de sangre. Fue el punto cúlmine de una jornada violenta, que paralizó a toda la comunidad de Parral.

—Me vengo a entregar, maté a la mamá de mi hija.

El cabo segundo de Gendarmería, R.M.M.R. (35), entró por la puerta de la Tercera Comisaría de Carabineros de Parral, la madrugada del pasado domingo, a eso de las 2:45 horas. Vestía jeans, zapatos café y chaqueta del mismo color.

Confesó en el acto. Llegó acompañado por su papá.

En su mano derecha portaba la cortapluma con que le dio una mortal estocada en el cuello a su expareja, Marcela del Pilar Pérez (32). El arma aún tenía rastros de sangre.

Esa noche estaban de guardia el subteniente Juan San Martín y la cabo Pilar Canales. Ante ellos exhibió el cuchillo y se los dejó sobre el escritorio.

Minutos antes, había ingresado a la casa de Marcela en el Pasaje 7 de la Población Don Pablo, a unos 3 kilómetros del recinto policial.

Fue el punto cúlmine de una jornada violenta. Y que comenzó con una discusión previa, la noche del sábado. Ella venía de regreso del campo de su madre, Ernestina Tapia, en el sector de Unicavén, donde había dejado a la hija de ambos, de 4 años.

Cuatro horas antes de asesinarla, él la interceptó en la vía pública, mientras Marcela iba manejando su auto por la calle Pablo Neruda.

En la esquina con Arturo Prat, no muy lejos de su casa -y a siete cuadras de la comisaría-, se cruzó por delante en su Chevrolet Aveo rojo. Alterado, le abrió la puerta del auto y comenzó a interrogarla de forma agresiva.

—¡¿Dónde está mi hija?! —preguntó él.
—Con mi mamá —le respondió Marcela.

El otro hijo de ella, fruto de una relación anterior, también lo había dejado con su madre.

—¡Qué andai’ haciendo a esta hora! —insistió.
—Echando bencina.
—¡Cómo vai’ a andar sola!
—No tengo por qué darte explicaciones —replicó.

Acto seguido, según denunció la mujer ante Carabineros esa misma noche, le tomó la cara con sus manos y le apretó fuertemente las mejillas. Intentó resistirse, pero de todas formas la besó por la fuerza. Le cerró la puerta del auto y se fue. Así quedó registrado en el parte policial, en el que se tipificó el hecho como abuso sexual.

Una hora después de ese episodio, a las 23:30 horas, Marcela llamó a Matías Gutiérrez. Se habían conocido hace 5 meses y se hicieron amigos. Con el tiempo forjaron una relación sentimental, pero nunca le pusieron un nombre.

Le contó la situación. Admitió que tenía miedo de estar sola en su casa y que su expareja le pudiera hacer algo más. Fue rápidamente a acompañarla. Llegó en 15 minutos.

Conversó con ella. La trató de tranquilizar, escucharon música, compartieron una cerveza y unos cigarros.

Con la situación más calmada, pasadas las 2:00 de la madrugada, Matías decidió ir al baño. Marcela se quedó en el living comedor, sentada en el sillón. Fueron minutos clave.

Mientras Matías estaba sentado en el baño, a las 2:20 horas, el gendarme entró a la casa. Marcela empezó a gritar pidiendo ayuda. Él se paró los más rápido posible y se subió los pantalones, pero ya era tarde. Ella ya estaba tirada en el piso, herida en el cuello.

Salió corriendo a pedir ayuda y vio al atacante subiendo a su Chevrolet Aveo rojo. Era el mismo del ataque ocurrido horas antes, aunque Matías no lo sabía en ese momento. Nunca lo había visto en persona antes. El cabo echó a andar su vehículo y huyó.

Mientras tanto, dentro de la vivienda, ella agonizaba. Todo apunta a que se resistió lo más que pudo. De acuerdo al preinforme de autopsia -firmado por el médico legista del Servicio Médico Legal (SML) de Linares, Franklin Colina-, con la misma cortapluma recibió cortes en el rostro y cuello. También asegura que recibió algunos golpes, como parte de un forcejeo.

Todo transcurrió muy rápido. Llegó Carabineros y luego el SAMU. El enfermero Jaime Aguilera intentó reanimarla, sin éxito. A las 02:46 horas constató la muerte de Marcela. A esa altura el asesino ya se había entregado.

Las lesiones fueron certeras, porque, según el SML, “aún con socorro oportuno y eficaz” hubiera sido imposible mantenerla con vida.

El culpable fue detenido en el acto y le entregó su carnet a los carabineros de guardia para ser identificado.

Entre el homicidio y la entrega no pasaron más de 25 minutos. Y en el trayecto, en algún punto, tuvo tiempo para pasar por su papá.

Esta vez fue una cortapluma, pero no fue la primera ocasión en que un arma se interpuso entre él y Marcela.

“Sin dolo de lesiones”

Marcela y el gendarme, cuyo nombre no puede ser difundido por orden judicial, tuvieron a su hija hace más de 4 años. Y hace cerca de un año habían puesto fin a su vínculo sentimental.

Las complejidades de su relación quedaron a la vista incluso en sus interacciones en redes sociales, que en ocasiones no parecían ser amistosas.

El cabo segundo, miembro de la institución desde 2007, no tenía sumarios ni denuncias de ningún tipo al interior de Gendarmería. Es un trabajo frecuente en la zona: Maule es la segunda región del país que más funcionarios aporta y Parral, en particular, es la novena comuna que más miembros suma al personal penitenciario.

A la fecha pertenecía a la dotación del Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP) de Molina, 140 kilómetros al norte de Parral.

Si bien no trabajaba cerca, el fin de semana del crimen andaba en la zona. Se había pedido dos días administrativos y tenía residencia en el sector 4 esquinas, a 15 minutos de Parral, en el área rural de la comuna de Retiro.

Con todo, sus colegas aseguran que era una persona muy tranquila. Lo reconocían como un fanático de los caballos, el rodeo, los perros galgos y, en general, de las tradiciones del campo chileno. Algo que también queda en evidencia en sus redes sociales.

Pese a lo que dice su entorno, las discusiones intrafamiliares no eran algo nuevo.

En junio de 2017, en la casa que ambos compartían en ese entonces en Retiro, tuvieron una discusión por celos contra su expareja.

Todo salió mal. De acuerdo a lo denunciado, y según consta en el expediente judicial del caso, “en un momento de descuido ella le arrebató el arma de fuego que mantenía a un costado de su cuerpo”.

Acto seguido, ella se habría apuntado con la pistola a si misma, a la altura del abdomen. Por su parte, él, para evitar la autolesión, habría tomado parte del cañon con su mano izquierda.

Como sea, de todas formas el arma se disparó y la lesionó en el costado derecho de su abdomen. El proyectil salió por su glúteo. En tanto, él quedó con la mano herida.

Tras eso, él tomó el arma y la dejó sobre el velador. Ella salió de la habitación para sentarse en el living. La tomó en brazos y la llevó en su auto al hospital.

Si bien el caso fue investigado por la Fiscalía Local de Parral, donde él aparecía como imputado y ella como víctima del delito de lesiones graves, tres meses después del episodio el fiscal Álvaro Muñoz pidió el sobreseimiento definitivo.

La causa fue finalmente sobreseída el 1 de diciembre de ese mismo año. La audiencia duró dos minutos: de acuerdo a los registros, partió a las 9:09 y finalizó a las 9:11 horas, en la Primera Sala del Juzgado de Garantía de Parral, a cargo de la magistrada Carolina Saavedra.

Marcela tampoco se opuso; de hecho, no asistió a la audiencia. Vía mail respondió, días antes, que se encontraba trabajando en Molina y no se iba a presentar: “Estoy de acuerdo de dar término a dicha causa”, afirmó en su mensaje.

Se determinó que no existió delito, “ya que se trató de una manipulación accidental del arma de fuego en el contexto de una discusión intrafamiliar, sin dolo de lesiones”.

Cinco años y cuatro meses después, la situación fue distinta.

“Ser mujer nunca ha sido fácil”

Una vez amaneció, la escena conmovió a todos los vecinos de la Población Don Pablo y a la comunidad de Parral. A esa altura, en el pasaje ya estaban trabajando la PDI y el Servicio Médico Legal.

Cuando salió el cuerpo de Marcela por la puerta de su casa, al interior de una bolsa mortuoria, varios de los presentes se conmocionaron e incluso se largaron a llorar de la impresión.

Rápidamente, los funcionarios pusieron el cuerpo sobre la plataforma metálica que tenían en el suelo y lo guardaron en la camioneta del SML, para llevarla a la autopsia de rigor.

Esa misma mañana se realizó el control de detención del asesino de Marcela y luego fue trasladado a la Cárcel de Cauquenes, un recinto donde han sido llevados otros femicidas en la zona, como el subteniente Gary Valenzuela, que mató a la carabinera Norma Vásquez en Linares, en agosto de 2020.

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El martes 4 de abril tuvo un funeral masivo. El cortejo salió desde la casa de sus padres a las 14:30 horas, en dirección a Parral, y prácticamente en cada esquina hubo gente despidiéndola con globos, aplausos o un respetuoso silencio.

La caravana de autos, escoltada por Carabineros de la Tercera Comisaria de Parral, llegó a las 15:30 horas a la parroquia San Francisco de Asís.

Camino al cementerio San José todos se hicieron parte de la ceremonia. En el paradero de colectivos; afuera de los locales comerciales, que bajaron las cortinas a su paso; así como quienes estaban afuera de las oficinas de Fonasa, Dideco y el DAEM.

Antes de entrar al campo santo, el hijo mayor de Marcela le ofreció un pie de cueca para despedirla.

Al día siguiente, a las 11:30 horas, el autor del crimen fue formalizado por femicidio ante el Juzgado de Garantía de Parral, el que decidió dejarlo en prisión preventiva. La defensa no se opuso y el imputado, con un semblante de indiferencia, tampoco.

Sólo intentaron rebatir los cargos por abuso sexual respecto al ataque que protagonizó horas antes de asesinarla. Aunque no tuvieron éxito.

El tribunal decretó 5 meses de investigación.

Con todo, la muerte de Marcela se convirtió en el undécimo femicidio de 2023.

En su vecindario y en el espejo de agua de la Plaza de Armas hubo velatones en su memoria. Partieron antes de su entierro y siguieron después, el miércoles, jueves e incluso ayer sábado.

Mientras tanto, entre quienes lamentan su partida, quedaron resonando algunos de sus mensajes en redes sociales.

Como este, el 14 de febrero, día de San Valentín: “Los tragos amargos siempre serán una muestra de si eres capaz de superarlos o hundirte con ellos”.

O casi el último que compartió, el 8 de marzo, en el Día Internacional de la Mujer: “Por todas nosotras, porque ser mujer nunca ha sido fácil”.

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