El iceberg más grande del planeta, que se desprendió de la Antártica y flotaba sin control por el océano, encalló en aguas poco profundas frente a la isla Georgia del Sur, según informa BBC News.
El enorme trozo de hielo de más de 3.000 kilómetros cuadrados y unos 300 metros de altura, llamado A23a, aparentemente está atrapado y podría afectar a animales y pescadores de la zona.
Allí habitan grandes poblaciones de pingüinos y focas, para quienes podría ser más difícil encontrar alimento. Además, si el iceberg comienza a partirse en pedazos, dificultará el paso de barcos pesqueros.
“Si se rompe, los icebergs resultantes probablemente representen un peligro para los barcos a medida que se mueven en las corrientes locales y podrían restringir el acceso de los barcos a las zonas de pesca locales”, señaló Mark Belchier, ecologista que asesora al gobierno de Georgia del Sur.
Ya han pasado casi 40 años desde que este iceberg se desprendió de la plataforma de hielo de la Antártica. Después de vagar no muy lejos de esta, estuvo atrapado en un vórtice oceánico y en diciembre pasado comenzó a avanzar con mayor velocidad, hasta que finalmente se estancó. Ahora podría ser el comienzo de su fin.
“El futuro de todos los icebergs es que morirán“, explicó Huw Griffiths desde el barco de investigación polar Sir David Attenborough, que se encuentra actualmente en la Antártica.
“Es muy sorprendente ver que el A23a haya sobrevivido tanto tiempo y haya perdido solo una cuarta parte de su superficie”, añadió.
¿El fin del iceberg más grande del mundo?
Los expertos creen que el iceberg quedó firmemente alojado y permanecerá allí hasta que comience a romperse en trozos. En su momento tenía un tamaño de 3.900 kilómetros cuadrados, pero ahora bordea los 3.200.
La historiadora Kate Jamieson, que estuvo hace algunos días en una expedición cerca de la isla, compartió imágenes del iceberg en su perfil de X.
Otros expertos advierten que, si el iceberg llegara a moverse más por el fondo marino, al estar en menor profundidad puede ser catastrófico para la biodiversidad, ya que rasparía.
Pero también podría significar una bomba de nutrientes para el océano a medida que se va derritiendo. “Mientras destruye algo en un lugar, proporciona nutrientes y alimentos en otros lugares”, dijo Griffiths.