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El 20 de noviembre de 1795, el cabildo de Santiago reanudó los esfuerzos por instalar un teatro estable en la capital al otorgar permiso a Ignacio Torres para presentar comedias desde Navidad hasta el final del Carnaval.
La búsqueda de un teatro permanente
Desde el siglo anterior, las obras se venían realizando en Santiago y Concepción con motivo de fiestas públicas, como proclamaciones reales o llegadas de nuevos gobernadores. En 1778, un empresario intentó levantar una casa de comedias, pero el obispo de Santiago frenó la iniciativa al considerarla contraria a la austeridad cristiana.
A fines del siglo XVIII, la actividad teatral vivió ensayos breves. En 1794, un señor de apellido Aranaz organizó funciones que generaron reparos de clérigos, lo que llevó a que un oidor supervisara las presentaciones para evitar abusos. La experiencia terminó sin continuidad.
El permiso concedido en 1795 buscó ordenar la actividad. El cabildo valoró el teatro como una diversión pública capaz de instruir y mejorar las costumbres, aunque exigió revisar previamente las piezas para resguardar la moral y la religión. También ordenó fijar precios moderados, prohibir ventas de alimentos y bebidas dentro del recinto y asegurar asientos a las autoridades.
Según Diego Barros Arana, las representaciones de la época no lograron consolidarse por la falta de preparación de los actores, los bajos salarios y los espacios improvisados, lo que convirtió el teatro en un negocio poco rentable.
En este video, Nibaldo Mosciatti relata el día que marcó un nuevo intento por cimentar una actividad teatral permanente en Santiago el 20 de noviembre de 1795.