Bruno Jara debuta con "Aguas de marzo", cuentos de afectos y desafectos

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El paisaje, los lugares a los que no pone nombre, son relevantes en los relatos que Bruno Jara incluye en su libro debut, “Aguas de Marzo” (Neón Ediciones).

“Yo crecí en un pueblo, Pichidangui” y en el primer cuento “el mar tiene mucha importancia”, revela Bruno en el programa “Del Fin del Mundo”, de TV BioBio, en conversación con Ana Josefa Silva y Marco Antonio de la Parra.

“El paisaje evoca y esconde”, explica. Ese primer relato “es un cuento muy personal y hay un Bruno, pero al mostrar, oculto”.

Bruno Jara estudia en Alemania. Actualmente reside en Konstanz, donde cursa un Doctorado en Teoría Literaria.
“Esto está en el lago Constanza, rodeado de mucho bosque. Es una ciudad de 80 mil habitantes; si se suma la parte de Suiza, son 100 mil”.

“Geográficamente Pichidangui es una península y Konstanz es una península dentro de un lago. Estar allá me ha permitido analizar la literatura latinoamericana en un estado de ánimo adecuado”.

Dice que su aterrizaje allá “fue un poco accidentado. Fui con una tesis que tuve que redirigir a la literatura. Hablo alemán, pero coloquial, no para escribir una tesis”.

Sobre “Aguas de Marzo” comenta que “lo escribí hace mucho tiempo. Me gusta aunque tengo reparos. Uno de esos cuentos lo escribí hace 10 años. Como no resultó en ese momento (hablé con muchas editoriales) me dediqué a otras cosas”. Y luego, dice, cuando lo reencontró, entendió porqué no había prosperado. “Era muy joven”.
“Tengo muchos archivos de cuentos malos”, dice de su época de talleres.
“Hubo un período en que me dediqué mucho a la Academia y que también me sirvió mucho”. Luego estuvo en talleres con Matías Correa, con Bruno Lloret y posteriormente con Diego Zúñiga.
Dice que este libro “costó mucho publicarlo: estoy agradecido de Neón Ediciones”.
“Voy a insistir en el cuento. El libro que estoy escribiendo ahora son cuentos (también) sobre el abandono y el paisaje. Siempre son lugares indeterminados y eso me sirve como correlato de que lo que pasa en tal lugar puede ocurrir en otro lado. Eso me interesa. Por eso me interesa esconder el lugar. En este segundo libro no hay ninguna referencia”.

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El paisaje, los lugares a los que no pone nombre, son relevantes en los relatos que Bruno Jara incluye en su libro debut, “Aguas de Marzo” (Neón Ediciones).

“Yo crecí en un pueblo, Pichidangui” y en el primer cuento “el mar tiene mucha importancia”, revela Bruno en el programa “Del Fin del Mundo”, de TV BioBio, en conversación con Ana Josefa Silva y Marco Antonio de la Parra.

“El paisaje evoca y esconde”, explica. Ese primer relato “es un cuento muy personal y hay un Bruno, pero al mostrar, oculto”.

Bruno Jara estudia en Alemania. Actualmente reside en Konstanz, donde cursa un Doctorado en Teoría Literaria.
“Esto está en el lago Constanza, rodeado de mucho bosque. Es una ciudad de 80 mil habitantes; si se suma la parte de Suiza, son 100 mil”.

“Geográficamente Pichidangui es una península y Konstanz es una península dentro de un lago. Estar allá me ha permitido analizar la literatura latinoamericana en un estado de ánimo adecuado”.

Dice que su aterrizaje allá “fue un poco accidentado. Fui con una tesis que tuve que redirigir a la literatura. Hablo alemán, pero coloquial, no para escribir una tesis”.

Sobre “Aguas de Marzo” comenta que “lo escribí hace mucho tiempo. Me gusta aunque tengo reparos. Uno de esos cuentos lo escribí hace 10 años. Como no resultó en ese momento (hablé con muchas editoriales) me dediqué a otras cosas”. Y luego, dice, cuando lo reencontró, entendió porqué no había prosperado. “Era muy joven”.
“Tengo muchos archivos de cuentos malos”, dice de su época de talleres.
“Hubo un período en que me dediqué mucho a la Academia y que también me sirvió mucho”. Luego estuvo en talleres con Matías Correa, con Bruno Lloret y posteriormente con Diego Zúñiga.
Dice que este libro “costó mucho publicarlo: estoy agradecido de Neón Ediciones”.
“Voy a insistir en el cuento. El libro que estoy escribiendo ahora son cuentos (también) sobre el abandono y el paisaje. Siempre son lugares indeterminados y eso me sirve como correlato de que lo que pasa en tal lugar puede ocurrir en otro lado. Eso me interesa. Por eso me interesa esconder el lugar. En este segundo libro no hay ninguna referencia”.