Efemérides: El 19 de abril de 1938, una expedición nazi viaja al Tíbet buscando la raza aria

visitas

Esta es una historia de obsesiones, una de las obsesiones del nazismo: la raza.

El 18 de abril de 1938, un grupo de científicos nazis inició un viaje al Tíbet.

¿Qué buscaban? Pretendían encontrar allí en las cumbres de los Himalayas los orígenes de la raza aria.

El líder político de la expedición fue el jefe de las SS, Heinrich Himmler. Él siempre apoyó las teorías sobre la supuesta supremacía racial alemana, estaba realmente obsesionado por la astronomía germánica, la heráldica, el espiritismo, la Atlántida y las culturas de la India y Oriente.

El explorador Ernst Schäfer ya había participado en dos expediciones al Himalaya, por lo que cuando Himmler se enteró quiso conocerlo. En esa reunión, Schäfer le expuso la idea de una expedición exclusivamente alemana, ante lo cual el jefe de las SS se entusiasmó.

Himmler estaba convencido que en algún lugar del Himalaya encontraría vestigios de la raza aria y que los hallazgos de ese viaje colmarían de prestigio su gestión.

Mientras, Schäfer también compartía la teoría de los nazis de que la génesis de la raza nórdica provenía del Asia Central.

Schäfer se rodeó de los mejores científicos que pudo encontrar para la expedición. Estaba Bruno Beger, arqueólogo encargado de la investigación racial, el geógrafo Karl Wienert, y Ernst Krause, el entomólogo y botánico que documentó gráficamente el viaje. Como encargado de logística iba Edmund Geer.

El viaje comenzó ese lunes 18 de abril de 1938. Un barco llevó a los científicos a la India, que en ese entonces era una colonia británica.

Por ese motivo siempre su relación con las autoridades locales fue difícil. Para empezar, el virrey de la India les permitió quedarse 6 meses en un reino fronterizo, pero no entrar en el Tíbet.

Al final de 1938, Schäfer tomó la determinación de colarse por la frontera y penetrarse en el Tíbet sin autorización.

Cuando el grupo llegó a Gyantse, la tercera ciudad del Tíbet, observaron muchas cruces dibujadas en las paredes de las casas. Allí ese signo se llamaba yungdrung y Schäfer le mostró a los tibetanos la esvástica nazi, similar a la de los tibetanos, como una forma de buscar complicidad con ellos.

El problema es que los británicos tenían una guarnición allí, por lo que apareció Hugh Richardson recordándoles los límites y prohibiéndoles usar todo tipo de instrumento científico.

El grupo llegó a Lhasa, la capital de la región del Tíbet, donde Bruno Beger pudo estudiar los grupos sociales tibetanos en los cuales creyó o quiso ver rasgos arios.

El 15 de marzo de 1939 ocurrió algo imprevisto. Ese día Adolf Hitler invadió Checoslovaquia, por lo que mientras estaban en el Tíbet, Schäfer y los suyos pasaron a ser enemigos de Gran Bretaña. Rápidamente tuvieron que abandonar Lhasa.

Esta expedición estuvo de vuelta en Munich el 4 de agosto de 1939.

La incursión se consideró un éxito por ámbito de la labor de observación y recogida de datos, con gran cantidad de plantas y mariposas, cajas repletas de pieles de alemana, 18 mil metros de película y 40 mil fotografías. Además, Bruno Beger había realizado mediciones a 366 tibetanos, haciendo moldes de cabeza, caras, manos y orejas.

Sin embargo, este estudio sobre la raza aria y sus vínculos con el Tíbet no salió bien parado.

    visitas

Esta es una historia de obsesiones, una de las obsesiones del nazismo: la raza.

El 18 de abril de 1938, un grupo de científicos nazis inició un viaje al Tíbet.

¿Qué buscaban? Pretendían encontrar allí en las cumbres de los Himalayas los orígenes de la raza aria.

El líder político de la expedición fue el jefe de las SS, Heinrich Himmler. Él siempre apoyó las teorías sobre la supuesta supremacía racial alemana, estaba realmente obsesionado por la astronomía germánica, la heráldica, el espiritismo, la Atlántida y las culturas de la India y Oriente.

El explorador Ernst Schäfer ya había participado en dos expediciones al Himalaya, por lo que cuando Himmler se enteró quiso conocerlo. En esa reunión, Schäfer le expuso la idea de una expedición exclusivamente alemana, ante lo cual el jefe de las SS se entusiasmó.

Himmler estaba convencido que en algún lugar del Himalaya encontraría vestigios de la raza aria y que los hallazgos de ese viaje colmarían de prestigio su gestión.

Mientras, Schäfer también compartía la teoría de los nazis de que la génesis de la raza nórdica provenía del Asia Central.

Schäfer se rodeó de los mejores científicos que pudo encontrar para la expedición. Estaba Bruno Beger, arqueólogo encargado de la investigación racial, el geógrafo Karl Wienert, y Ernst Krause, el entomólogo y botánico que documentó gráficamente el viaje. Como encargado de logística iba Edmund Geer.

El viaje comenzó ese lunes 18 de abril de 1938. Un barco llevó a los científicos a la India, que en ese entonces era una colonia británica.

Por ese motivo siempre su relación con las autoridades locales fue difícil. Para empezar, el virrey de la India les permitió quedarse 6 meses en un reino fronterizo, pero no entrar en el Tíbet.

Al final de 1938, Schäfer tomó la determinación de colarse por la frontera y penetrarse en el Tíbet sin autorización.

Cuando el grupo llegó a Gyantse, la tercera ciudad del Tíbet, observaron muchas cruces dibujadas en las paredes de las casas. Allí ese signo se llamaba yungdrung y Schäfer le mostró a los tibetanos la esvástica nazi, similar a la de los tibetanos, como una forma de buscar complicidad con ellos.

El problema es que los británicos tenían una guarnición allí, por lo que apareció Hugh Richardson recordándoles los límites y prohibiéndoles usar todo tipo de instrumento científico.

El grupo llegó a Lhasa, la capital de la región del Tíbet, donde Bruno Beger pudo estudiar los grupos sociales tibetanos en los cuales creyó o quiso ver rasgos arios.

El 15 de marzo de 1939 ocurrió algo imprevisto. Ese día Adolf Hitler invadió Checoslovaquia, por lo que mientras estaban en el Tíbet, Schäfer y los suyos pasaron a ser enemigos de Gran Bretaña. Rápidamente tuvieron que abandonar Lhasa.

Esta expedición estuvo de vuelta en Munich el 4 de agosto de 1939.

La incursión se consideró un éxito por ámbito de la labor de observación y recogida de datos, con gran cantidad de plantas y mariposas, cajas repletas de pieles de alemana, 18 mil metros de película y 40 mil fotografías. Además, Bruno Beger había realizado mediciones a 366 tibetanos, haciendo moldes de cabeza, caras, manos y orejas.

Sin embargo, este estudio sobre la raza aria y sus vínculos con el Tíbet no salió bien parado.