Ya no soy feminista

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Creo que muchos de los aspectos en los que las mujeres pensamos “estar peor”, son en parte resultado de la influencia del feminismo de las últimas olas, razón por la cual desde hace mucho tiempo dejé de etiquetarme como feminista, ya que no puedo estar a favor de una ideología que no sólo no soluciona ni pretende solucionar los problemas que más afectan a la gran mayoría de las mujeres (como la violencia), sino que -además- es más bien destructiva de nuestra naturaleza, tiene por fin la subordinación de las mujeres a un colectivo homogéneo (el colectivo feminista) a través de una victimización enfermiza y cuyo combustible es el odio y el resentimiento. Básicamente un camino directo a la infelicidad. Nuestro deber es terminar con la frivolidad con la que se abordan los problemas que nos afectan. Nuestro deber es levantar la voz con fuerza por esa gran mayoría de mujeres que hoy no marchan ni gritan ni bailan sin ropa en las calles, sino que sufren diariamente las consecuencias de un Chile decadente, mediocre y que cada día ofrece menos oportunidades no sólo para las mujeres, sino que para todos. Esta es la razón por la que quise compartir con ustedes esta columna.

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Creo que muchos de los aspectos en los que las mujeres pensamos “estar peor”, son en parte resultado de la influencia del feminismo de las últimas olas, razón por la cual desde hace mucho tiempo dejé de etiquetarme como feminista, ya que no puedo estar a favor de una ideología que no sólo no soluciona ni pretende solucionar los problemas que más afectan a la gran mayoría de las mujeres (como la violencia), sino que -además- es más bien destructiva de nuestra naturaleza, tiene por fin la subordinación de las mujeres a un colectivo homogéneo (el colectivo feminista) a través de una victimización enfermiza y cuyo combustible es el odio y el resentimiento. Básicamente un camino directo a la infelicidad. Nuestro deber es terminar con la frivolidad con la que se abordan los problemas que nos afectan. Nuestro deber es levantar la voz con fuerza por esa gran mayoría de mujeres que hoy no marchan ni gritan ni bailan sin ropa en las calles, sino que sufren diariamente las consecuencias de un Chile decadente, mediocre y que cada día ofrece menos oportunidades no sólo para las mujeres, sino que para todos. Esta es la razón por la que quise compartir con ustedes esta columna.