Cuando el deporte se ha convertido en la única “razón de ser” pero ya no se le puede practicar: ¿vale la pena seguir viviendo? La atleta paralímpica belga Marieke Vervoort ha decidido que no y ya tiene en mano las autorizaciones para recurrir a la eutanasia cuando su cuerpo le procure “más días malos que buenos”.

La belga, de 37 años, con cabellos platinados y cortos, posaba el domingo haciendo la “V” de la victoria tras haber obtenido la medalla de plata en la competición de 400 metros en silla de ruedas de los Juegos Paralímpicos de Río-2016.

Víctima de una enfermedad degenerativa rara que la privó del uso de sus piernas, Vervoort se consagró cuerpo y alma al deporte y conoció la gloria de los podios: fue campeona paralímpica en 100m en silla de ruedas en Londres-2012 y se proclamó triple campeona del mundo (100 m, 200 m y 400 m) en 2015.

Sabe que las de Río serán sus últimos Juegos Paralímpicos.

“Esta medalla tiene su reverso: la felicidad de un lado, pero el dolor y el adiós del otro”, asume.

Y sabe también que deberá dejar su silla de ruedas de competición.

“Debo abandonar, porque la enfermedad empeora. Me resulta más difícil participar en carreras que hace cuatro años”, admite.

El mes pasado anunció que disponía de todas las autorizaciones necesarias para someterse a la eutanasia, una práctica legalizada en Bélgica. “Sufro demasiado”, explicó, y la práctica del deporte, su “razón de ser”, le ocasiona cada vez más padecimientos.

Sus declaraciones generaron compasión, pero también interrogantes.

“Si bien es cierto que esta es mi última competición y que los documentos están listos desde 2008 para recurrir a la eutanasia, no quiero morir de inmediato”, precisó en una conferencia de prensa en Río.

“Me gusta disfrutar de cada momento”, prosiguió. “Estoy en paz y todavía quiero disfrutar de mis amigos, de mi familia”, pero “llegará el día en que habrá más días malos que buenos”.

Su “tranquilidad”, subrayó, se debe precisamente al hecho de que le hayan autorizado el recurso al suicidio asistido.

Tema “tabú”

Bélgica autoriza la eutanasia, pero “no es fácil” obtener el visto bueno. “El proceso es largo, es difícil conseguir los papeles. He tenido que probar que mi enfermedad avanza y que no hay posibilidad de que mejore. Tres médicos tuvieron que certificarlo”, refirió.

Vervoort tenía 14 años cuando le diagnosticaron una “tetraplejía progresiva”. Pasó la adolescencia consultando especialistas “que no sabían lo que tenía y me anunciaban malas noticias”, recuerda.

“Estaba muy deprimida, Y un día decidí que ya basta, que tenía que volver a vivir”, prosigue la atleta, que trató de suicidarse.

Sus éxitos deportivos representaron un combate contra dolores cada vez más insoportables. A Vervoort le gusta oír música a todo volumen y hasta el año pasado dibujaba con gran soltura, pero súbitamente empezó a perder la vista.

“En las crisis de dolor, pierdo conocimiento. Algunas noches no duermo más de diez minutos. Me cuesta comer”, describe.

“La mayor parte de los atletas aquí nacieron con una enfermedad o tuvieron un accidente. Pueden descansar o entrenarse cuando quieren. Yo me tengo que adaptar a mi estado de salud”, prosigue.

Marleke Vervoort querría que su historia “inspire” a otros países a abrir el debate para que el suicidio asistido deje de ser un “tabú”. “La eutanasia no significa asesinato; para mí significa descanso”, afirma.

“Ya no tengo miedo de morir”, asegura, y quiere ser recordada como “una mujer a quien le gustaba reír y que solo veía las buenas cosas de la vida, sin quejarse”,

La lista de cosas que tiene pendientes es larga: le gustaría hacer vuelo acrobático, viajar a Japón y organizar un museo consagrado a su memoria.

“He coleccionado todo: los artículos, los reportajes de televisión, las cartas de aliento, mi material deportivo. Ese es mi mayor sueño, tener toda mi carrera en un museo”.