En cualquier deporte, la arrogancia nunca ha sido buena compañera, y bien lo saben los ingleses, quienes por años creyeron ser los reyes del fútbol. Y así lo fueron, pues allá nació el ‘deporte rey’. Además, las grandes modificaciones tácticas siempre tuvieron un padre británico.

Sin embargo, no todo dura para siempre. El 25 de noviembre de 1953, los ingleses recibieron un golpe brutal que los hizo darse cuenta que se habían quedado en el pasado. Volvieron de lleno a una dura realidad.

Ese día, la Inglaterra que dirigía Winterbottom se enfrentó al combinado de Hungría en un partido amistoso. Los británicos habían sido eliminados del Mundial de Brasil 1950 y aún no superaban aquella trágica situación. Es por eso que organizaban encuentros ante las mejores selecciones, buscando triunfos simbólicos para levantar la moral caída.

Los húngaros eran rivales de temer. Venían de ganar los Juegos Olímpicos de 1952 y tenían una racha de 20 partidos consecutivos sin perder.

Eran la sensación de Europa, y todos querían enfrentarse a ellos. Es por eso que a los ingleses no se les ocurrió una mejor idea que enfrentarlos. Su entrenador, Gusztav Sebes, aceptó con orgullo el reto.

“Si ganan ese partido, serán héroes”, les dijo Sebes a sus dirigidos cuando se concertó el encuentro.

Por otro lado, en Inglaterra estaban tranquilos. Para ellos, perder en Wembley era algo imposible. Su arrogancia les impidió ver el estilo de juego de los húngaros y la calidad de sus seleccionados. Ellos eran los reyes del fútbol.

Les negaron a su rival entrenar en Wembley un día antes del partido. Además, desestimaron la petición de sus rivales de no utilizar el balón tradicional de las islas, más pesado de lo habitual. Hasta se burlaron del aspecto físico del mítico Ferenc Puskas, que siempre jugó con algo de sobrepeso.

El partido del siglo

El día del cotejo, la catedral del fútbol albergó 123 mil almas. Todas ellas creían que aquella tarde sería toda una masacre. Hasta un joven Bobby Charlton, y no se equivocó.

A los 50 segundos de iniciado el partido, Hungría abrió el marcador. Los ingleses no encontraron respuesta al vendaval que se les vino encima. Una clase de buen fútbol que los dejó desconcertados.

Los húngaros tenían un equipo lleno de estrellas. Puskas, Czibor, Kocsis, Hidegkuti y Bozsik eran las figuras que habían introducido una riqueza táctica desconocida para los ingleses.

Los delanteros húngaros eran bastante parecido a los actuales, con la capacidad de intercambiar posiciones y apoyar en el centro del campo de juego.

Aquello desconcertó a los ingleses, y estuvieron más de una hora y media sin saber a quien debían perseguir, y por dónde hacerlo.

3-6 fue el resultado para los húngaros, la mayor humillación sufrida por Inglaterra en su historia en Wembley. Puskas marcó dos goles, Hidegkuti se matriculó con un triplete y Bozsik cerró la cuenta.

Algunos dicen que el desempeño del árbitro hizo que Inglaterra no sufriera una goleada mayor.

Al día siguiente, ‘The Times’ tituló en su portada ‘The match of the century’ (el primer partido del siglo de la historia), y durante meses no se habló de otra cosa.

Aquel encuentro encumbró a Hungría a lo más alto del fútbol, y fueron conocidos como los ‘mágicos magiares’. Por otro lado, la goleada le sirvió a los ingleses para replantearse una serie de cosas.

Alf Ramsey, uno de los ingleses que jugó ese partido, señaló que “en esa tarde aprendí más de fútbol que en el resto de mi carrera”.

Sin embargo, los ingleses pidieron una revancha y unos meses después, en Budapest, cayeron apabullados por 7-1. Ya no le quedaron más ganas de enfrentar a los húngaros.